Muere a los 92 años el director Paul Vecchiali, la llama en el corazón del cine independiente francés

Productor de 'Jeanne Dielman', fue desconocido para el gran público pero muy admirado por cinéfilos y compañeros cineastas.
El director Paul Vecchiali en el Festival de Locarno, 2014
El director Paul Vecchiali en el Festival de Locarno, 2014
Vittorio Zunino Celotto/Getty Images
El director Paul Vecchiali en el Festival de Locarno, 2014

El director Paul Vecchiali ha muerto en París a los 92 años, según publican los medios franceses. Un cineasta clave en la escena independiente de los 70 y 80 que, a pesar de haber sido rescatado y reivindicado en la última década, se mantuvo desconocido para el gran público a pesar de haber sido profundamente admirado por autores contemporáneos como François Truffaut, Jacques Demy, Agnès Varda, Pier Paolo Pasolini o Jean-Luc Godard.

Nacido en Córcega en 1930, Vecchiali pasó su infancia en el sur de Francia. Sus primeras películas pueden enmarcarse sin esfuerzo en la explosión creativa de la Nouvelle Vague parisina, a la que sin embargo llegó profesando su amor hacia el cine francés de los años 30. Se dice que Truffaut adoró su primer largo, Les petit drames (1961), donde su admirada Danielle Darrieux hacía un cameo. Vecchiali pudo volver a darle un papel protagónico de altura décadas después en En haut des marches (1983).

Entre medias, varios terremotos sacudieron el cine francés, en cuyos márgenes Vecchiali se mantuvo a la sombra; aunque invisible, siempre inteligente y activo, sin perder el tiempo. Colaboró con Jean Eustache (La soirée, 1963) y lo tuvo en su corto Les roses de la vie (1962), hizo Les ruses du diable (1966) filmando a Geneviève Thénier como una estrella de cine, se metió en el cine de género con L'étrangleur (1970) y dirigió una de sus mejores películas en 1974: Femmes, femmes, un melodrama-vodevil consagrado a Hélène Surgère y Sonia Saviange.

El recurso al musical, el melodrama y las formas de teatro popular forman un elemento indivisible del cine de Vecchiali, que mantuvo una libertad contra viento y marea sin importar lo esmirriados que pudieran ser sus presupuestos. Esa libertad absoluta se encuentra en su máximo de destilación en Change pas de main (1975), una película pornográfica con escenas softcore que también es un trepidante (y muy divertido) thriller protagonizado por Myriam Mézières como detective.

Tras la apertura junto Cécile Clairval de la productora Diagonale, emblema de un cine con la independencia por bandera, puede encontrarse el nombre de Vecchiali apoyando a la realización de algunas de las películas de los cineastas más radicalmente personales de la época: Jeanne Dielman, 23, quai du commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman (no por nada, recién elegida como mejor película de todos los tiempos), Simone Barbès ou la vertu de Marie-Claude TreilhouLoin de Manhattan de Jean-Claude Biette.

Con una filmografía que supera el medio centenar de títulos, muchos de ellos aún esperan ser recuperados y aupados al lugar que les corresponde en el canon del cine francés de las últimas décadas del siglo XX. Algunos tan asombrosos como Once More (Encore) (1988), un recorrido por diez años en la vida de un hombre casado que descubre su homosexualidad a través de diez planos secuencia con culminación musical y elipsis que se clavan en el corazón. 

Desde que su adaptación de Dostoieveski en Nuits blanches sur la jetée (2014) lo pusiera de nuevo en órbita (a pesar de que nunca había estado parado durante los años anteriores), la cinefilia comenzó a interesarse de nuevo por su obra pasada y presente. Una retrospectiva en el Festival de Cine Europeo de Sevilla en 2015 permitió acceder a sus títulos más importantes. 

Los posteriores, producciones humildes sustentadas en la colaboración con una troupe de compinches actorales como Astrid Adverbe, Marianne Basler o Pascal Cervo, fueron llegando puntualmente a festivales como Sevilla y Gijón, donde títulos como C'est l'amour (2015) o Un soupçon d'amour (2020) refrescaban la programación con sus propuestas sencillas y luminosas entre el panorama plomizo y sombrío favorecido por varias corrientes del cine de autor actual. 

Así, aunque estuvieran revestidas por el brillo de estrellas como Catherine Deneuve o Mathieu Amalric (Le cancre, 2016), las películas de Paul Vecchiali siempre eran un oasis de inocencia obscena al que volver para alcanzar la emoción sin pretensiones. Su última película, Pas... de quartier (2022), se estrenó el año pasado, un mes antes de la publicación de sus memorias, cuyo título muy acertadamente podría resumir la filosofía Vecchiali: El cine francés, el amor y yo.

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