Roscoe 'Fatty' Arbuckle, la historia real del primer escándalo de Hollywood que se llevó por delante una carrera estelar

Era una de las estrellas cómicas más importantes del mundo, a la altura de Chaplin y Buster Keaton, pero una terrible acusación de violación y asesinato lo convirtió en actor proscrito y cuestionado por la historia.
Roscoe 'Fatty' Arbuckle con un adorno de flores en 1924
Roscoe 'Fatty' Arbuckle con un adorno de flores en 1924
AP/LAPRESSE
Roscoe 'Fatty' Arbuckle con un adorno de flores en 1924

En 1921, Roscoe Arbuckle podía presumir de estar en la cima de su gloria. El actor y director, alias Fatty, se había convertido en el primer intérprete en ganar más de un millón de dólares al año y, en aquella época, era más conocido que Charlie Chaplin y Buster Keaton juntos. Sin embargo, las mentes puritanas de Estados Unidos, siempre deseosas de moralizar Hollywood, veían con sumo desagrado la vida libertina de un hombre aficionado al alcohol y la heroína.

El 5 de septiembre de aquel año, en plena ley seca, Arbuckle organizó una fiesta en su honor en el Hotel St. Francis de San Francisco. Junto a dos colegas, el actor había reservado tres habitaciones contiguas de aquel establecimiento para darlo todo en una juerga salvaje donde sobrarían el baile, el alcohol y las drogas.

En mitad del sarao, Virginia Rappe se vio superada por la borrachera y decidió retirarse. Cuatro días más tarde, la actriz falleció en un hospital de la ciudad debido a una peritonitis derivada de una perforación de vejiga. La amiga que la acompañó a la fiesta, Maude Delmont, acusó a Arbuckle de haber violado y ocasionado la muerte a Rappe.

Acusaciones y juicio contra Arbuckle

Por otro lado, el fiscal Matthew Brady, que parecía necesitar un caso jugoso para ganar popularidad y convertirse en el próximo gobernador de San Francisco, decidió detener al actor bajo la acusación de asesinato. “En nuestro estado toda muerte acaecida durante una violación se considera asesinato”, le comentó. “No bromeamos con las vidas ajenas. No es más que una acusación, señor Arbuckle, no es una condena”.

Nadie encontró pruebas que incriminasen al actor. Pero, tal y como señalan los autores Nadar y Julien Frey en su novela gráfica Fatty. El primer rey de Hollywood (Astiberri), los estudios de cine, las ligas por la virtud y los tabloides se unieron aquellos días contra Arbuckle, que obtuvo la libertad bajo fianza y pudo regresar a Los Ángeles para preparar el juicio.

La reputación y la carrera del cómico cayeron en picado. Sus películas desaparecieron de la cartelera de un día para otro, los estudios de cine rescindieron sus contratos con Arbuckle, y sus otrora seguidores empezaron a apedrear sus fotos en las marquesinas.

Arbuckle, que ya se había convertido en una presa ideal para la prensa amarillista, fue sometido a un juicio paralelo realizado por los periódicos del millonario William Randolph Hearst. Aunque Delmont aseguró que el actor introdujo un hielo en la vagina de Rappe, Hears decidió transformar el hielo en una botella de Coca-Cola. Al poco, ciertos periódicos empezaron a contar que en realidad era una botella de champán. Cualquier cosa valía con tal de vender más ejemplares.

Tras dos juicios nulos, el tercero, celebrado con jurado popular en marzo de 1922, declaró a Arbuckle inocente. Además de emitir veredicto de no culpabilidad sobre el actor, el jurado le pidió disculpas. "La absolución no es suficiente para Roscoe Arbuckle. Sentimos que se ha cometido una gran injusticia con él", señalaron.

Aquel desagradable episodio fue la guinda del pastel de tragicomedia de Arbuckle, que nació en una granja de Kansas pesando ocho kilos (de adulto llegó a superar los 120), y tuvo una infancia marcada por la falta de cariño y el abandono (su madre murió cuando él tenía doce años).

El ascenso de una estrella

Arbuckle, que era bastante ágil para ser tan corpulento, empezó a actuar cuando tenía ocho años, después de que su familia se mudara a California y una compañía teatral que pasaba por la ciudad necesitara sustituir a un actor infantil. Tras triunfar en el vodevil, escapó de casa de su maltratador padre y empezó a hacer giras como parte del circuito de teatro Pantages.

En 1908, Arbuckle conoció a Minta Durfee, que actuaba en el mismo cartel que él en Long Beach, y al poco se casó con ella. Ya en 1913, fue contratado por Mack Sennett para su productora Keystone, que empezó pagándole cuarenta dólares semanales. Ya en ese primer año, el actor actuó en más de treinta cortometrajes. Al año siguiente, Charlie Chaplin se unió al estudio, y Arbuckle y él actuaron juntos en siete películas que tuvieron bastante éxito.

“El personaje de Fatty, interpretado por Roscoe Arbuckle en el cine a partir de 1913, se inscribe en una larga tradición de espectáculos populares”, señala en Fatty el productor de cine Serge Bromberg. “Arbuckle enseguida se dio cuenta de que el público quería transgresión y que, por una vez, el ‘gordo’ podía ser la estrella y ocupar solo el cartel. Así que, en la primera década del siglo XX, Fatty no se anduvo con chiquitas”.

En 1917, Arbuckle montó su propia productora junto a Joe Schenck y dio su primera oportunidad a otro genio de la comedia, un tal Buster Keaton, “al que enseñó los gajes del oficio y dio un primer empujón”. Pero la diversión se acabó con la llegada de los años veinte. Arbuckle abandonó entonces el universo de los filmes rápidos y firmó con la Paramount para hacer una serie de películas.

“Arbuckle entraba así en el gran mercado de un cine glorioso pero que tenía algo siniestro”, cuenta Bromberg. “Cada paso en falso le valía las condenas de la prensa o el público, lo que solo podía compensar con el éxito de taquilla de sus películas. Mientras las salas estuvieran llenas, Arbuckle resultaba intocable”.

Bromberg opina que el pobre Arbuckle fue ante todo víctima de un sistema, “de un mundo al que pertenecía poco. Al igual que Chaplin, Fairbanks o Gloria Swanson, había conocido un cine pionero, sin recursos, rebosante de juventud, libertad, inocencia y vida. Luego sucedió que todo lo que se proyectaba en las pantallas podía ser usado en su contra. Para seguir existiendo, Roscoe se iba a ver obligado a dejar de ser Fatty y entrar en vereda”.

Un actor proscrito

Pese a quedar absuelto, el escándalo en el que Arbuckle se vio envuelto supuso el final de su exitosa carrera como actor cómico. “Los gerifaltes de Hollywood querían moralizar la industria”, cuentan los autores del libro. “Para que no pareciera que lo hacían ellos, crearon la MMPDA: la Motion Picture Producers and Distributors of America”. Su presidente, William Hays, decidió que Arbuckle no saldría nunca más en las pantallas. Poco después, dio comienzo el código de censura que Hays iba a imponer.

Parece ser que los juicios a los que tuvo que hacer frente dejaron a Arbuckle endeudado y agravaron su problema con la bebida. El actor volvió entonces al circuito del vodevil y, en 1924, su colega Buster Keaton lo contrató como codirector de El moderno Sherlock Holmes. Pero el actor proscrito estaba tan irritable que Keaton lo despidió al cabo de tres semanas.

Con el tiempo, Arbuckle logró labrarse una carrera estable como director, bajo el seudónimo de William B. Goodrich. A finales de los años veinte, compró un club nocturno en Culver City que se puso muy de moda y acabaría convirtiéndose en el lugar de reunión preferido de sus amigos famosos. Al mismo tiempo, el auge del cine sonoro le brindó más trabajo. No en vano, Warner Bros. le contrató en 1932 para protagonizar varios cortos y, al ver que ninguno de ellos había resultado controvertido, hasta consideró la posibilidad de contar con él para una película.

Por desgracia, la noche después de firmar el contrato, Fatty murió mientras dormía en su habitación del Park Central Hotel, debido a un ataque al corazón, a la edad de 46 años. Buster Keaton comentó luego que Fatty había muerto en realidad porque le habían roto el corazón.

“La historia ha dictado sentencia”, apostilla Bromberg. “Todo el mundo se olvidó enseguida de Virginia Rappe, pero Buster Keaton tuvo en su salón el retrato de Arbuckle hasta su último aliento para acordarse de un amigo fallecido hacía treinta años, que había sido víctima de unas circunstancias trágicas. Ese retrato sigue pendido bien alto en el panteón de los inventores y los grandes artistas del cine”.

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