‘Kimi’: la ventana indiscreta de Steven Soderbergh y Zoë Kravitz

Ya disponible en HBO Max, la seductora ‘Kimi’, una revisión en fosforito del futuro que planteaba ‘Her’, actualmente en periodo de pruebas.
Kimi
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Cinemanía
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Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) siempre ha sido de los que amenazaba, una y otra vez, con dejar el cine, para dedicarse a la pintura, por ejemplo, como si realmente creyera que el mundo necesitara sus cuadros. Esas retiradas reiteradamente anunciadas probablemente no eran más que estrategias de marketing, una manera de colocar nuevos proyectos para el que no puede parar de producir. Prueba de que no eran más que faroles es que Soderbergh ha acabado siendo el director que mejor ha sabido adaptarse al supuesto cambio de paradigma de la era de las plataformas.

Recordemos que La suerte de los Logan (2017), magnífico Ocean’s Eleven en clave redneck, tan divertido como entrañable, no obtuvo el aplauso que se merecía, ni por parte de la crítica, ni por parte del público. Y Soderbergh se vengó con dos películas rodadas con un vulgar iPhone –Perturbada y High Flying Bird, esta última ya para Netflix–. La primera era un interesante thriller, mientras que la segunda confieso que todavía no la he visto, porque va de baloncesto. Todo el mundo tiene sus prejuicios, y si no les gustan, tengo otros.

La conocida gadgetomanía del director que abrazó la fama con Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) –una Palma de Oro coronada en un Cannes tirando a flojo–, le llevó también a acompañar el lanzamiento de la serie Mosaic (2018) con una app en la que podían apreciarse escenas desde distintas perspectivas, y otros complementos prescindibles. Contado de esta forma, a lo mejor parece que le tenemos manía, que le vemos como el traidor que nos ha abandonado sangrando en las escaleras de las ruinas de la cinefilia, pero para nada. Todo lo contrario.

Plataformas, desafíos y películas inteligentes

Merece la pena detenerse en la infravalorada brillantez del último lustro del director de Kimi. También en Netflix, como la película de baloncesto, estrenó The Laudromat: Dinero sucio (2019), película que superaba la durísima prueba de llevar a cabo un estudio sobre un tema tan arduo, desagradable y decididamente antipático como los papeles de Panamá. 

Ya saben, ricos que ponen a salvo su dinero para ser más ricos, y que los pobres sean un poco más pobres. No podía jugar otra carta que el histrionismo, y lo llevó hasta las últimas consecuencias, a mayor gloria de Meryl Streep, que repitió en Déjales hablar (2020), esta vez para HBO Max.

Película tan gozosa como fascinante, Déjales hablar es como la sublimación de un episodio de Vacaciones en el mar, en el que entran deliciosamente en juego un duelo entre la literatura de prestigio y los best sellers de grandes superficies; una cierta forma de vampirismo literario, versus desmitificación de la amistad, y las interioridades del mundo literario vistas a través de la mirada encantadora de Lucas Hedges, el adolescente que cae enamorado de una mujer metida hasta el cuello en su ascenso profesional que no tiene tiempo para nada, y menos para él.

Siguiendo su idilio con la plataforma, el año pasado estrenó una obra maestra en HBO Max: No Sudden Move (Sin movimientos bruscos), sutilísimo ensayo sobre los profundos cambios acaecidos en Detroit, capital del imperio del motor, a mediados de los 50, cuando la expansión suburbial desconfiguró la geografía urbanística para trazar contaminantes autopistas que conectaban a la clase media americana, refugiada en los paraísos artificiales de la periferia, con sus trabajos en el centro de la ciudad. Uno de los más profundos y acertados análisis de la sociedad americana, a la par que un fascinante neonoir rodado -gadgetomanía obliga– con un curioso efecto ojo de buey.

Confinamiento, Alexa y la testigo accidental

El cine del confinamiento no nos ha dado demasiadas alegrías, y lo creíamos acabado para siempre. Pero he aquí que llega una Zoë Kravitz en braguitas a la que el confinamiento, entre otras cosas, ha dejado enclaustrada en su casa –un modesto loft de 200 metros cuadrados en un barrio post industrial ultra gentrificado de Seattle–, víctima de la agorafobia. 

Su trabajo no es otro que el de chequear y solucionar todos los errores en las incipientes conversaciones entre la nueva Alexa –la Kimi del título–, y sus nuevos dueños. Firma el guion un inesperado David Koepp, guionista habitual de películas mastodónticas, aquí en chandal de estar por casa. La música, en cambio, es del habitual Cliff Martinez.

Todos lo hemos vivido con el aparato que Amazon va introduciendo en los hogares. El achispado padre de la amiga de tu hija que has venido a buscar a una fiesta infantil le pide una canción y resulta que no la tiene, o Alexa no acaba de entender qué demonios le está pidiendo. Es un drama, el futuro de Her (Spike Jonze, 2013), que ya está aquí, aunque todavía en periodo de pruebas. 

Más allá de los distintos problemas de salud mental que también hermanan a Zoë y aquel Joaquin Phoenix bigotudo (en modo boomer hipsterizado), que tocaba el ukelele, el look de Kimi y Her también están hermanados por ese aire a anuncio de Prozac, aunque aquí en versión flúor, a tono con el corte millennial de la Kravitz.

El tema del confinamiento ha dejado un cráter en la historia del cine, todavía parece imposible que una película pueda elevarse en ese contexto. Malcom & Marie fue lo mejor que podía sucedernos, y nunca podremos pensar en ella, sin recordar lo otro. 

Kimi
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Soderbergh acepta las reglas de ese mismo juego –no porque no haya exteriores, sino porque Kimi sigue siendo “cine confinado”, aunque centrándose en la resaca–, y prefiere plasmar con carácter de urgencia el presente, sin pensar a lo grande, pero poniendo a dialogar a su heroína con el Jimmy Stewart de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) o el David Hemmings de Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966), referencias está claro que muy obvias, pero que vienen a cuenta en este momento decisivo.

Antes de Alexa, ya teníamos la voz aterciopelada de Scarlett Johansson. Después de Alexa, el gadgetófilo que ha sabido como nadie criticar el sistema desde su corazón mismo, ha querido decir la suya en una película aparentemente más modesta y adaptada a las (nuevas) circunstancias, pero no por ello menos valiosa. Al contrario.

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