El proyecto que recolecta cine para construir madrigueras: "No es solo ver películas, es mirar adónde nos llevan"

Nace Roedor, un proyecto de programación originado en la Cineteca de Madrid cuyo primer ciclo, 'Working Girls', es toda una declaración de intenciones.
Fotograma de 'Las amigas' (Claudia Weil, 1978)
Fotograma de 'Las amigas' (Claudia Weil, 1978)
Fotograma de 'Las amigas' (Claudia Weil, 1978)

En el verano de 2022 la cinefilia madrileña fue sacudida por un pequeño terremoto. Je ne suis pas morte, film que a fuerza de proyectarse en muy pocos lugares y carecer de copias de dominio general había acogido visos de mítico, iba a proyectarse en la Cineteca de Matadero Madrid. Ocurría dentro del ciclo Fake it ‘till you make it y el espacio contaría con la presencia del director, Jean-Charles Fitoussi. Todo un logro de organización para quienes estaban al cargo de ese ciclo, los «Jóvenes programando» de CineZeta que identifican a varias personas entre 19 y 26 años, seleccionadas cada año para impulsar este tipo de iniciativas.

Fue durante su experiencia en CineZeta que Irene Castro (investigadora en psicología) y Noah Benalal (periodista y crítica cultural) descubrieron que les gustaba trabajar juntas. «Ambas venimos de la quinta generación de CineZeta, y a lo largo de los ciclos vimos que teníamos formas de trabajar parecidas y complementarias», recuerda Castro. «A Noah se le da muy bien redactar y pensar formas de expresar ideas, y a mí se me da muy bien recolectar películas compulsivamente». Benalal bromea con que «en una dinámica caza-recolección, yo cazo y ella recolecta». Una vez concluido su tiempo en CineZeta ambas no tardaron mucho en hallar otro lugar donde seguir desarrollando esta dinámica.

«Pedro Toro, director del Festival de Cine de Alcalá de Henares, estaba rearmando al equipo. Así que nos ofreció la oportunidad de programar en Alcine», explica Benalal. Ambas estuvieron luego en la edición nº52, inaugurada en noviembre de 2023 por figuras como Pedro Almodóvar o Santiago Lorenzo. Aunque advierte que «programar para un festival es muy distinto de programar un ciclo: en uno has de hacer una selección en un certamen, y el otro requiere una parte más proactiva de buscar e investigar desde cero, sin ningún tipo de límite». «Y eso era algo con lo que queríamos seguir tras tener la suerte de hacerlo en CineZeta. Así nació Roedor, como una forma de seguir programando juntas».

Una búsqueda constante

Roedor nombra al proyecto de programación que han impulsado Castro y Benalal. «Se inspira en la costumbre de los roedores de rebuscar y recoger objetos que luego puedan servirles para hacer otras cosas, como madrigueras y diques», explica Benalal. «Un comportamiento que no es particularmente racional, sino un proceso instintivo de búsqueda y acumulación que luego, a lo largo del camino, se convierte en algo. Nosotras tenemos una tendencia instintiva a la acumulación de películas y a la búsqueda de información, sin una dirección clara. Roedor no recolecta palos y piedras sino películas, para proyectarlas».

Un roedor proyeccionista, tal es el logo que identifica al proyecto. Castro advierte que «no es un proyecto de programación al uso porque somos más caóticas; básicamente en nuestro día a día recopilamos, almacenamos y listamos todas las cosas que nos interesan en cuanto a películas, cineastas y guionistas». «Podemos llegar a intuir lo que sería una escena o una tendencia, pero hasta que no lo ves todo delante de ti no puedes generar un discurso», replica Benalal. Más allá de su afloración en medios digitales y finales de año, las listas son un artefacto muy querido por la cinefilia, como ejemplifica la red social Letterboxd.

U otra iniciativa de escasos grados de separación con Roedor, como sería Top FilmTuiter. «Hemos acumulado listas a lo largo del tiempo sin ningún propósito de programación. Era investigar por investigar, leer sobre las películas, tejer relaciones entre unas y otras. Roedor le ha dado un propósito a todo este comportamiento compulsivo», reconoce Castro, mientras Benalal destaca las dificultades que puedan haberse encontrado en esta recolección como otra seña de identidad de Roedor. «Ese momento en el que te das cuenta de que hay un montón de cine que no has visto porque no se te ha hecho accesible».

Programación de 'Working Girls'
Programación de 'Working Girls'

«La gente está acostumbrada a que se muevan películas desde varios rincones de Internet, pero la posibilidad real de ver en salas estas películas está limitada por procesos muy materiales», continúa Benalal. En ese sentido menciona la iniciativa estadounidense The Missing Movies como una inspiración. «Proyectos de este ámbito han empezado a enseñar a la gente sobre preservación de copias, y cómo protegerlas para que no salgan de circulación. Pese a esa narrativa de que el digital lo hace todo accesible el acceso a películas, si no se tienen según qué privilegios, sigue siendo muy complicado».

La idea de Roedor sería «colaborar con instituciones para hacer que se vean cosas que normalmente no se ven, y hacer accesibles a ti misma y al resto de gente películas que llevas tiempo queriendo ver». «Eso es muy poderoso, esa es la línea editorial del proyecto», asegura Benalal. Es la línea editorial que ha conducido al primer ciclo de Roedor: tendrá lugar en febrero los días 6, 7, 13 y 14, de vuelta a la Cineteca de Matadero Madrid. Se llama Working Girls: La generación ‘perdida’ del Nuevo Cine Estadounidense, e igualmente se inspira en la primera experiencia conjunta que Benalal y Castro tuvieron como programadoras. 

Mujeres trabajadoras y otras ñoñerías

Working Girls estará integrado por las proyecciones de Household Saints de Nancy Savoca (el martes 6), Las amigas de Claudia Weil (el miércoles 7), Palabras suaves de Joyce Chopra (el martes 13) y Un pez en la bañera de Joan Micklin Silver (el miércoles 14). Todas son películas dirigidas por mujeres no muy conocidas, y sin embargo entre los 70 y los 90 estas pudieron trabajar dentro del sistema de estudios de Hollywood. Podría parecer un esfuerzo para reivindicar voces silenciadas por un canon masculinizado, pero es algo más complejo.

«Working Girls no es una prolongación como tal, pero sí tiene que ver con un ciclo que hicimos en CineZeta junto a nuestros compañeros llamado Ñoñerías. Ahí sí tuvimos la obligación contextual de hacer un ciclo de ‘cine para mujeres’, aunque sin la idea esencialista de que las mujeres como autoras tengan que compartir una mirada», rememora Benalal. Ñoñerías combinaba producciones de Hollywood con comedias románticas japonesas, en torno a géneros comerciales desacreditados por ir destinados a un público femenino. «Lo que comparten Ñoñerías y Working Girls no es tanto la voluntad de recuperar a autoras mujeres como reflexionar sobre el modo en que las mujeres han funcionado como audiencia frente a los hombres».

Laura Dern y Treat Williams en 'Palabras suaves'
Laura Dern y Treat Williams en 'Palabras suaves'

«La cuestión es que la audiencia femenina no ha sido tomada en serio ni ha contribuido tanto al canon fílmico. Además hablamos de directoras que pueden haber trabajado en televisión y manejan unos códigos muy alejados de la inquietud autoral que suele reivindicar la cinefilia», apunta Benalal. Si el cine dirigido por mujeres logra hacerse un hueco en una conversación amplia suele ser dentro de unas coordenadas más independientes o llamativas, como reflexiona Castro: «El cine dirigido por mujeres que sí estaba presente en círculos cinéfilos ha acostumbrado a ser el legitimado por festivales y ciertas miradas teóricas».

«Ahí sí podía florecer, en entornos más experimentales aunque igualmente masculinizados. Dentro de la industria ha habido un ahogo sistemático de películas que nos parecían muy valiosas», confirma Benalal. Ambas recuerdan como punto de inflexión ver en el marco de aquel ciclo Gélidas escenas invernales, dirigida en 1978 por la misma Joan Micklin Silver que cuenta con Un pez en la bañera en Working Girls. «Esa película había sido muy maltratada y recortada, y nos pareció una maravilla. Totalmente equiparable a muchos títulos canónicos de ese período, o a otras películas que sí han sido recuperadas puntualmente. Pero hay cineastas que no han podido recorrer ese camino».

Detalle del póster 'Gélidas escenas invernales'
Detalle del póster de 'Gélidas escenas invernales'

Un posible ejemplo es el de Household Saints, que Nancy Savoca estrenó en 1993. El reparto de Household Saints estaba encabezado por Tracey Ullman y Vincent D’Onofrio, y Lili Taylor había sido nominada en los premios Independent Spirit por su interpretación. Tuvo una buena acogida tanto crítica como comercial (dentro de sus aspiraciones), «pero cuando se pasó de que todas las casas tuvieran VHS a que se usara el DVD por defecto, la película no hizo esa transferencia. Se quedó en un limbo, y cuando desaparecieron las primeras copias nunca pudo ser difundida porque ya no había medio», detalla Castro.

Cuando Savoca quiso exhibir más tarde su película se dio cuenta de que no podía, y «emprendió toda una travesía apasionante por el mundo laberíntico de los derechos y las copias, hasta descubrir que quedaban un par de copias en 35 milímetros». Fue así como ella puedo estrenar la película restaurada en el Festival de Nueva York y luego, junto a otras personas, quiso poner en marcha The Missing Movies. Es lo que nos lleva de vuelta a la razón de ser de Roedor. Que, contrariamente a lo que pueda parecer por su primer ciclo, no busca manejar una línea feminista. O no exclusivamente. «No queremos que el feminismo sea una temática, sino que sea algo transversal a todo», apunta Castro.

«No queremos usarlo como un claim publicitario», insiste Benalal. Las películas de Working Girls, de hecho, suscriben «un cine comercial de ambición más o menos masiva». «Solo es un cine que se revela como feminista en el momento de ver la película y descubrir que es bastante distinta a otra de la misma época con intenciones parecidas», concluye Benalal. «No es solo ver películas, es mirar adónde nos llevan».

Mark Ruffalo en 'Un pez en la bañera' (1998)
Mark Ruffalo en 'Un pez en la bañera' (1998)

Mucho camino por delante

Y, ¿adónde nos lleva Roedor? Aclarado el asunto feminista, Castro y Benalal tampoco buscan ceñirse al cine estadounidense para próximos ciclos, aunque admiten que este les parece «muy curioso y paradójico». «Es el cine que ya te sabes, que te han metido por la garganta y del que sueles querer alejarte cuando empiezas a ahondar en tu cinefilia. Así que es particularmente satisfactorio encontrar piezas desaparecidas del cine estadounidense, y comprobar cómo se relacionan con ese envoltorio aparentemente familiar», admite Benalal. «También ayuda a que en este cine empiece a haber unos mecanismos de arqueología y restauración, y una serie de iniciativas, que hacen nuestra tarea más sencilla».

«Más allá del país, algo que tienen en común las propuestas que estamos configurando es la falta de accesibilidad y el deseo de hacer que las personas lleguen a cosas que consideramos interesantes», explica Castro. «No en un sentido divulgativo, sino más como cuando algo te hace mucha ilusión y necesitas compartirlo con la gente. Nos interesa ir a buscar, sin limitaciones de tiempo y lugar. Es un poco el criterio que siguen también nuestros intereses como cinéfilas: no queremos limitarnos, sino ir construyendo el proyecto según avanza».

La acumulación de materiales que deviene madriguera, en definitiva. Una madriguera que busca expandirse más allá de Working Girls, y acaso de Cineteca. «Todo va a depender de las posibilidades materiales que nos encontremos, de las instituciones que se puedan interesar y de la forma que lo canalicemos todo», sintetiza Benalal. «Nos gustaría quedarnos aún así con la dirección que abren estas cineastas [de Working Girls] y explorar las vías que abre este ciclo, en términos de programar pero también de pensar y producir un conocimiento alrededor. Quizá haya ciclos e ideas que tengan cabida en otras pantallas; nuestra idea es seguir haciendo cosas en los espacios que nos lo permitan».

Siempre teniendo presente lo aprendido en CineZeta. «Cuando estábamos ahí lo que más ilusión me hacía era ver cómo las personas eran apeladas por las películas», cuenta Castro. Y Benalal vuelve a acordarse de Gélidas escenas invernales. «Es el encuentro con la película; si no hubiese aparecido en esa pantalla no te habría cambiado como lo ha hecho. Es la prueba, ver si sucede lo que siempre esperamos cuando vamos al cine. Si esto sucede para alguien habrá merecido la pena, si nos vuelve a suceder a nosotras merecerá la pena. Esa curiosidad, y esa búsqueda, es Roedor».

Logo de 'Roedor'
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