¿Qué localizaciones de Nueva York son las que más veces han salido en el cine?

Desde Central Park hasta La Estatua de la Libertad, recorrer Nueva York es recorrer la historia del cine americano.
Frank Sinatra, Gene Kelly y Jules Munshin son tres curiosos marinos de permiso en Un día en Nueva York (On the town)
Frank Sinatra, Jules Munshin y Gene Kelly son tres curiosos marinos de permiso en Un día en Nueva York (On the town)
Cinemanía
Frank Sinatra, Gene Kelly y Jules Munshin son tres curiosos marinos de permiso en Un día en Nueva York (On the town)

“¡Tenemos un día, y ni un minuto más, para ver todos los sitios famosos!”, cantaban Gene Kelly, Frank Sinatra y Jules Munshin en el arranque de Un día en Nueva York (1949). A la mañana siguiente, el bailarín, el crooner y el histriónico comediante, marinos de profesión, abandonarían La Gran Manzana para volver al océano, con lo que más les valía no perder un segundo.

Aunque el trío renunció a su curiosidad turística al primer vuelo de una falda, el musical de Stanley Donen dibuja una Nueva York convertida en gran escenario del cine estadounidense. Desde 1901, cuando se rodó el corto What Happened on Twenty-third Street, en el que la ventilación del metro pone en aprietos a una mujer, Nueva York ha sido uno de los santos lugares de la industria del celuloide. 

54 años después de que la capital del mundo apareciese, por vez primera, en una pantalla de cine, Marilyn Monroe evocaba, sin bochorno alguno, a la abochornada protagonista de What happened on Twenty-third Street en la escena más famosa de La tentación vive arriba (1955).

Nueva York es el plató más grande jamás construido. Sólo en 2015, la ciudad acogió el rodaje de 336 películas. Y, entre 2011 y 2013, la comisión de cine Major’s Office of Film calcula que el mapa de Nueva York se descompuso en un número superior a diecisiete mil localizaciones para películas y series

Por supuesto, ciertos rincones son más querenciosos que otros, hasta el punto en que parecen pertenecer, por entero, al mundo de la ficción, y sólo de manera secundaria al trazado urbanístico. Estos son algunos de los más icónicos.

El Central Park en El retrato de Jennie (1948)
El Central Park en El retrato de Jennie (1948)
Cinemanía

Central Park: un amor de cine

Aunque Simon y Garfunkel recomendaban no acercarse a él cuando anochece, pocos han sido los directores que se han privado de rodar una escena bajo sus árboles. En Central Park, Orson Wells auxilió a una dama en apuros que resultó ser La dama de Shangai (1947), llamada Rita Hayworth.

El pulmón verde de Nueva York ha sido un punto de encuentro predilecto para los amantes a lo largo de la historia del cine: aquí vio Joseph Cotten, por primera vez, a la mujer de la que acabaría enamorándose en El retrato de Jennie (1949); y por sus senderos pasearon John Cusack y Kate Beckinsale en Serendipity (2001) o George Peppard y Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes (1961).

La Gran Manzana, ciudad natal del cineasta Woody Allen, ha sido el escenario de muchas películas, entre ellas, Manhattan y Annie Hall.
El puente de Queensboro en Manhattan (1979), de Woody Allen.
ARCHIVO

Puentes entre la realidad y la ficción

La ciudad de Nueva York es la obra de incontables arquitectos sin nombre, pero Nueva York a secas fue creada por Woody Allen. Aunque en la mayor parte de su filmografía hay un hueco para esta ciudad, el puente de Queensboro, sobre el East River, es uno de los hitos más reconocibles, ya que que aparece en la portada de Manhattan (1979).

El de Queensboro no es el único puente cinematográfico de la ciudad: el imponente puente de Manhattan, recortado entre edificios de ladrillo rojo, traslada al visitante a la turbulenta Nueva York de Érase una vez en América (1984). 

Por su parte, el puente de Verrazano, al sur de Brooklyn, es un lugar de obligado peregrinaje para aquellos que pasaron su juventud con un peine en el bolsillo trasero del pantalón vaquero, puesto que la escena más trágica de Fiebre del sábado noche (1977) ocurre aquí.

<p>Richard Gere, por suerte para Michael Douglas, dijo que no al papel de Gordon Gekko. Uno de los errores de los que más se arrepiente actualmente.</p>
Michael Douglas en Wall Street (1987).
20TH CENTURY FOX

La bolsa de Nueva York: billetes de celuloide

El distrito financiero es una de las áreas más filmadas de Nueva York. Además del cazadero de Jordan Belford, El lobo de Wall Street (2014) al que daba vida DiCaprio, el distrito financiero ha sido el hogar de otros especuladores de marca mayor, como Gordon Gekko (Wall Street, 1987), cuya interpretación le valió un Óscar a Michael Douglas, flamante Palma de oro Honorífica en Cannes.

Volvieron Kong, los años 30 y Ann Darrow. Naomi Watts, con un sombrero como el de Wray, interpretó al primer amor del gorila.
Naomi Watts, suspendida sobre el Empire State Building, en el King Kong de Peter Jackson

Empire State Building, el rocódromo de King Kong

Aunque ya haya perdido el título de edificio más alto del mundo, el Empire State Building sigue siendo la cúspide arquitectónica del cine americano. Por este Everest de cristal y acero ha trepado el mono gigante más famoso del mundo, tanto en el King Kong original (1933) como en la versión de Peter Jackson (2005).

Como todo monumento popular que se precie, el Empire State Building ha sido enterrado en nieve en El día de mañana (2004), fulminado por los extraterrestres en Oblivion (2013) y arrasado por un huracán preñado de tiburones en Sharknado 2: el regreso (2014), que es prácticamente lo segundo peor que puede sucederle a un edificio después del hecho de figurar en los títulos de créditos de Sharknado 2: el regreso.

2 horas 17 minutos, , ¿A que te parece imposible que la obra maestra de Roman Polanski basada en la novela de Ira Levin tenga una duración tan dilatada? Es uno de sus trucos (¿demoniacos?), igual que esa imagen de los ojos del bebé que tantos espectadores afirman ver sin que exista en realidad...
Mia Farrow en La semilla del diablo (1968), rodada en el edificio Dakota

El edificio Dakota: la localización maldita

Una sombra siniestra se proyecta sobre el Dakota desde el día en que fuera erigido, hace ya casi 140 años. Desde sus ventanas, han observado Nueva York brujos como Gerald Gardner y personajes tenebrosos como Aleister Crowley. Y en su entrada fue asesinado el que, tal vez, haya sido su residente más célebre: John Lennon.

Doce años antes de que esto último ocurriese, Polanski le abrió al demonio las puertas del Dakota en La semilla del diablo (1968). Décadas más tarde, Tom Cruise dormiría en uno de los pisos en la película Vanilla Sky (2001), el remake americano de Abre los ojos (1997).

Una imagen de la Estatua de la Libertad.
La Estatua de la Libertad es uno de los hitos cinematográficos más reconocibles de Nueva York
ARCHIVO

La Estatua de la Libertad, a merced de las catástrofes

“La última vez que estuve dentro de una mujer, fue cuando visité La Estatua de la Libertad”, bromeaba Woody Allen en Delitos y faltas (1989). La colosal escultura que descansa en la desembocadura del Hudson, junto a la isla de Ellis, fue durante años la primera vista que los recién llegados tenían de Nueva York, tras un largo viaje a través del Atlántico.

En El padrino II (1974), un joven Vito Corleone, antes de apellidarse Corleone, contempla, risueño, la estatua; y con vacía melancolía la observa Kate Winslet al final de su travesía en el Titanic (1997).

Al igual que el Empire State Building, La Estatua de la Libertad ha sido el saco de boxeo del cine de ciencia ficción: decapitada en Cloverfield (2008), desfigurada por un helicóptero en Batman Forever (1995), derribada por un maremoto en Deep Impact (1998) y… semienterrada en la última escena de cierto clásico simiesco.

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