Así es ‘Los pequeños amores’, el delicado poema que ha entusiasmado al Festival de Málaga

La segunda película de Celia Rico Clavellino tras 'Cuarto al viaje de una madre' recibe una larga ovación en la cuarta jornada del certamen
Los pequeños amores
Los pequeños amores
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Los pequeños amores

“Siempre se mezclaba la angustia en su amor por él”, lee la hija. Y la madre, en segundo plano y nada impresionada con esa gran verdad maternofilial de D.H. Lawrence que ella misma ha experimentado, resume en una mueca sutil la película que acabamos de ver. De estos pequeños amores trata la segunda película de Celia Rico Clavellino. No de los grandes, sino de esos que son tan difíciles de aprehender en una pantalla de cine.

Teresa (María Vázquez) pasa el verano cuidando de su madre (Adriana Ozores). Se ha caído paseando a Gigi, el mimoso pastor alemán familiar. Este contexto, una gran casona campestre y las horas largas del verano, son el escenario perfecto para que Celia Rico Clavellino vuelva a demostrar su fina capacidad para retratar las relaciones maternofiliales.

Como en Viaje al cuarto de una madre la posibilidad de la soledad atraviesa a la madre y a la hija de Los pequeños amores. La ausencia del padre es una larga sombra que se proyecta sobre ellas, también como en la ópera prima de Rico Clavellino. “Es como si estuvieses casada con tu madre”, le dice un personaje secundario, un pintor, en uno de esos diálogos tan bien escritos de la película.

Teresa también está sola aunque por las noches se intercambia canciones sobre Massachussetts por WhatsApp con un hombre que vive cerca de la casa de Emily Dickinson y que como los amantes de la poetisa siempre está fuera de campo.

La madre es de esas que no aceptan un “voy a ver a un amigo” por respuesta. Que enseguida llaman por su nombre a las cosas. Que se permiten decir lo que tú no te atreves a decirte a ti misma: que igual por muchas ilusiones que te hagas al final te vas a quedar sola. Que hurga en la herida sin contemplaciones y aunque parezca que te odia es lo contrario, te quiere mucho. Es decir, es una madre.

Eso tan pequeño, tan grande a la vez, Celia Rico Clavellino sabe contarlo mejor que nadie. Cortando donde tiene que cortar, usando las elipsis precisas, con una caligrafía limpia y clara, modulando el tono, esa tristeza alegre tan del indie musical español que se escucha en la banda sonora. Eso que parece tan fácil de contar y, al revés, es tan difícil. Como los mejores poemas.

Los pequeños amores recuerda al mejor cine de Mia Hansen-Løve. Ambas cineastas comparten ese don tan preciado que es hacer películas muy pegadas a la vida y en las que el tiempo fluye. Aunque a este filme, y esto también supone un salto frente a Viaje al cuarto de una madre, se le agradece la ligereza veraniega, el humor.

A ello contribuye Adriana Ozores con su interpretación de una madre castellana, seca, dura y muy graciosa también por refunfuñona. Y ese personaje secundario, el pintor del que hablábamos, tan bien engarzado en la historia e interpretado con una naturalidad y gracia desbordantes por parte de Aimar Vega. Hay que aprenderse su nombre porque dará que hablar.

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