Quién es Pauline Kael, y por qué Tarantino quiere basar su última película en ella

El film número 10 se titulará 'The Movie Critic', y al parecer se inspira en la famosa crítica de cine.
Pauline Kael y Quentin Tarantino
Pauline Kael y Quentin Tarantino
Pauline Kael y Quentin Tarantino

El pasado enero Reservoir Books publicó en España Meditaciones de cine, segundo libro de Quentin Tarantino. No había pasado mucho tiempo desde la aparición del anterior y a primera vista había grandes diferencias entre ambos: mientras que Meditaciones de cine es una compilación de ensayos, Érase una vez en Hollywood es una novela que expande la historia de la película homónima, estrenada en 2019.

La cuestión es que ambos libros, Meditaciones de cine y Érase una vez en Hollywood, se ubican en una fase muy concreta de la trayectoria artística de Tarantino, enunciada por su último film hasta la fecha. Tras poner su cinefilia al servicio de una ficción disfrutable y de vocación popular, el director se acerca a los 60 años y prefiere ponerse reflexivo. Érase una vez en Hollywood es una declaración de principios y una compleja carta de amor al cine, y algo así apunta a ser el siguiente film.

Sería el décimo y, según el director de Pulp Fiction asegura, el último. Tarantino quiere retirarse tras su próxima película para dedicarse por completo a la escritura (de novelas o, más seguramente, ensayos como los que pueblan Meditaciones de cine). Según se ha sabido recientemente el film va a titularse The Movie Critic, y puede que en España deba traducirse como La crítica porque se centra en una mujer. Todo apunta a que dicho personaje está inspirado en una tal Pauline Kael.

Portada de 'Meditaciones de cine'
Portada de 'Meditaciones de cine'
Reservoir Books

Les perdimos en las películas

“Para mí, Pauline Kael ha sido tan influyente como cualquier director de cine”. Incluso sin el precedente de declaraciones así, el influjo de esta escritora estadounidense fallecida en el 2001 es evidente solo con acercarse a las páginas de Meditaciones de cine. La formación cinéfila de Tarantino ha pasado tanto por el visionado extenuante de películas como por leer sobre ellas, y su último libro tiene la huella de Kael.

Es lógico por tanto que tras las reflexiones de Érase una vez en Hollywood en torno a la producción y la industria de finales de los 60, un “cómo se hacen las películas”, Tarantino pregunte “cómo se escribe sobre películas”. Es la fase donde se encuentra su carrera y, como bien puede ser también su plan hasta que se jubile, Pauline Kael tiene las claves para brindar un testamento cinematográfico a la altura de su celebridad.

Así que hablemos un poco de Pauline Kael.

Pauline Kael
Pauline Kael

Tarantino ha declarado que el guion que ha escrito y quiere filmar se ambienta en Los Ángeles de los años 70, en lo que bien puede ser la primera transgresión de muchas de una historia real: la carrera de Pauline Kael se desarrolló en su mayor parte en Nueva York. Si bien es cierto que ella era californiana y estudió Filosofía y Literatura en la universidad de Berkeley, antes de abandonarse a la vida bohemia.

En la década de los 40 Kael frecuentaba círculos poéticos, escribía obras teatrales e incluso coqueteaba con el cine experimental, pero todo cambió cuando en el 48 nació su hija Gina y la escritora tuvo que pasar a ganarse la vida en serio. A principios de los 50 se había resignado a no poder dedicarse profesionalmente a la escritura, pero entonces un día, mientras despellejaba Candilejas de Charlie Chaplin en una cafetería con unos amigos, Peter D. Martin quedó impresionado por su verborrea.

Martin acababa de fundar City Lights junto a Lawrence Ferlinghetti, miembro de la Generación Beat. Antes de que esta revista fuera conocida a lo largo y ancho del país por publicar el Aullido de Allen Ginsberg, sus editores le ofrecieron una colaboración a Kael manteniendo intacto su carácter. No tuvo pegas, y en los años sucesivos arremetió en su nueva tribuna contra West Side Story o Hiroshima mon amour.

Del film de Alain Resnais escribió “se dice que esta película destruye las cualidades del tiempo, y puedo decir que en efecto ha destrozado el mío”. La contundente voz de Kael, que solía ir a la contra del resto de la crítica nacional, halló un lugar privilegiado en 1965. Fue cuando se publicó su primera antología, I lost it at the movies: un best-seller imprevisto. Durante sus años en City Lights, Kael había reunido a un fandom.

Portada de 'I lost it at the movies'
Portada de 'I lost it at the movies'

Las ventas de I lost it at the movies condujeron a que la revista femenina McCall’s le fichara como crítica, pero pronto estalló el conflicto: odió ferozmente Sonrisas y lágrimas, y en su texto la describió como “una mentira azucarada que nos convierte en imbéciles emocional y estéticamente según tarareamos sus canciones empalagosas”. Fue despedida en el acto, y no duraría mucho más en The New Republic.

En el marco de esta nueva publicación fue, sin embargo, donde empezaría a forjarse de verdad la leyenda de Pauline Kael. Arthur Penn estrenó Bonnie & Clyde en 1967 topándose con una abrumadora mayoría de reseñas negativas, que reaccionaban con asco a su violencia. A Kael, por su parte, le había entusiasmado, y así lo expresó en la crítica correspondiente… que The New Republic se negó a publicar.

Kael dijo que la experiencia de ver Bonnie & Clyde “estaba conectada con la forma en que veíamos películas de niños”, algo de lo que sus lectores pudieron darse por enterados cuando el New Yorker recuperó el texto que The New Republic había desechado y lo publicó en sus páginas. Kael se fue a trabajar a esta prestigiosa cabecera, que no abandonaría hasta su jubilación más de veinte años después.

La reina del Nuevo Hollywood

“Sin la crítica de Kael, Bonnie & Clyde hubiera muerto como un perro”, dijo el productor Robert Towne. Kael tenía tal presencia mediática a fines de los 60 que ya no era una simple opinadora ocurrente, sino toda una prescriptora cultural con poder para hundir o estimular la recaudación de las películas que le desagradaban o disgustaban. Es por ello que llegados los años 70, donde Tarantino encuadrará The Movie Critic, fue tan fundamental para la conformación del Nuevo Hollywood.

Las valoraciones de Kael se pusieron del lado de cineastas como Brian De Palma, Martin Scorsese o Robert Altman, ayudando considerablemente a que su carrera progresara y el gran público se interesara por ella. No le ocurrió lo mismo con otros nombres de la época como Woody Allen o Clint Eastwood, cuyo Harry el sucio tachó de propaganda fascista, mientras a cada tanto se involucraba en nuevas polémicas.

Fotograma de 'El último tango en París'
Fotograma de 'El último tango en París'

Kael fue la máxima defensora de El último tango en París, cuestionó la banalización de la violencia que practicaba La naranja mecánica y señaló la mirada masculina que imperaba en Una mujer bajo la influencia de Cassavetes, cuya demoledora crítica citaba Estoy pensando en dejarlo de Charlie Kaufman. Y hablando de reverberaciones en el cine de años muy posteriores a su carrera, en el 71 Kael enfureció a amigos y conocidos con la publicación de su ensayo Raising Kane.

La investigación de Kael descartaba la autoría conjunta del guion de Ciudadano Kane para reivindicar a Herman J. Mankiewicz, lo que le valió reproches de Peter Bogdanovich y amenazas de denuncia por parte de Orson Welles. Raising Kane fue, claro, la principal fuente de Mank, dirigida por David Fincher, y la controversia desatada en su momento no hizo sino aumentar la fama de Kael, por unos motivos u otros.

Para entonces, como crítica estrella, la escritora tenía un grupo de acólitos conocidos como “paulettes”, donde despuntarían críticos como Armond White. Kael quiso erigirse pues como una suerte de mecenas del cine además de observadora contumaz, lo que llevó tanto a apadrinar a Paul Schrader antes de escribir Taxi Driver como a ejercer brevemente de asesora de Paramount como un favor a su colega Warren Beatty.

El estilo de Kael se caracterizaba por el humor y el ingenio kamikaze, así como por unos principios reiterados que no dejaban de ser irónicos al estar a favor del Nuevo Hollywood, caracterizado por la libertad creativa de directores jóvenes en oposición a las majors. Y es que Kael siempre abominó de la teoría de autor acuñada en Francia: consideraba que el cine era un ejercicio colaborativo y que para valorar un film no era necesario tener en mente la trayectoria previa de su director.

Su postura le metió en trifulcas con Andrew Sarris, embajador de la teoría en EE.UU., mientras la virulencia de sus críticas y su capacidad para destruir carreras le convertían en archienemiga de ciertos creadores. En un mismo año, 1988, Willow tuvo un villano llamado “General Kael” y La lista negra (última entrega de Harry el sucio) contó con una escena donde una crítica inspirada claramente en Kael era asesinada brutalmente. La ídola de Tarantino lo tomó como un cumplido.

Una vez le diagnosticaron párkinson a finales de los 80 empezó a disminuir su ritmo de trabajo, jubilándose en el 91 y muriendo diez años después. Cuando en 2018, víspera de cumplirse un siglo de su nacimiento, Rob Garver dirigió el documental Pauline Kael: El arte de la crítica, pudo contar con las declaraciones de Tarantino explicando el gran impacto que había tenido en su forma de ver el cine.

Tal para cual

La fama de Kael en EE.UU. es equiparable a la de Roger Ebert aunque, a diferencia de este crítico, sus publicaciones apenas han llegado traducidas a España. Que Tarantino le dedique nada menos que su última película podría garantizar que esto cambie, así como una revalorización de la obra de Kael y el contacto con nuevos públicos y lectores. Es mucho lo que celebrar preventivamente con The Movie Critic, pero hay una pregunta que persiste: ¿por qué Kael conecta tanto con Tarantino?

En primer lugar y obviamente, por coyuntura histórica. Tarantino se formó como cinéfilo en los 70 y sostiene que aquella fue la mejor época de la historia de Hollywood: así lo desarrolla en las páginas de Meditaciones de cine, y esta conclusión es inseparable de la figura de Kael como comunicadora y acicate en la afloración de aquellas grandes películas. Tomar a Kael como punto de referencia para abordar esta etapa de Hollywood en su proyecto final tras las cámaras es muy apropiado.

Pero aún más significativas son las particularidades de Kael como crítica. Según observamos en Meditaciones de cine Tarantino adora lanzar frases lapidarias, preocuparse por el zeitgeist donde nace incrustado cada film, y proponer lecturas inesperadas de sus argumentos. Es tal cual lo que hacía Kael, al mismo tiempo que su ingenio cáustico puede rastrearse tanto en el Tarantino ensayista como en los personajes de sus películas.

Una escena de 'Érase una vez en Hollywood'
Una escena de 'Érase una vez en Hollywood'

La conexión clave de Tarantino y Kael es, sin embargo, de carácter ideológico. Podrán diferir políticamente (el director es un gran fan de Harry el sucio a fin de cuentas), pero ambos son agitadores culturales y leen el cine de forma similar. Con respecto a lo primero no hay más que comparar la prosa desprejuiciada de Kael (tan capaz de ser acusada de homófoba como de auspiciar la carrera de un crítico tan reaccionario como el mencionado White) con las hot takes que Tarantino lanza en sus apariciones públicas y la escandalosa violencia de sus films.

Con respecto a lo segundo no hay más que remontarse a otro de los textos más famosos de Pauline Kael: Trash, art and the movies, publicado en 1969. En él, Kael abordaba el así llamado cine basura: “La basura no pertenece a la tradición académica y eso es parte de lo divertido de la basura: que sabes que no tienes que tomársela en serio, que nunca pretendió ser más que frívola, trivial y entretenida”.

No solo somos gente culta y de buen gusto, también somos gente común con sentimientos comunes. Y no todos nuestros sentimientos son malos. Puedes esperar una vitalidad en esa basura que seguro que no obtendrías en una respetada ‘película de arte y ensayo’”. Kael, bañando su retórica en el populismo (pero un populismo leído, al menos), terminaba de demoler entonces la barrera de baja y alta cultura, abogando por un disfrute intenso y sin complejos de todo aquello que podría ofrecernos el cine, en cualquiera de sus formas.

¿Qué caracteriza a Tarantino como cinéfilo? Que es un omnívoro, no distingue etiquetas ni margina géneros, y asume que el ritual apasionado de la cinefilia debe pasar por la charla, la diversión y una mitomanía que no se avergüenza de sí misma. Por eso ha combinado referencias a la Nouvelle Vague y al spaghetti western en su cine, y siempre ha tenido la brújula de Kael a la hora de calibrar sus gustos y pálpitos.

En efecto, no puede haber despedida más apropiada para Tarantino que celebrar todo lo que Pauline Kael le (nos) ha dado.

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