Fernando León de Aranoa: “Lo de abaratar el despido para que haya más empleo me parece una broma”

Hablamos con el director de ‘Los lunes al sol’ sobre su película nominada a 20 premios Goya, ‘El buen patrón’
Fernando León de Aranoa
Fernando León de Aranoa
Fernando Marrero
Fernando León de Aranoa

¿Cuándo empezaste a pensar en El buen patrón y por qué?

Es una historia que comencé a escribir cuando se retrasó el rodaje de Un día perfecto, así que tiene siete u ocho años. Hace dos años y medio retomé el guion y comprobé que me seguía interesando. Lo primero que fue tomando cuerpo fue el personaje del patrón, que llegó casi a la vez que el título. Ese patrón cálido, afable, que se preocupa por los empleados, pero que, para que las cosas vayan bien en su fábrica, va metiéndose en la vida de sus trabajadores más de lo debido. Eso daba mucha comedia y a la vez me permitía hablar del empleo, de las relaciones de poder... de esas cuestiones de las que habla la película.

¿Te documentaste sobre el trabajo en empresas?

Yo he sido autónomo toda mi vida, cuando era muy joven sí trabajé en una agencia de publicidad, entre los 18 y 22, y ya me dio tiempo a entender mucho de lo que aparece en la película. Los puñales que iban de un lado a otro, la gente que lo pasaba mal, las presiones… Luego, mientras escribía el guion prestaba mucha atención a esos relatos terribles sobre la vida laboral que me contaban mis amigos que no tienen que ver con el cine. 

¿Fue difícil escribir el personaje protagonista?

Fue muy fácil. Es un personaje carismático, tiene sentido del humor, afabilidad, es un tipo de personaje tramposo, que maneja todo a su favor, que lo hace con gracia pero lo padece también. Ese tipo de personaje siempre me ha interesado y divertido. 

¿Siempre tuviste a Javier Bardem en mente para interpretar a ese personaje?

Yo siempre lo tengo en mente. Tenerle cerca es una bendición. En la vida y en el trabajo. Pensé en él muy pronto, se lo ofrecí en el Festival de San Sebastián hace dos años, en el homenaje a Penélope [Cruz]. Me parecía que podía ser un maravilloso patrón.

¿Qué creías que podía aportar al personaje?

A mí me ha gustado mucho ver cómo maneja el humor y la comedia en algunas situaciones. Me reía mucho en el rodaje, por ejemplo en la escena de la cena que parece que va desapareciendo detrás de la mesa. Hacía mucho tiempo que no veía a Javier en una película con tanto humor.

El buen patrón
El buen patrón
Fernando Marrero

Esa escena es una de las más divertidas de la película...

La tensión va acumulándose progresivamente hasta explotar en esa escena. Dividir la semana de lunes a viernes era importante para mí, todo acaba en el fin de semana. Por eso quise marcar los días de la semana en pantalla, y esa cena es el jueves, todo el mundo está a punto de estallar y Blanco cada vez lo tiene más difícil. A mí esas escenas de sobremesa me gustan mucho porque puedes jugar con todas las relaciones entre los personajes, expresar lo que pasa por encima y por debajo de la mesa y dónde está cada uno, qué espera cada uno de los demás. 

Dices que es el reverso tenebroso de Los lunes al sol. ¿A qué te refieres?

El personaje de Javier Bardem atraviesa todas las historias como en Los lunes al sol. En El buen patrón el humor está más presente. También porque no sabía hacerlo de otro modo, pensaba que esta tragedia no sabía contarla si no era con humor. En Los lunes... había humor pero el drama estaba más afuera. Igual que aquella hablaba del desempleo, y de la identidad a través de la tragedia del desempleo, este es el contraplano, una película sobre el empleo, de las relaciones de los personajes tanto las horizontales como las verticales, de la jerarquía de la empresa, del vasallaje, de las relaciones de competencia, del poder del patrón... Creo que pasan muchas cosas que no solo tienen que ver con el empleo en este microcosmos. Y muchas se cuentan a través de ese personaje que está acampado fuera, el pobre, completamente solo. Le escucho gritar “el pueblo unido jamás será vencido” y se me rompe el alma porque nadie se acerca a él por miedo a ser despedido también.

Hablabas de jerarquía y a mí siempre me ha llamado la atención lo jerárquico que es el cine. ¿Dirías que es un lugar de trabajo justo?

Sí, y a la vez es muy jerárquico. Pero es una jerarquía más simbólica, tiene que ver con el sistema de trabajo. No es una jerarquía donde uno es más importante. Quizás pase en algunos rodajes pero no es mi experiencia. Más que jerarquizado está muy compartimentado y tiene que ver con que todo se tiene que hacer en muy poco tiempo y esa compartimentación del trabajo permite que se pueda hacer todo. Tiene algo de militar. Cada uno se ocupa de una parte y tiene muy claro lo que tiene que hacer.

¿Crees que vamos a peor en las cuestiones laborales?

No tengo duda. Se precariza mucho el trabajo. Nos alegramos de cosas que hace años hubiesen sido inaceptables. Salvo en determinados sectores, que es algo que contábamos en Los lunes al sol. Cómo en la industria pesada sí hay todavía un sentimiento de clase que conlleva una defensa de los derechos desde lo colectivo y no desde el individualismo. La sensación de pertenencia a algo superior hace que les merezca la pena librar esa lucha. Eso pasa en muy pocos sectores. En el mío no pasa. Todas las reformas laborales y sus correcciones lo que han hecho es precarizar mucho el empleo. Escucho que hay que abaratar el despido para que haya más empleo y me parece una broma. La lógica es la que está detrás del mercado. Son los beneficios.

El buen patrón
El buen patrón
Fernando Marrero

El lenguaje de la cámara cambia a lo largo de la película, de la armonía del principio a la cámara en mano.

Había algunas claves que manejábamos con Pau [Esteve], el director de foto. El lunes el protagonista va tranquilo al trabajo y todo es perfecto, el martes ya le ha acampado uno enfrente... Esto estaba en el guion pero quería transmitirlo rodando. Al principio todo es más estable y armonioso, pausado. De hecho, al principio la balanza que hay en la puerta de la empresa está perfectamente equilibrada, y luego se posa un pájaro y deja de estarlo. Buscábamos la horizontalidad en las composiciones, en las líneas horizontales y verticales, que queríamos que fuesen muy nítidas. Está en el arte también. En la entrada de la fábrica, con esas farolas tan verticales. Y conforme avanza la semana Blanco va perdiendo control y ese es su gran drama. Empieza a perder el equilibrio y todo se va descompensando que es su pesadilla como fabricante de básculas. Queríamos que la imagen acompañase esa sensación de vértigo y desequilibrio. Era progresivo, íbamos dándole más movimiento a la cámara. De hecho, el último día, el viernes, ya rodamos todo cámara en mano.

¿Cómo es empezar en este negocio escribiendo para Chicho Ibáñez Serrador en el Un, dos, tres... responda otra vez? ¿Qué aprendiste de él?

Estaba estudiando en la complutense Imagen y me surgió un trabajo de dibujante en una agencia de publicidad. Fue mi primer trabajo. No era lo que quería hacer pero dibujar me gustaba mucho y me pagaban. Y a la vez desde primero de carrera empecé a interesarme en el guion por un curso que hice. Con Chicho trabajé dos temporadas en el equipo de guion del programa. Teníamos una reunión semanal para lanzar ideas que él articulaba. Nos pedía que escribiésemos sketches que luego él reescribía. Y aunque no tenía que hacerlo yo aprovechaba y me metía en el control de realización de los Estudios Buñuel con él. Era un lujo verlo trabajar. Chicho era muy perfeccionista, muy detallista, muy rápido. Aceptaba o rechazaba las cosas al instante y luego explicaba por qué. La explicación siempre era magistral. Y sabía muchísimo. 

¿Te enamoraste de la escritura de guion trabajando a su lado?

Yo empecé a escribir por un curso que hice durante la carrera. Una de las profes era Lola Salvador a la que considero mi maestra. También estaban Joaquín Oristrell y Manolo Matgi. Yo no había escrito mucho, hasta entonces me había dedicado a dibujar. Pero fue un taller muy iluminador. Hablaban con una pasión del oficio que me inspiró muchísimo. A partir de ahí me surgieron mis primeros trabajos de televisión, de series, cada vez ficciones más largas y en paralelo iba escribiendo guiones para mí, para ver si los vendía a alguna productora. La idea de Familia apareció en esos años. Era muy distinto a los de las comedias que escribía entonces y decidí guardármela. Me pareció una buena película para dirigirla yo. De hecho, el algún momento me la quisieron comprar para que la dirigiese otro director pero dije que no.

¿Qué fue lo que te hizo dar el salto a la dirección?

A mí me interesaba mucho más la escritura y sigue siendo un poco así. Me parece lo más interesante, es donde surge todo, los personajes. Aunque después de algunas películas escritas por mí y que habían dirigido otros directores me animé. Sirenas, mi cortometraje, me sirvió para darme cuenta de que me podía divertir dirigiendo. Sobre todo me gustó mucho el trabajo con los actores. Me acuerdo que por aquella época me crucé con Rafael Azcona en la puerta de los Renoir y me dijo: “Esto es una traición. Nos dejas. Ya no eres guionista”. Espero que lo dijese en broma.

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