[Sundance 2022] ‘Sharp Stick’: la (in)madurez sexual según Lena Dunham

La creadora de ‘Girls’ decepciona con su segunda película, tercer gran proyecto. Una fábula sexual increíble, de no creer.
Sharp Stick
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Cinemania
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Los dos mejores personajes de Sharp Stick son dos que, probablemente, habrían sido buenas secundarias o invitadas en algún capítulo de Girls: Jennifer Jason Leigh, como la madre de la protagonista, una ex vividora, hippie trasnochada, con cinco matrimonios rotos, dos hijas que ha criado sola, mucha fluidez verbal, mucha libertad; y su hija mayor, interpretada por Taylour Paige, obsesionada con el TikTok, las redes sociales y enamoradiza como su madre. 

Pero, tristemente, ninguna de las dos tiene el suficiente tiempo en esta película, la segunda de Lena Dunham, 10 años después de su sorprendente y encantador debut Tiny Furniture, aquel filme que le abrió las puertas para acabar creando una serie generacional, Girls.

Pero no, no hay nada de Girls en Sharp Stick más allá de esos dos personajes. Tampoco es que le pidiéramos a Dunham una repetición en formato película, pero sí un reconocimiento de su voz, de su sentido común o falta de él para hacer las preguntas pertinentes. Ese ha sido su valor. Y lo seguirá siendo.

Lena Dunham en Sundance.
Lena Dunham en Sundance.
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Dunham dice que Sharp Stick es tremendamente personal. La protagonista, Sarah Jo (interpretada por Kristine Froseth) pasa por una histerectomía a los 17 años que acaba marcando su vida, limitándola aparentemente. La directora y guionista pasó por lo mismo hace unos años. El dolor previo y la imposibilidad de tener hijos tras la operación han moldeado su carácter. Como lo ha hecho con Sarah Jo. 

Por eso, dice, su protagonista es ahora una mujer de 26 años ultranaíf, que vive en mundos rosas, viste como una niña, casi habla como una niña y no solo es virgen, no sabe nada de sexo (cuando su madre y su hermana hablan de ello todo el rato, ejem). Es un personaje que no despierta curiosidad sino nerviosismo e incredulidad.

Sarah Jo decide perder su virginidad con el padre (Joe Bernthal) del niño con Síndrome de Down que cuida. Un padre casado con una mujer muy embarazada (la propia Lena Dunham). Esta inocencia y desconocimiento de ella sobre sexo es una mecha para encender un ardiente affaire que el hombre aprovecha. Muy cliché. 

Y en un siguiente giro de los acontecimientos, Sarah Jo se obsesiona con el porno, dibuja una lista (en bonitos colores pastel) de cosas sexuales pendientes que le quedan por probar y se cita con desconocidos en su cuarto rosa para probar todo. “El porno es curativo”, dice Dunham. Algún porno, quizá, solo ese casi irreal que aparece en el filme (con Scott Speedman como porn star), tan increíble como el resto del argumento.

Kristine Froseth en su universo rosa.
Kristine Froseth en su universo rosa.
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Mientras miraba a Sarah Jo, me preguntaba todo el rato si esta mujer abriéndose a la vida con 26 años tenía algún tipo de condición. Y aunque Dunham ahora ni lo mencione, al parece esa fue su idea inicial, a la vista de este hilo de Twitter: en un primer momento, la imaginó como una mujer autista. 

Lo que quizá sí le da más sentido a la historia, se entiende más el conflicto del personaje, su comportamiento, pero también entonces lo hace aún más controvertido y complicado. Innecesario. Y quizá, en ese sentido, Dunham sí ha aprendido a alejarse algo de la polémica. Porque ya la película de por sí, iba a encender conversaciones, y levantar bandos.

Y, en cualquier caso, se sigue agradeciendo que Lena Dunham se preocupe por encontrar otras formas de hablar de la sexualidad femenina, de retratarla y mostrarla en pantalla. Que se siga arriesgando. Y, por eso, sí puede haber algo interesante y salvable en Sharp Stick. 

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