'Velma': la serie de 'Scooby-Doo' para adultos destapa la crueldad como monstruo de la semana

Mindy Kaling y Charlie Grandy trasladan 'Scooby-Doo' a la animación para adultos sin terminar de encontrar el porqué.
'Velma'
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Cinemanía
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Tráiler de 'Velma'
HBO Max

El mundo de Scooby-Doo se presta a la sátira. Todo elemento de la clásica serie de Hanna-Barbera lleva desde su estreno, a finales de los 60, siendo el blanco de miles de bromas: desde su animación limitada, que combatía su bajo presupuesto con memorables recursos visuales tales como las persecuciones de puertas que desafiaban toda ley de la física, hasta esos finales recurrentes en los que nuestros protagonistas le quitaban la máscara al monstruo de la semana y no era más que el propietario de la mansión. 

Su energía camp sesentera ha sido tan reivindicada como parodiada en las siguientes décadas, y las decenas de reinvenciones televisivas y fílmicas del personaje no han hecho nada para diluir esto.

Pese a ello, por supuesto, las ha habido más y menos afortunadas. Quizá el mejor ejemplo de sus posibilidades de reinvención (casi comparable al de la magistral Patoaventuras del 2017) sea Mystery Incorporated, un reboot que modernizaba la estructura de la serie como un misterio serializado mientras exploraba a fondo las personalidades de su reparto. Velma tenía muchos puntos para estar a la altura, pero por el momento, se limita a dejar abiertas esas ilógicas puertas.

La serie, creada por Charlie Grandy y producida por Mindy Kaling, parte de una propuesta muy prometedora (situar a sus personajes en una especie de slasher adolescente, otro pilar del camp televisivo moderno); pero da su pistoletazo de salida sin saber muy bien lo que quiere ser. Se limita a saber lo que quiere hacer, e incluso eso termina resultando escaso: quiere coger a los protagonistas de una serie infantil reconocible y meterlos en un entorno claramente “para adultos” que resulte provocador y chocante, sorprendiendo a la audiencia por el camino. 

Esto, por supuesto, puede hacerse de forma brillante (pienso en la reciente Harley Quinn, o incluso en Los Picapiedra de Mark Russell y Steve Pugh, que devuelve a los personajes a su contexto adulto inicial mediante una nueva y refrescante sátira social filtrada a través de su prehistoria imaginaria). Pero hasta ahora, ese no parece ser el caso.

Porque Velma tampoco expresa especial interés en explorar ni deconstruir este universo concreto, ni a estos personajes concretos, y acaba resultando bastante inevitable plantearse el porqué de escogerlos en primer lugar. En ninguna versión de Scooby-Doo fueron especialmente complejos, lo cual hace aún más sorprendente que Velma sea incapaz de diferenciar sus personalidades, otorgándoles a todos una voz cómica casi idéntica (en concreto, la de un guionista de televisión).

Ausente del aprecio por su reparto que las creaciones recientes de Kaling han tenido, desde La vida sexual de las universitarias hasta la encantadora Yo nunca, los protagonistas parecen reducirse a estereotipos crueles que se desprecian entre ellos soltándose pullas fácilmente intercambiables. La comedia es un arte en constante evolución, pero nada de lo presente aquí parece ir más lejos que un episodio aleatorio de Padre de familia en 2005.

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Pero lo más sorprendente de todo, en especial viniendo de figuras clave de la comedia reciente, es que nunca parece encontrar un tono con el que se sienta cómoda. Las piezas están ahí: la serie es visualmente notable, con un diseño de personajes y una dirección de arte bastante por encima de la media en la animación televisiva actual, brillando en especial durante las impresionantes secuencias de fantasía en las que Velma experimenta alucinaciones body-horror. 

Y su reparto es fantástico, desde la propia Kaling hasta un Sam Richardson recién salido de The Afterparty, pasando por un Glenn Howerton que encarna a Fred casi como un sosias de su Dennis en la brillante Colgados en Filadelfia... pero, aunque las comparaciones son odiosas, invocar su mero recuerdo es tal vez la peor decisión que esta serie toma.

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Provocación sin rumbo

Resulta inevitable pensar en lo cómoda que está siempre Colgados... siendo una sitcom cruel y llena de personajes despreciables, y en lo mucho que eso suele funcionar a las mil maravillas porque tiene clarísimo lo que está haciendo. A su lado, Velma quiere ser tan provocadora y a la vez tan autoconsciente que a menudo no es nada, contradiciéndose a sí misma en forma y fondo y desmereciendo el potencial de su propuesta y reparto. Incluso su humor meta, que lleva como medalla de honor, parece existir tan solo para señalar los errores de la serie con chistes autorreferenciales en vez de hacer el más mínimo esfuerzo por corregirlos. Toda ella es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Salvo que aquí el perro ni siquiera aparece.

Al final, incluso las irregulares películas de imagen real de la franquicia (revalorizadas hace unos años gracias a la presencia de un joven James Gunn al guión) contaban con la capacidad de satirizar sus propios arquetipos de personaje y el funcionamiento de su universo sin caer en el desdén absoluto. 

No sería la primera vez que la evolución gradual de una serie termina estando a la altura de su potencial -solo hace falta echarle un vistazo a maravillas con inicios similares, como Moral Orel o The Venture Bros.- pero ahora mismo, quitarle la máscara a Velma solo implica descubrir una colección de los peores tópicos en las últimas décadas de animación para adultos.

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