¿Puede 'Élite' parar de matar gente?

Otro alumno en una piscina, más interrogatorios y más duchas: 'Élite' 5T se empeña en repetir la misma fórmula.
'Élite' 5T
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MATÍAS URIS/NETFLIX
'Élite' 5T

[ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE ÉLITE 5T]

El éxito de Élite en Netflix no se puede entender sin el petardeo telenovelero de sus tramas, mezcla perfecta entre hedonismo adolescente, sexo sin ataduras, excesos varios y crímenes por resolver. Sin embargo, hasta el desfase extremo, las relaciones superabiertas y los delitos de sangre saturan, sobre todo cuando, tras cuatro entregas volviendo una y otra vez a esos recursos, desaparece el efecto sorpresa. 

La quinta entrega de la ficción firmada por Carlos Montero y Darío Madrona, que llegaba el viernes a la plataforma, arranca como sus predecesoras: otro cadáver (o eso parece) con uniforme de Las Encinas flota en una piscina (¿cuántas tragedias puede aguantar un mismo instituto?) y toca saltar del presente al pasado para saber qué ha pasado esta vez. 

Tráiler de la quinta temporada de 'Élite'.

Los protagonistas vuelve a sentarse en la sala de interrogatorios, frente a un detective que ya sabemos que muy probablemente no resuelva todo lo que debería. Hay nuevos estudiantes (Valentina Zenere y André Lamoglia), más líos amorosos y ese pijerío elitista marca de la casa que tanto gusta. Élite parece resignarse a sobrevivir repitiendo misterios, escenas subidas de tono y hormonas desatadas, pero esto ya empieza a jugar en su contra. 

Nuevas caras, la historia de siempre

Tras finalizar la cuarta entrega con el asesinato de Armando (Andrés Velencoso) a manos de Guzmán (Miguel Bernardeau), y con Rebeka (Claudia Salas) y Samuel (Itzan Escamilla) como cómplices, todo parecía indicar que la quinta temporada giraría en torno a la resolución (o no) del crimen. Sin embargo, los nuevos episodios dan comienzo con el cuerpo de otro estudiante en una piscina. Sí, como el de Marina (María Pedraza) en la primera temporada. 

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Cinemanía

Lo más novedoso, curiosamente, es que no conocemos la identidad de la víctima, Samuel (Itzan Escamilla), hasta el cuarto capítulo y ni siquiera el final aclara si ha muerto o no. ¿Una forma de enganchar al espectador y mantenerlo hasta el último episodio y más allá? Probablemente. 

Cuando uno se adentra en el desmesurado universo de Élite, lo hace aceptando de antemano una serie de códigos y lenguajes. Esto está lejos de buscar ser un instituto realista; es una fantasía desatada, un universo que lleva al límite la adolescencia pasada por sexo, drogas e investigaciones policiales. Sin embargo, hasta las ficciones juveniles más rocambolescas deben mantener un mínimo de credibilidad.

Parémonos a pensarlo fríamente: Samuel y Omar (Omar Ayuso), inamovibles desde la primera temporada, han presenciado tres asesinatos (a falta de confirmar qué pasa con Samu), una desaparición preparada y dos agresiones que terminaron en el hospital en prácticamente tres cursos escolares, que se dice pronto. 

El primer crimen como arranque de una investigación entre libros de texto y jóvenes aprendiendo a ser adultos funciona. El segundo, también. Incluso el tercero. Pero a la cuarta tragedia, deja de resultar asombroso y pierde su efectividad, sobre todo si el incidente vuelve a suceder en el mismo centro y entre los mismos estudiantes. 

Provocación en lugar de renovación

Élite ha sido valiente a la hora de afrontar realidades incómodas y mostrar todo eso que los padres prefieren pensar que sus hijos no hacen. Alumnos seropositivos, poliamor, clasismo, racismo, homofobia, adicciones, acoso... Los guionistas se han atrevida a ahondar en los aspectos más oscuros de la adolescencia. 

Si la cuarta temporada se adentraba en las arenas movedizas de la prostitución a través de Mencía (Martina Cariddi), que usaba su cuerpo como moneda de cambio con Armando, esta nueva entrega aborda de forma algo superficial la denuncia social a través de un inmigrante dado de lado por el sistema y apuesta por un tema demasiado espinoso: la redención de un depredador sexual. 

'Élite' 5T
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Cinemanía

En la anterior entrega, Cayetana (Georgina Amorós) se enamoraba del príncipe Phillipe (Pol Granch), un abusador que también intentó propasarse con ella. En la quinta temporada, la serie no solo apela a la cultura de la cancelación para buscar generar empatía hacia él, sino que introduce a un personaje, Isadora (Valentina Zenere), que cuestiona las acusaciones en torno a Phillipe por simple enamoramiento y soledad. 

Una cosa es plantear la pregunta sobre si todo el mundo merece una segunda oportunidad, y otra convertir al verdugo en víctima sin que este casi se responsabilice por sus acciones ni se someta a algún tipo de rehabilitación, e incluso proclamarlo héroe al ayudar a Isidora a denunciar una violación. Si bien Élite siempre se ha jactado de abordar temas incómodos, no todo debería valer en una ficción que llega a una audiencia amplísima, menos aún la redención de un depredador de forma tan liviana y frívola, banalizando algo tan serio como una agresión sexual.

En lugar de apostar todo a los lugares comunes, a las conductas extremas y a inflar la socorrida burbuja de la polémica, tal vez la serie debería rearmarse y buscar nuevas maneras de acercarse a los conflictos adolescentes pasados por crímenes (una serie antológica que cambie de escenarios y personajes, por ejemplo). 

¿Qué pasa ahora?

Una nueva hornada de alumnos tiene previsto llegar a Las Encinas próximamente. De momento, se desconocen detalles sobre la sexta temporada, pero los nuevos lo tienen complicado. Por lo pronto, no sabemos si Samuel ha sobrevivido al ataque de Benjamín (Diego Martín). Además, es probable que Rebeka, el personaje más carismático desde su entrada en la segunda temporada, diga adiós. 

Está sí sería una tragedia teniendo en cuenta que la serie ya ha notado la ausencia de otros personajes fundamentales en su éxito inicial como la Lu de Danna Paola o la marquesita Carla de Ester Expósito. La ficción ha perdido en el camino a algunos de los protagonistas favoritos de la audiencia, pesos pesados para el buen desarrollo de las tramas.

Si la serie, que ya da muestras de cansancio y pereza, sigue confiando su futuro a la fórmula tragedia-interrogatorio-sexo, va a seguir perdiendo seguidores, por mucho que trate de poner el foco sobre temas controvertidos. Sobre todo porque la cada vez más atrevida y desinhibida ficción adolescente se sigue superando con apuestas tan reivindicables como Sex Education, Yo, nunca o Euphoria. Y sin necesidad de tanto cadáver ni tanta ducha. Ya no solo vale con eso de "hablamos de lo que nadie se atreve"; ahora toca hacerlo bien. 

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