Artes

Retrata el campamento de migrantes de Calais desde 2005

En noviembre de 2015, el campamento de Calais tenía luz eléctrica y había adquirido aspecto de poblado
© Henk Wildschut

La selva de Calais, como se ha bautizado en los medios al conjunto de campamentos improvisados de migrantes que poblaron y aún pueblan la costa francesa en espera de una oportunidad para colarse en algún medio de transporte que los lleve al Reino Unido, ha sido noticia con frecuencia y ha sido olvidada con mayor constancia.

Desde 1999, cuando el campamento se asentó con el polémico centro de Sangatte para peticionarios de asilo, en el lugar ha habido al menos nueve muertes violentas de personas atropelladas en el Eurotunel, intervenciones represivas no menos bruscas [informe en PDF y en inglés sobre la violencia policial], altercados y mucha desesperación. Entre 2014 y 2015 hubo más de 50.000 intentos de abordaje ilegal de trenes, camiones o ferris.

Sobre el terreno de la 'selva'

En el territorio de la selva o jungla de Calais se ha movido desde 2005 el fotógrafo documental holandés Henk Wildschut (1967). Ha seguido la evolución de un "mundo paralelo" instalado "en el corazón de la Europa democrática" y poblado por "gente invisible que no existe oficialmente" pero que resulta "muy visible" sobre el terreno, dice el tenaz reportero.

En Calais - From Jungle to City (Calais: de 'jungla' a ciudad) Wildschut muestra las conclusiones de un trabajo de más de una década que no coloca en el centro del objetivo a las personas sino al terreno y las pistas que han dejado sobre él los migrantes y refugiados que anhelan atravesar los 30 kilómetros del Canal de la Mancha.

Oficialmente desmantelado

Refugios informales construidos con plásticos, palés, cartonajes, planchas de metal o madera son los protagonistas de las fotos: esqueletos que corporizan a las decenas de miles de personas desesperadas que han residido, a veces durante muchos meses, en el macrocampamento. Aunque el campamento, en el que llegaron a poblar más de 5.000 personas, ha sido oficialmente desmantelado, tras una decisión de Francia y el Reino Unido sobre lo que llamaban "crisis fronteriza", todavía hay migrantes desperdigados por la zona costera del canal.

Las fotos de Wildschut, que se exponen desde el 8 de abril hasta el 5 de junio en el museo FOAM de Ámsterdam, evitan deliberadamente concentrarse en las historias personales, con frecuencia desgarradoras, de los refugiados de Calais, entre los que abundan los migrantes procedentes de África, pero también, desde 2015, de Oriente Medio. Con una óptica puramente documental, al autor le interesan las huellas dejadas por los habitantes del campamento y lo que pueden transmitir sobre ellos.

Visibilidad e invisibilidad

Las pistas que deja sobre el el paisaje "hacen justicia a la complejidad del problema de la actual crisis de desplazamiento", dicen los organizadores de la muestra, para quienes el problema podría ser reducido a binomios paradójicos de ideas: visibilidad e invisibilidad, reconocimiento y negación, temporal y estructural, restricción y libertad, local e internacional...

La colección de imágenes reunida por Wildschut desde que fue por primera vez a la selva en 2005 van desde una iglesia ortodoxa eritrea construida con láminas de madera ligera, hasta las novísimas alambradas que separan las vías del tren de alta velocidad de los campamentos de tiendas de campaña, pasando por una colorida colcha actuando como techumbre de un vivac en el bosque nevado, un imposible refugio construido con bolsas de basura...

Se trata de imágenes poéticas y sugerentes que ofrecen "un contrapeso a las fotos emocionales de los refugiados que son familiares en los periódicos y la televisión". Componen una historia en la que no hacen falta personas para mostrar la "compleja tensión entre la realidad política y social" y los desesperados intentos de "crear un hogar y para sobrevivir".

'Devuelto' a la naturaleza

En 2011 y a partir de sucesivas visitas a Calais, Wildschut publicó el libro Shelter (Refugio), con fotos de cabañas construidas por refugiados en España, Italia, Grecia, Malta y otros lugares de Europa. En todos los campamentos sucede lo mismo que en el del Canal de la Mancha: "Una vez ocupados por los refugiados y desmantelados, son devueltos a la naturaleza: sólo quedan los rastros dejados por los seres humanos que los habitaron", dice el fotógrafo.

Pero, pese a la represión y los derribos, la voluntad ha demostrado ser más poderosa. Quien visite hoy la selva encontrará algo parecido a una ciudad, un boceto de población integrada por familias que han decidido aposentarse allí. Ahora en los terrenos del antiguo campamento hay ''casas, restaurantes, iglesias, mezquitas y bibliotecas; los caminos son cada vez más amplios, se han distribuido sanitarios y ha llegado la electricidad". La exposición proseguirá mostrando el cambio constante y el fotógrafo añadirá nuevas obras tomadas durante la duración de la muestra.