Rebecca Solnit: "Gracias al #MeToo los hombres saben que no van a irse de rositas si cometen abusos sexuales"

Robecca Sonlit y su libro, '¿De quién es esta historia?'
Rebecca Solnit y su libro, '¿De quién es esta historia?'
Trent Davis Bailey
Robecca Sonlit y su libro, '¿De quién es esta historia?'

Pensadora, activista, ensayista, Rebecca Solnit es una autora esencial para comprender el presente y leer el pasado desde una perspectiva reflexiva. Conocida a nivel mundial por Los hombres me explican cosas, el libro que visibilizó el 'mansplaining' presenta ¿De quién es esta historia?, un libro que nace de "la actividad sísmica provocada por el feminismo, la justicia racial, la acción por el clima y otros movimientos en defensa de los derechos humanos, por los cambios que experimenta el paisaje público hasta en el nombre de las calles y por la ruptura de nuevos marcos mentales". La escritora y ensayista Rebecca Solnit repasa y analiza algunos de los temas más candentes en nuestra sociedad actual, desde la clase social, el género, la raza y la sexualidad hasta el poder, el clima y la interconexión entre todas estas cosas.

"La gran fuerza de sus libros radica en el modo en el que ella relata su propia biografía y anécdotas de su propia vida con sus ideas, esas ideas vitales y fundamentales" explica María Fasce, su editora, antes de que la autora atienda a la prensa. Aunque vivimos un momento de celebración dentro del universo cinematográfico al apostar cada vez más por la diversidad y por dar voz a las mujeres, Rebecca asegura que la industria del cine siempre ha estado podrida. 

"No creo que una institución con tanto dinero y poder pueda no estarlo. Sin embargo, creo que a lo largo del último año hemos visto cosas muy diferentes, con películas que no giran alrededor de los hombres y que no usan a las mujeres como floreros o premios. Ahora hay el reconocimiento de que las mujeres son una parte significativa del público, incluso las de más edad, y lo bueno y lo malo de Hollywood es que va allá donde hay dinero, por lo que si son las mujeres quienes deciden qué películas van a ver, se van a crear otro tipo de películas. Esto tiene que ver con que haya ejecutivas en los estudios, directoras, guionistas y por supuesto, también más estudios independientes. Tengo la sensación de que el mundo cambia a mejor, pero eso no significa que haya cambiado lo suficiente. Veo que están estas nuevas películas con papeles potentes para mujeres, que por fin hablan sus vidas y conversan entre sí sin que el tema sean necesariamente los hombres, pero observo también que cuando volvemos atrás y nos fijamos en películas que antes pensábamos que eran graciosas, nos damos cuenta de lo racistas, homófobas, crueles y sexistas que eran", explica.

Solnit invita a sus lectores a apostar por relaciones colectivas y a relacionarse con los demás en una soledad que, pese a estar hiperconectada, es profundamente solitaria. "Me parece problemático que la mayoría de ejemplos de heroísmo que se nos dan se centren en políticos y en gente poderosa, pero sobre todo me preocupa que señalan a una única persona. Me interesan formas más positivas y constructivas de cómo la sociedad civil puede trabajar el sentido de pertenencia. Al vivir en San Francisco, siento que soy un conejito devorado por la serpiente de Silicon Valley. Veo que uno de los efectos de entrar en esta era de la tecnología es que nos ha traído una especie de aislamiento. La gente ya no pasa mucho tiempo en grupo, y creo que la democracia depende de que tengamos ese concepto de conexión con los extraños, con gente distinta a nosotros. Si no salimos, lo perdemos", dice la autora, que también aboga por las relaciones intergeneracionales, algo que, asegura, es poco habitual en Estados Unidos.

El #MeToo no consistió en que la gente hablara, sino en que otros escucharan"

"Si las veinteañeras se juntaran con gente de 80 años, les recordarían lo mucho que ha cambiado el mundo. Hay algo que concibo como imaginación histórica, que no es necesariamente haber vivido la historia, aunque a veces me encuentro con que quien ha vivido la historia no recuerda lo diferente que llegó a ser el mundo en muchos aspectos. Escribí un ensayo para The Guardian en el que dije que soy una tortuga en una fiesta de moscas, porque soy una criatura lenta rodeada de fiesteros con una atención muy limitada. Creo que gran parte de la desesperación viene de la amnesia, no del futuro. Del pasado podemos aprender cómo la historia puede sorprenderos. El mundo cambia de formas complejas y sorprendentes como resultado de algo que al comienzo parece pequeño e insignificante. El pasado puede enseñarnos lecciones, y creo que contar historias sobre el pasado y escuchar a gente que lo ha vivido y celebrar incluso aniversarios es algo vital y muy importante de mi trabajo. El poder y el cambio están desprovistos de la perspectiva histórica que me gustaría ver: parecen dos conceptos muy amnésicos. Para la mejor versión del futuro hay que intentar evitar la peor", señala. 

Rebecca Solnit
Rebecca Solnit
Trent Davis Bailey

"Como mujer blanca sé que tengo a la vez privilegios y ausencias de los mismos. La solidaridad siempre significa luchar por uno mismo, por gente como nosotros y por gente que es diferente. A menudo pensamos en categorías, y evidentemente la solidaria que me gustaría ver es la que ve una humanidad común. Creo que ese es uno de los poderes del cine, del periodismo y de la literatura: hacernos imaginar y acceder a las vidas de personas que no son como nosotros, así como tener empatía. A menudo veo racismo y sexismo como resultado de enseñar a la gente a limitar su empatía, de no ver la humanidad en otras personas. Antes se celebraba haber asesinado a su propia capacidad de empatía, el haberse separado por completo de otra categoría de seres humanos, pero es algo que sigue pasando hoy con el antisemitismo y la transfobia. Aquí todos somos narradores, pero yo me dedico a esto profesionalmente. Parte nuestro trabajo consiste en derribar esas murallas y ayudar a la gente a imaginar y conocer a gente que no se parece a ellas", dice.

Autoritarismo en el hogar y el #MeToo

Rebecca Solnit escribió para The Guardian un artículo en el que hablaba sobre los puntos en común que tienen el autoritarismo en el hogar y en el estado. "Es algo de lo que George Orwell habló mucho, pero yo ya estaba atenta a este tema a través del feminismo. Lo importante es ver cómo los autoritarios intentan controlar la economía y el ejército, pero también la historia, la ciencia, los hechos y la verdad, así como lo que se puede decir y quién puede decirlo. Eso lo vemos en los hogares autoritarios y patriarcales. Putin ha sido siempre muy transparente en su aspiración de convertirse en una especie de Stalin capitalista con esos poderes y ese control. Hay que defender en nuestro interior nuestra propia capacidad de recuerdo. Hay que aprender a confiar y desarrollar nuestra habilidad para juzgar, decidir y observar. Hay que aprender a confiar en la realidad de lo que nos dicen nuestros sentidos y mantener vivos los relatos que no encajan en nuestra realidad. La resistencia puede y debe producirse en todas partes, de todas las maneras posibles", dice Solnit.

En ¿De quién es esta historia?, la autora escribe que el #MeToo "no consistió en que la gente hablara, sino en que otros escucharan". Explica que antes me enorgullecía de venir de San Francisco, pero ahora se avergüenza por lo que algunos hombres ricos blancos han creado con las redes sociales. 

"Silicon Valley ha creado malas formas de cometer tropelías y las ha amplificado, al tiempo que ha hecho poco para limitarlas. El #MeToo no es un movimiento nuevo, sino uno particular del feminismo. Ha habido muchas olas del feminismo que se remontan al siglo XIX y al movimiento sufragista, pero es cierto que el feminismo fue muy estático hasta 2012/2013, cuando gracias a las mujeres jóvenes y en cierto modo, a las redes sociales en manos de feministas, comenzaron diálogos nuevos. Fue así cómo problemas de antes recibieron nueva atención. El #MeToo surgió porque los periodistas consiguieron publicar noticias gracias a que editores que tenían que darles permiso consideraron que esas historias que tenían que ser contadas. Muchos hombres ven a Weinstein en la cárcel y a tantos hombres expulsados de sus industrias, con sus reputaciones destruidas, y saben que ya no van a poder irse de rositas si cometen abusos sexuales. Ya no dan por sentado que las mujeres no tienen voz. Además, cada vez más mujeres víctimas de violencia sexual sienten que es más probable que se las escuche… Y afortunadamente, lo es. En algunos casos han cambiado las leyes y en otros, las personas que escuchaban, ya sean periodistas o gente dentro del sistema legal. Quisiera decir que eso no significa que el feminismo se puede ir ya a su casa con el trabajo hecho: los problemas siguen siendo enormes", dice para finalizar.

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