14 momentos escandalosos de la historia de los Oscar que hoy habrían roto internet

Siempre ha habido polémicas y escenas chocantes en los Oscar. Demos gracias que entonces no había redes sociales, porque no se habrían repuesto después de estas crisis.
Adrien Brody y Halle Berry
Adrien Brody y Halle Berry
Cinemanía
Adrien Brody y Halle Berry

Se les puede echar en cara que tiendan a ser previsibles, pero en la larga historia de los Premios Oscar no han faltado los momentos de sorpresa, infarto y conmoción, capaces de nutrir durante meses la conversación en Hollywood. ¡Qué menos le vamos a pedir al gran evento de la industria del espectáculo! 

Ahora cada pequeño detalle de la gala se ve sometido a un minucioso escrutinio por millones de cuentas de Twitter y medios sedientos de clickbait, lo que hace que los grandes escándalos acaben siendo indistinguibles de las anecdotillas. ¿Jennifer Lawrence se tropieza al subir a recoger su premio? Conmoción planetaria. ¿Pero cómo lo comparas con el hecho de que se entregue el Oscar de mejor película a un título equivocado, como ocurrió el año de Moonlight y La La Land? 

Desde que internet se hizo masivo, los momentos polémicos de los Oscar han cambiado tanto como sus cifras de audiencia e interés entre el público en general. Ahora que cada semana existen un buen puñado de razones para escandalizarse con algún elemento de la cultura pop, las cuitas de los premios de Hollywood se pierden como gotas de agua en un mar de memes.

En cambio, cada uno de estos momentos de la historia de los Oscar habrían roto internet de haber existido las redes sociales cuando se produjeron.

1934. El chasco de Frank Capra

Frank Capra
Frank Capra
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Frank Capra acabaría ganando tres Oscar de mejor dirección, pero el año antes de su primera estatuilla pasó un mal rato que siempre recordaría como altamente humillante, según reconoció él mismo en su autobiografía. Resulta que en la sexta edición de los premios, cuando el actor Will Rogers entregó la estatuilla de mejor dirección, en vez de decir el nombre del ganador solo dijo "Sube aquí a recogerla, Frank". 

Frank Capra, nominado por Dama por un día, asumió que se refería a él y se levantó de su asiento camino del escenario. Fue instantes después cuando descubrió la verdad. Él no era el ganador, sino el otro Frank nominado en la categoría: Frank Lloyd, ganador por Cabalgata, la que también acabaría ganando el premio de mejor película. El camino de vuelta de Capra a su asiento tuvo que ser un poema a la decepción. 

1940. El Oscar histórico de Hattie McDaniel

El triunfo de Hattie McDaniel en la categoría de mejor actriz de reparto por su trabajo en Lo que el viento se llevó puede celebrarse como el primer Oscar de una actriz afroamericana, pero no está exento de amargura si tenemos en cuenta el contexto en el que se produjo.

El Ambassador Hotel de Los Ángeles donde se celebraba la gala tenía una estricta política segregacionista. David O. Selznick, superproductor de Lo que el viento se llevó, solo logró permiso para que permitieran entrar a la actriz nominada (cuyo triunfo ya conocía pues se había filtrado a la prensa, como era habitual hasta ese mismo año) a la sala. McDaniel tuvo que sentarse pegada a una pared al fondo, en una mesa distinta a la de sus compañeros Vivian Leigh, Clark Gable Olivia de Havilland, que después se levantaron a felicitarla.

1942. Greer Garson no se despega

Greer Garson
Greer Garson
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¿Se te hacen largos los actuales discursos de agradecimiento en los Oscar? Pues imagina cómo se sintieron los asistentes a la ceremonia de 1942 cuando la ganadora del premio de mejor actriz protagonista, Greer Garson, por La señora Miniver, no se apeó del escenario durante cinco minutos y medio de discurso.

A la actriz le dio tiempo a dar las gracias por el premio a todos sus compañeros, toda su familia, incluida la política, la nación y cualquier deidad. Según la crónica de The Washington Post en la época, una vez que terminó con sus agradecimientos Garson se puso a divargar sobre lo injustos y arbitrarios que son los premios como el que acababa de ganar.

1946. Joan Crawford recibe el Oscar en la cama

Joan Crawford
Joan Crawford
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Joan Crawford, siempre despierta para manejar los tiempos y atraer la atención de los focos, decidió no acudir a la primera ceremonia de los Oscar tras el final de la Segunda Guerra Mundial, donde estaba nominada como mejor actriz protagonista por Alma en suplicio. Alegó que se quedaba en cama por una neumonía, aunque las malas lenguas siempre pensaron que en realidad temía perder contra Ingrid Bergman. 

El caso es que Crawford ganó y tuvo que escuchar su triunfo por la radio. Rápidamente, organizó con la Academia una entrega a domicilio de la estatuilla dorada. Así es como la actriz recibió su premio Oscar, maquillada y divina, en el dormitorio de su casa de Los Ángeles, tras haber convocado a toda la prensa para inmortalizar el momento. Al día siguiente esta fue la gran historia, y no los cuatro premios gordos de Días sin huella.

1953. Gloria Grahame no se anda por las ramas

A ti y a mí nos gustaría una lista de los discursos de agradecimiento más cortos de la historia de los Oscar, aunque sea solamente para dar un abrazo espiritual a sus artífices. En ese ranking se encuentra gente tan maja como Patty Duke, William Holden, Joe Pesci y la más elegante de todos: Gloria Grahame, que no pudo ser más escueta al recoger el Oscar de mejor actriz de reparto por Cautivos del mal.

Las malas lenguas dijeron que tal parquedad de palabras estaba bastante condicionada porque Grahame iba un poco achispada en la ceremonia, pero lo que no se le puede negar es la destreza para recoger la estatuilla casi como una prolongación de su ascenso al escenario para inmediatamente volver a bajar. Hay que tener un control muy preciso del movimiento propio para quedar tan bien.

1971. La renuncia frustrada de George C. Scott

George C. Scott
George C. Scott
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En una lista de personalidades que se han despachado públicamente contra la mercadotecnia y hoguera de vanidades de los premios de la Academia de Hollywood siempre debería aparecer con letras doradas el nombre de George C. Scott. El actor de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú siempre se mostró contrario a los tejemanejes de los Oscar y ya había renunciado a su nominación por El buscavidas, pero en este caso también tuvo que renunciar al premio. 

Scott, que había rechazado ser nominado, ganó el Oscar de mejor actor protagonista por Patton. Como era de esperar, el actor no estaba presente en la gala, así que fue Frank McCarthy, el productor del filme bélico de Franklin J. Schaffner, quien recogió en su nombre una estatuilla que Scott nunca quiso porque "no estaba compitiendo contra ningún otro actor". De hecho, a la mañana siguiente exigió que la estatuilla se devolviera a la Academia.

1972. La ovación para Charles Chaplin

Si eres de quienes se emocionan con los grandes homenajes a las figuras capitales del cine que hay (¿o más bien había?) en las ceremonias de los Oscar, este momento puede ser la droga más pura y sin cortar que te metas nunca. Charles Chaplin recogiendo su Oscar Honorífico arropado por una apabullante ovación de 12 minutos de duración (según se cuenta, ya que no toda fue grabada por las cámaras).

El cineasta volvió a conquistar a los asistentes cuando hizo una pequeña pantomima al colocarse sus icónicos sombrero y bastón. Curiosamente, al año siguiente Chaplin ganó su único Oscar competitivo; fue como compositor, por la música de Luces de candilejas, que a pesar de ser una película de hacía 12 años no se había estrenado aún en Los Ángeles y por eso pudo ser nominada.

1973. Marlon Brando rechaza el premio

Como seguro que ya intuyes, los años 70 también estuvieron bien cargaditos en los Oscar. La 45ª edición de los premios, más conocida como la noche de El padrino, es recordada por el llamativo rechazo de Marlon Brando a su estatuilla de mejor actor protagonista por meterse en la piel de Vito Corleone.

Brando no acudió a la ceremonia, como en su momento C. Scott, pero en su lugar acudió una representante de los pueblos nativos norteamericanos, Sacheen Littlefeather, que dio un sentido discurso sobre la discriminación en Hollywood enfundada en un vestido tradicional apache. Reivindicación a otro nivel.

1974. Desnudo frontal sobre el escenario

Robert Opel inscribió su nombre para siempre en la historia de los Oscar practicando el sano deporte setentero del streaking. Es decir, apareciendo por sorpresa y completamente desnudo sobre el escenario mientras David Niven intentaba presentar a Elizabeth Taylor sin saber lo que sucedía a sus espaldas.

Niven, que se quedó algo contrariado con la interrupción, lanzó un dardo cargado de ácido cuando el público se hubo recompuesto. "¿No les parece fascinante que probablamente la única forma de hacer reír que tenga este hombre sea enseñarnos sus menudencias?", dijo antes de proseguir con la gala.

1991. Jack Palance demuestra su forma física

La estrella de Raíces profundas ganó el Oscar de mejor actor de reparto a los 73 años por la comedia Cowboys de ciudad. Uno de esos reconocimientos tardíos a toda la carrera de una leyenda que a la Academia le da por hacer de vez en cuando premiando a deshora uno de sus papeles más intrascendentes. Afortunadamente, el actor se encargó de hacerlo memorable.

Cuando Palance subió al escenario a recoger la estatuilla, demostró su lozanía septuagenaria poniéndose a hacer flexiones con una sola mano sobre el suelo. Billy Cristal, presentador de la noche y compañero de reparto suyo en Cowboys de ciudad, comunicó minutos después que se había visto a Palance "haciendo puenting desde el letrero de Hollywood".

1995. Tom Hanks y una salida del armario forzosa

¿Has visto In & Ouy? En esa comedia de Frank Oz, Kevin Kline interpreta a un profesor de literatura inglesa de un pueblito de Indiana cuya vida da un vuelvo radical cuando uno de sus antiguos alumnos (Matt Dillon) gana un Oscar por interpretar a un soldado homosexual y en su discurso de agradecimiento incluye lo incluye a él, sacándolo del armario ante una audiencia millonaria a escala global.

Pues bien, la idea de In & Out procede nada menos que del discurso de agradecimiento de Tom Hanks al ganar su primer Oscar por Philadelphia y revelar, sin querer, la homosexualidad de uno de sus profesores de instituto, quien nunca la había hecho pública. 

1999. La división de Elia Kazan

Estaba claro que esto iba a pasar, pero la Academia siguió adelante de todas formas. El Oscar Honorífico de este año fue para Elia Kazan, autor de obras maestras como Un tranvía llamado deseo, La ley del silencio o Al este del Edén, pero también un reconocido delator de compañeros de profesión ante el infausto Comité de Actividades Antiestadounidenses.

Martin Scorsese, uno de sus mayores discípulos, y Robert De Niro pasaron el mal trago de entregar su galardón a Kazan mientras parte del patio de butacas del Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles se levantaba para apaludirle, otros aplaudían sentados y otros se quedaban completamente quietos en señal de protesta. Imagina la de hilos de Twitter que se habrían escrito al día siguiente.

2000. El cisne de Björk

Muchos modelitos han causado conmoción en la alfombra roja de los Oscar –¿recuerdas cuando Trey Parker y Matt Stone acudieron a la gala copiando los vestidos que habían llevado antes Jennifer Lopez y Gwyneth Paltrow?– e incluso sobre el escenario –hay chavales de los 80 que aún no se han recuperado de las transparencias de Cher recogiendo su Oscar por Hechizo de luna–, pero el que merece ser destacado como el más rompedor debe ser, claro, este de Björk.

La artista musical islandesa acudió a los Oscar de Hollywood nominada por su canción I've Seen It All para Bailar en la oscuridad, la película de Lars von Trier que también protagonizaba. Aunque Björk no ganó –perdió contra Bon Dylan–, dejó huella indeleble con el vestido que representaba un cisne blanco gigante reposando sobre su cuello. Este diseño del macedonio Marjan Pejoski se hizo tan famoso que dispone de su propia entrada en Wikipedia.

2003. El beso forzado de Adrien Brody a Halle Berry

Marea pensar en las reacciones que habría suscitado hoy en día en redes sociales este momento de la gala en la que Adrien Brody ganó el Oscar de mejor actor por su interpretación en El pianista, de Roman Polanski. Al subir al escenario, el actor celebró su triunfo agarrando por la cintura y plantándole un beso en los labios a Halle Berry, que le entregaba el galardón tras haber sido la ganadora del premio de mejor actriz el año anterior.

El beso forzado de Brody (que le dijo a Berry: "Quizás no te habían dicho que esto iba incluido en la bolsa de regalos que nos dan") generó desconcierto y rubor, siendo posteriormente señalado como ejemplo de agresión sexual al obligar a la actriz a mantener la compostura y participar en el beso. Unos años después, Halle Berry parodió este momento pegándose el lote apasionadamente con Jamie Foxx al recoger un Spike Guys' Choice Awards.

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