Léa Seydoux es Gabrielle en The Beast, la nueva película del francés Bertrand Bonello (L'Apollinide. Casa de tolerancia; Nocturama) en la que adapta de manera muy libérrima el relato La bestia en la jungla, de Henry James. La protagonista es una mujer que, en un futuro cercano, decide purificar su ADN con el fin de obtener un trabajo de calidad. La inteligencia artificial se ha impuesto y, con esta, un mundo sin emociones.
En mitad de ese proceso, conocerá a Louis (George MacKay), con quien siente una poderosa conexión, que se revelará tan cierta como profunda durante el proceso de purificación. Un tratamiento que trasladará a la protagonista a tres periodos distintos: 1910, 2014 y 2044.
'The Beast', crítica de la película
De principio a fin, desde los créditos iniciales a los finales, The Beast, la nueva película de Bertrand Bonello es una barbaridad. Si la cartela inicial arranca con una increíble secuencia de croma verde que concluye con el rostro de Léa Seydoux desintegrándose en un cúmulo de píxeles, dando paso al título del filme, todo lo que aglutinan los siguientes 140 minutos (aproximadamente) de la película es de lo más brillante que se verá en las pantallas de esta temporada cinematográfica.
"Vio la Jungla de su vida y vio la Bestia acechante; después, mientras miraba, la percibió, como una conmoción en el aire, alzarse, enorme y repugnante, para dar el salto que le destrozaría", escribió Henry James en el corolario de La bestia en la jungla, relato que Bonello adapta de manera muy libérrima para llevárselo a su terreno. Esto es, el de la reflexión sobre la imagen contemporánea, su maleabilidad y su amenaza.
Ha querido la casualidad que este 2023 y esta 68ª Seminci hayan congregado dos versiones del mismo relato de James. La aquí firmante perdió la oportunidad (por motivos laborales) de ver la adaptación de Patric Chiha, pero la de Bonello, siendo, en bastantes ocasiones, laberíntica y espesa, resulta tan abrumadoramente estimulante y magnética que, claro, sus virtudes eclipsan cualquiera de sus pasos en falso.
¿Cómo no hipnotizarse con la presencia de Léa Seydoux y George MacKay cuando este le comenta, en una fiesta en plena Belle Époque parisina, "la conocí en Roma hace muchísimos años. Lo recuerdo todo perfectamente"? ¿Cómo no alucinar con los saltos en el tiempo, las elipsis y los descoloques? ¿Con su poder de seducción? ¿Con su hondo pesimismo?
Con la consolidación de la IA como telón de fondo, en un mundo que rehuye de las emociones con el fin de sentirse más sereno y medrar en una sociedad con más de un 60 por ciento de paro, la humanidad se ha sometido a un proceso de purificación de ADN para erradicar todo sentimiento. Gabrielle está a punto de pasar por ese trance cuando un encuentro fortuito con Louis la lleva a rememorar, tecnología mediante, sus vidas pasadas enamorada de él.
El hieratismo con que los enamorados declaran su amor, secreto, en los primeros años del siglo XX se acerca a la prudencia higiénica del presente de la película, el año 2044, y contrasta con la paranoia del tramo previo, el año 2014, en el que la película se desplaza a Los Ángeles para, con ecos de Lynch o De Palma, y guiños directos a Harmony Korine, hablar del delirio del mundo contemporáneo.
Toda The Beast, en suma, es una absoluta chifladura, con una poderosa y nihilista reflexión acerca del amor como un imposible. En cada uno de los períodos, hay algo que impide la consecución del amor romántico y, como Sísifo y la montaña, los amantes de Bonello están condenados a la catástrofe, ya sea bajo la forma de un desbordamiento fluvial, un terremoto o una pandemia. Bajo esa jungla de sus encuentros, está siempre la bestia acechando. En posición para dar el salto que los destrozará.
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