Vejez, demencia y muerte: cómo afronta el cine la película de terror más cotidiana

El cine de terror lleva unos años regalándonos películas donde no hace falta demasiados elementos fantásticos: con tener ancianos en su elenco es suficiente
Fotograma de 'La abuela'
Fotograma de 'La abuela'
Cinemanía
Fotograma de 'La abuela'

Esto es posible que te haya ocurrido, o quizá, y afortunadamente, no.

Miras a esa persona que lo es todo para ti: tu infancia (que no es otra cosa que la patria de cada uno), tu segunda madre, tu cuidadora, tu amiga, tu salvavidas, tu cocinera Michelin, tu protectora, uno de los amores más honestos de tu existencia. Es tu abuela.

Te acuerdas de todos los veranos en su casa y también de sus lentejas y de su brasero, de sus broncas con tu madre, de las llamadas de teléfono interminables, de las velas encendida en la bañera para los santos, de su vocabulario extraño y divertidísimo, de la historia de su infancia, que es la historia de un lugar lejano y misterioso para ti. 

Miras a los ojos a tu abuela y no se acuerda de los tuyos, ni siquiera sabe lo que le gusta tu compañía y no parece que se alegre de verte porque no sabe quién eres. No entiendes qué ocurre en la mente de esa mujer confusa y errática a la que amas sin límite desde que tienes uso de razón.

Esa sensación es de un absoluto y profundo terror. Te acongoja y te mata y es difícil de expresar con palabras. Es una película de miedo que no queremos en nuestra vida, jamás.

Películas menores como el falso documental The Talking of Debrah Logan o el thriller Dementia han intentado sin éxito transmitir ese terror. Fue en 2015, después de la peor etapa creativa y comercial de su vida, cuando M. Night Shyamalan estrenó en los cines una pequeña película escrita por él, se titulaba La visita. 

La demencia es terror y comedia en 'La visita'

Fotograma de 'La visita'
Fotograma de 'La visita'
Cinemanía

La película, con un final completamente inesperado que no vamos a revelar, es una absoluta joya del género. La sinopsis es bien sencilla: una madre deja a sus dos hijos adolescentes en la remota granja de sus abuelas durante una semana. Los niños descubren que los ancianos hacen cosas extrañas o parecen implicados en algo profundamente oscuro e inquietante.

Y así el genio detrás de El sexto sentido habla a través del cine de algo tan difícil como la demencia. Hay momentos escalofriantes de absoluto terror, tratado en la película de la forma más tradicional que manda el género. La sensación perfecta para describir lo que uno siente cuando es incapaz de reconocer a la persona que tanto ama.

Pero Shyamalan, con una maestría absoluta y liberado de toda presión después de varias producciones millonarias que acabaron en fracaso, se atreve en esta obra independiente, por la que no pretendía recibir mucho caso, a utilizar la comedia.

Hay gags memorables en La visita. Por ejemplo, hablar de “la escena del pañal” con cualquiera que haya visto la película acabará en una risa nerviosa. Es un momento brillante que define como toda la narrativa de la cinta de Shyamalan ha sido construida con un cuidado equilibrio entre la comedia y el terror.

Es imposible expresar mejor con imágenes y a través de un relato qué se siente en ese proceso largo de despedida de ese ser querido cuya mente parece irse para siempre. Un miedo que no sospechábamos que sentiríamos y que se agarra fuerte a las entrañas, pero es que también están esas risas que vienen de la tensión contenida cuando la demencia actúa como un altavoz de sinsentidos. Que lo hace… con frases fuera de contexto, recuerdos cambiantes, o tonterías que surgen del subconsciente. 

El laberinto mental de 'Relic'

Fotograma de 'Relic'
Fotograma de 'Relic'
Cinemanía

Una abuela lleva tiempo sin aparecer y sin responder a las llamadas. Su hija y su nieta van a la casa donde vive para intentar buscarla, averiguar dónde está o qué ha ocurrido. Una mañana la abuela aparece en la cocina haciendo el desayuno.

Relic es la ópera prima de la directora australiana Natalie Erika James, un drama familiar y una cinta de terror llena de metáforas y de detalles ambiguos.

El espectador se enfrenta, como la madre y la hija del filme, a averiguar qué ocurre con la abuela. La demencia comienza a tomar el poder de su mente y su nieta se niega a llevarla a ningún lugar que no sea quedarse en la casa que ha vivido siempre.

Mientras la madre empieza a mirar residencias, la nieta decide quedarse a cuidar a su abuela. Pero esta decisión es fatal, ambas desaparecerán arrastradas al lugar donde la abuela ya estuvo perdida al principio del filme.

Erika James juega con dos elementos clásicos del terror: los laberintos y las transformaciones físicas. Una especie de moho negro que invade el cuerpo de la abuela, cada vez más violenta, cada vez más cerca de ser un monstruo irreconocible para su hija y su nieta.

Es de esta manera tan absolutamente sobrecogedora como la directora habla de su propia experiencia, su abuela tenía Alzheimer y al igual que en la película en la casa de su abuela, que vivía en Japón, había varias habitaciones en el piso superior de la casa llenas de trastos viejos, habitaciones atestadas de objetos, de recuerdos, habitaciones que seguían y seguían. Desde ahí comenzó este guion.

Relic es una película sobre la demencia, los laberintos donde el enfermo está atrapado y a los que los seres queridos acceden con la intención de traerlos de vuelta, siempre fracasando. También va sobre la aceptación encarnada en el personaje de la nieta, y sobre generaciones de mujeres, sobre el paso del tiempo y la naturaleza cíclica de las cosas, el miedo a heredar una enfermedad tan terrible.

La cárcel del cuerpo y su decrepitud en 'La abuela'

Fotograma de 'La abuela'
Fotograma de 'La abuela'
Cinemanía

La muerte no nos da tanto miedo como el deterioro físico. La incapacidad de poder valernos por nosotros mismos algún día y que tengan que cuidarnos. Que sean nuestros familiares más jóvenes o gente desconocida quién nos bañe, nos de comer, nos pasee, nos encienda la tele y nos dejen de escuchar porque no decimos nada ya o porque decimos siempre lo mismo. Parece un final bastante solitario y eso da más terror que cualquier muerte.

Paco Plaza y Carlos Vermut nos cuentan en La abuela la pesadilla de Susana, una joven modelo que llega a Madrid desde París para cuidar a su abuela Pilar, a la que le acaba de dar un derrame cerebral.

La película explora con un ritmo lento pero estimulante y con imágenes llenas de matices que exploran las marcas del paso del tiempo en el cuerpo y la mente humana. La cámara recorre la piel de la abuela, de Pilar, con planos de su cadera o con su cuerpo desnudo en la bañera y después el cuerpo joven de su nieta en una bella contraposición. También nos enseñan con crudeza la incapacidad para contener siquiera los impulsos más básicos del ser humano. Nos mearemos encima y nos cagaremos sin darnos cuenta. ¿Quién quiere eso?

De ese terror se valen Vermut y Plaza para construir una película que comienza siendo un poderoso melodrama para acabar como un cuento gótico. Un relato claustrofóbico para retorcer nuestro miedo a quedar atrapados en nuestro propio cuerpo mientras nos descomponemos.

No hace falta el género si uno tiene herramientas como las que utiliza Florian Zeller en El padre, con un guión que funciona como un reloj y una puesta en escena suficientemente angustiosa (y también con un Anthony Hopkins en estado de gracia). 

Pero el cine de terror nos acerca a nuestros miedos, los explica o los lleva a otras dimensiones. Nunca hemos tenido tanto pavor a la incapacidad de valernos por nosotros mismos, a perder los recuerdos o a morir solos como ahora, en un mundo donde por fin hemos entendido que el tiempo es lo más valioso que tenemos.

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