Sitges 2023 | Los médicos de la peste, una médium farsante y el fantasma de una niña se dan de la mano en 'La ermita'

"La creencia es la mitad de toda curación. La creencia en la cura, la creencia en el futuro que nos espera". En 2016, Juan Antonio Bayona enfrentaba a un niño a la pérdida progresiva de su madre por un cáncer terminal en Un monstruo a verme, suponiendo uno de los relatos vitales más trágicos y desgraciadamente reales. 

Entre monstruos y mundos de fantasía, el pequeño era interpretado por Lewis MacDougall, introduciéndose en el papel de Conor en el filme de Bayona, cineasta que este año recibía el Premio Máquina del Tiempo en el Festival de Sitges y presentaba el filme La sociedad de la nieve. Un joven protagonista que luchaba por transformar ese dolor en aceptación, superación y recuerdo de aquellos momentos que siempre perdurarán.

En esta misma línea y virando hacia el terror, Carlota Pereda ha presentado en el Festival de Sitges La ermita, su segundo filme tras la buena acogida de Cerdita. Lograr tener éxito una vez es complicado, pero mantenerse ahí lo es aún más. Carlota Pereda demuestra su solvencia en la dirección enfrentando a la protagonista de su nuevo filme al trauma de tener que despedirse de su madre mientras la vida de esta se extingue.

'La ermita'- Crítica de la película

Aquellos que hemos vivido cómo una enfermedad de este tipo arrebataba la vida de un ser querido prematuramente empatizamos de una mayor manera con el trasfondo de un filme que incide en la necesidad de evadirse de la realidad a través de la fantasía, mientras intentamos pugnar contra los peores fantasmas. 

La historia del trauma que se produce y el duelo ante la pérdida de un ser querido se convierte en el gran atractivo de La ermita. Sin embargo, el filme adolece de unos efectos especiales que trabajen al mismo nivel, mientras Pereda se separa del humor que hizo que nos enamoráramos del cortometraje y su posterior adaptación al largo de Cerdita, reduciéndolo a unos cuantos gags.  

En La ermita, los ritos paganos y los religiosos se entremezclan para encajar en la celebración de la fiesta de un pueblo vasco. En este emplazamiento, los vecinos conmemoran el aniversario de aquellos enfermos de la peste que fueron emparedados en una ermita por una serie de médicos, quienes retornan anualmente al mundo terrenal durante varios días. Esto causa que sus puertas se abran y se sellen durante los festejos, contando en estos eventos con una de las mujeres consideradas como la bruja del pueblo.

Este legendario provoca que la joven protagonista, Emma (Maia Zaitegi), intente aprender a comunicarse con el espíritu de una de las niñas, Usoa, quien lleva siglos atrapada en esta ermita. Tales serán sus ansias que convencerá a Carol (Belén Rueda), la hija de la susodicha bruja, para que le ayude a hablar con los muertos. Algo que hará que sus destinos se unan y que la vida de Emma quede pendida en las manos de las de Carol. Todo mientras unos médicos de la peste azotan a las protagonistas.

Belén Rueda interpreta un papel muy diferente al que nos tiene acostumbrados como una médium farsante que ayuda a la pequeña protagonista a contactar con los espíritus para que ayuden a su madre. Un personaje que no termina de encajar en una historia en las que verdaderamente brillan mucho más Elena Irurate, como la afligida vecina, y Loreto Mauleón, como la madre enferma de la criatura, coincidiendo de nuevo después de su trabajo en la serie Patria.

Partiendo de una idea potente sobre el enfrentamiento del trauma a través de la fantasía, La ermita se va desinflando con el paso del metraje e impide que podamos hablar de una joya como Cerdita. Un hecho que también se ve aupado por diversos problemas de montaje y diseño de producción que provocan que salgamos constantemente del filme. No obstante, Pereda consigue hacer un filme más que digno y continúa apostando por el terror, un género en el que aún faltan muchas más mujeres directoras. 

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