El 26 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional Constituyente francesa aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fue el gran legado de la revolución francesa. Tres años más tarde, la escritora francesa Olympe de Gouges se dio cuenta de que esto de los derechos del hombre era literal y los derechos sólo eran para ellos, así que, parafraseando la masculina iniciativa, el 28 de octubre de 1791 proclamó la Declaración de los Derechos de la Mujer. Más de 200 años después, aunque el documento que prevaleció fue el primero, son los derechos de la mujer los que están en el centro del debate. Del de los candidatos antes de ayer y de la escena mediática y las calles. Hoy, la política tiene que hablar de las mujeres; la ley del 'sí es sí', la del aborto, el Ministerio de Igualdad, la violencia machista y el feminismo dan y restan votos, hoy, importamos. Han tenido que añadir a sus discursos a las ciudadanas, a las trabajadoras, a las jóvenes y a las niñas. Hoy se nos nombra, que hablen de ti, aunque hablen mal, porque estarás presente. Por eso, 1.200 mujeres, asesinadas a manos de hombres por el simple de hecho de ser mujeres desde que se tienen registros, no pueden ser borradas, porque lo que no se nombra, no existe. Cuando la violencia es intrafamiliar, deja de ser machista. Cuando ellos no son los que matan, la culpa y la responsabilidad se difumina y desaparece. Olympe de Gouges sabía que las palabras contaban, que teníamos que existir sobre el papel porque así existiríamos en la vida. Hoy, les guste o no, señores, tienen que hablar de nosotras. Parafraseando esta vez a Díaz Yanes, hoy hablarán de nosotras cuando hayamos muerto, por lo menos, no nos quiten eso.
OPINIÓN12.07.2023 - 07:55h
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