'Ted Lasso' llega al final de la temporada 2: ¿victoria, derrota o empate?

La serie de Apple TV+ ha ganado sus primeros Emmy y creado división de opiniones en plena Segunda División.
Tedd Lasso
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Cinemanía
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Las segundas temporadas suelen ser el punto en el que una serie alcanza todo su potencial. Para las sitcoms, es especialmente común: de Seinfeld a Community, sus inicios palidecen frente a aquello en lo que terminan convirtiéndose con el tiempo, explorando al máximo todo aquello que funciona y promete mientras descartan lo que no.

¿Pero qué pasa con los éxitos inmediatos? Las pocas series que salen por la puerta y se convierten en un triunfo automático de crítica y público tienen un muro mucho mayor que saltar en su regreso, manejando las descomunales expectativas de ambos frentes mientras se plantean si alterar una serie que ya ha funcionado o sentarse a descansar en los laureles.

Ted Lasso contaba con un reto aún mayor, porque no solo pasó por todo eso: lo hizo en el momento exacto en el que la audiencia parecía necesitar una serie feel-good para lidiar con una pandemia a escala mundial. Cientos de reseñas hablan de maratonear su primera temporada durante el confinamiento como forma de procesarlo, y esto hace cada vez más complicado regresar y estar a la altura de las circunstancias.

Sin embargo, la segunda temporada de Ted Lasso –y la primera de ellas escrita ya a sabiendas del contexto en el que sería estrenada– se niega a acomodarse en ningún momento. Y esto es tan atrevido como arriesgado: para empezar, ni siquiera se plantea regresar a su exitosa narrativa tradicional deportiva de perdedores natos que triunfan ante la adversidad. Porque siente que eso ya está hecho, sí, pero también porque a estas alturas claramente su interés reside al completo en la evolución de sus personajes.

Y tampoco se acomoda en lo que respecta a ninguno de ellos. Desde dedicar el arco entero de su protagonista a hablar de salud mental en un momento en el que el debate está más presente que nunca hasta dedicar una subtrama calibrada al milímetro en convertir gradualmente y de forma coherente a Nate (Nick Mohammed), uno de los personajes favoritos del público, en el villano (temporal o no) de una serie sin villanos.

Diferencias de recepción

Es interesante, por ello, que la temporada haya terminado resultado tan divisiva una vez han ido pasando las semanas. Muchas son las teorías que han salido al respecto: quizá la serie ya no es lo que era. Quizá Fry, showrunner de Abogada soltera, tenía razón al clamar que los riesgos siempre funcionarán peor que hacer mismo una y otra vez. 

Pero cuando tuvimos la oportunidad de analizar la primera mitad de la temporada de antemano, lo que más nos llamó la atención es que, experimentara o no con sus intereses previos, el corazón de la serie permanecía intacto. Es por eso que resulta sorprendente que el desencanto haya sido gradual; cuando esto es lo único que, semana tras semana, la serie se niega a cambiar.

Y es lo que lleva a pensar si estamos empezando a perder la capacidad de disfrutar de una sitcom a ritmo semanal. La primera temporada, pese a seguir el mismo patrón, fue principalmente descubierta a posteriori, maratoneada como forma de confort en la era del bingewatching. Tener que esperar 12 semanas para que una serie sin grandes misterios ni conflictos irresolubles cierre sus tramas parece haber frustrado a gran cantidad de espectadores; con especial desprecio dedicado a los dos episodios que Apple TV permitió a su equipo añadir a posteriori, cuando ya habían estructurado la temporada, para que sirvieran de pequeño descanso y exploración de personajes.

Ted Lasso
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Ambos funcionan a las mil maravillas como episodios de Ted Lasso, el navideño ensalzando todo lo que hace a la serie especial y el dedicado a una noche en la vida de Beard (Brendan Hunt) casi recuperando el espíritu de los episodios “punto de vista” de The Leftovers a través de un memorable homenaje a ¡Jo, qué noche!. Por ello, resulta desconcertante que las ansias por que las tramas avancen impidan a gran parte del público conectar con ellos, como si habernos acostumbrado a tener temporadas enteras a nuestra disposición hubiera acabado con los placeres del episodio autoconclusivo, uno de los pozos de experimentación más fructíferos del formato televisivo.

No intentamos decir que la segunda temporada de Ted Lasso nos parezca redonda. Hay varios hilos, como el enfrentamiento entre Sam (Toheeb Jimoh) y Dubai Air, que resuelve con tanta facilidad por puro amor a sus personajes que casi da la sensación de dejarlos colgando por completo. 

Pero hay cierta valentía inherente en marcarse una temporada que, pese a no acertar siempre, jamás deja de apostar por correr toda clase de riesgos en busca de la mejora. Y es que, en el fondo, eso es algo que el propio Ted Lasso apreciaría mucho más que una simple victoria.

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