Rizoma 2022 | 'Jusqu’ici, tout va': ¿De qué hablamos cuando hablamos de honestidad en el cine?

La ganadora del Rizoma 2022 es una crítica autorreflexión sobre el oficio del cine en una historia sobre una actriz que se niega a hacer una escena de desnudo. 
Imagen de 'Jusqu’ici, tout va'
Imagen de 'Jusqu’ici, tout va'
Cinemanía
Imagen de 'Jusqu’ici, tout va'

Música a todo trapo, una actriz bailando en una increíble coreografía y una estética muy videoclipera. Todo ello se ve interrumpido de golpe y porrazo por un ¡CORTEN! que devuelve a la realidad. Un rodaje de cine es mucho menos glamuroso cuando se apagan las luces, la mitad de gente se quiere ir a comer y aún faltan planos por rodar pero producción solo ha contratado el plató para unos pocos minutos más, apenas una hora. El arranque de Jusqu’ici, tout va es toda una declaración de intenciones de una película que no solo pretende desidealizar el cine, sino ahondar en él y las motivaciones que lo hacen funcionar.

Tras ser presentada en el Atlántida Film Fest y erigiéndose ahora como la flamante ganadora del premio Rizoma de cine 2022Jusqu’ici, tout va es un lúdico ejercicio de autorreflexión cinematográfica por parte de su director, el debutante Francesc Cuéllar, quien ejerce de protagonista junto a la actriz Lola Marceli. En una propuesta claramente en consonancia con la idea metacinematográfica que plantea la película, Cuéllar da vida a un director de cine que se reúne con su actriz protagonista cuando esta le pide desechar la escena de desnudo que tenían pactada desde el principio. 

A partir de ahí comenzará una larga conversación que comienza con la excusa del desnudo pero que rápidamente plantea otras cuestiones de vital importancia en la vida y en el cine: la búsqueda de reconocimiento, la confianza entre director y actriz, el derecho a cambiar de opinión...pero sobre todo la honestidad, tanto para con los demás como con uno mismo. En este caso, la del personaje que interpreta Cuéllar, un joven y prometedor cineasta que se llena la boca para hablar de "honestidad" pero lo cierto es que en ningún momento piensa en otra cosa que no sea el futuro éxito de la película en festivales y que justifica cada cosa en base a "lo que va a molar".

La de Jusqu’ici, tout va es una conversación larga, sí, pero no por ello pesada o tediosa. Nada más lejos de la realidad, pues Cuéllar filma a la perfección la creciente tensión y nacimiento de un clima de desconfianza mutua en un diálogo que transita de una reunión informal a una acalorada discusión pasando por casi todos los estadios de una relación posible. Y todo ello no se podría sustentar tampoco sin las interpretaciones de Lola Marceli y el propio Cuéllar, quienes aguantan el tipo incluso en los planos más cortos como si de un combate entre dos púgiles se tratara, resultando ambos vencedores a los puntos, si es que puede haber un ganador en una contienda así. 

Porque al final Jusqu’ici, tout va no es una cuestión tanto de quién lleve razón o quién haya traicionado a quién. Es una cuestión de indagar en por qué se hace el cine y de qué maneras se puede hacer. Aunque no lo parezca, una determinada luz o un repentino cambio de plano lo pueden cambiar todo, y esas son solo algunas de las muchas decisiones vitales que pueden interferir a la hora de hacer sentir al actor de una manera u otra. La película se guarda una gran sorpresa para el final que no desvelaremos y que, a pesar de ser todo un giro dada la acalorada discusión. Un cambio de rumbo lleno de corazón y optimismo que resulta sin duda una idea acertada, coherente y, sobre todo, honesta. Y mientras se sigan haciendo películas así, honestas, de momento todo va bien.

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