Solo 10 variedades ocupan el 80% de los viñedos españoles. 'Slow Enology', la apuesta por recuperar uvas olvidadas

Viñedos de la bodega Lavia
Viñedos de la bodega Lavia
MGWINES
Viñedos de la bodega Lavia

Hace ya años que el mundo del vino está cambiando. Tanto para adaptarse a unos hábitos de consumo y una tipología de vinos que poco tienen que ver con lo que se estilaba hace una década, como en el propio campo y en la producción.

Y si en la gastronomía la filosofía slow food y su apuesta por los productos de proximidad y temporada pelea para convertirse en una alternativa al ritmo de la industria alimentaria, ¿por qué no aplicar también esa idea a los vinos?

Algo así es lo que propone el movimiento slow enology, que podríamos traducir como vino o enología tranquila. Una idea que el grupo MGWines -con media docena de bodegas repartidas por diferentes zonas del país- presentó en la pasada edición de la feria Fenavin, y que tiene entre sus objetivos la apuesta por recuperar variedades de uva olvidadas o prácticamente desaparecidas.

"Solo 10 variedades ocupan el 80% de la superficie española de viñedos. Nuestra misión es embarcarnos en proyectos que ayuden a defender el patrimonio varietal y la diversidad vitivinícola de nuestro país", explican desde la familia Miñano Gómez.

Es uno de los puntos del decálogo que resume esta forma de entender la cultura del vino y que incluye propuestas tan interesantes como esa apuesta por variedades autóctonas, la recuperación del Fondillón -un tipo de vino dulce- o el apoyo a regiones vinícolas y denominaciones de origen pequeñas.

"Somos conscientes de que incorporando Riojas o Riberas a nuestro grupo podríamos comercializar y vender más vino. Pero ya tenemos colegas a los que admiramos que se encargan de hacer eso maravillosamente bien", explican.

El resultado son vinos como Alagú Forcallat, elaborado con Forcallart, una uva alicantina prácticamente desaparecida y en procesao de recuperación. O la bodega Lavia de la DO Bullas -una de las más pequeñas del país- que trabaja con Monastrell cultivada a 800 metros de altura.

Y es que el slow enology no consiste solo en una bonita teoría, sino que es una filosofía que se traduce en vinos únicos y singulares pegados a su territorio. Justo lo que cada vez más consumidores están buscando.

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