Así era la vida de Grace Kelly antes de que se convirtiera en princesa de Mónaco

Durante años encandiló a todo el mundo con sus dotes interpretativas, hasta que acabó enamorando al mismísimo heredero al trono de Mónaco.
De Fred Zinnemann, , 85 min., Un western improbable, con aire de thriller psicológico, con Grace Kelly pasada de encanto y, tic-tac, tic-tac, con un trasfondo antimacartista que devolvió la estrella a Gary Cooper.
Grace Kelly en 'Solo ante el peligro' (1952)
Cinemanía
De Fred Zinnemann, , 85 min., Un western improbable, con aire de thriller psicológico, con Grace Kelly pasada de encanto y, tic-tac, tic-tac, con un trasfondo antimacartista que devolvió la estrella a Gary Cooper.

Dicen algunos que el don más extraordinario de Grace Kelly fue hacer que la gente se enamorara de ella. Actriz ganadora de un Oscar, icono mundial de la moda y princesa europea, fue una de las estrellas más queridas de la década de los cincuenta y aún hoy sigue siendo idolatrada en todo el planeta.

La estadounidense no nació formando parte de la realeza, pero sí lo hizo en el seno de una familia adinerada. Su padre, Jack, era albañil y había hecho fortuna en la construcción, además de ser un consumado remero que ganó tres oros olímpicos. Su madre, Margaret, era nadadora profesional y podía presumir de ser la primera entrenadora del equipo olímpico femenino de atletismo de la Universidad de Pensilvania.

Pese al lustre de los Kelly, que residían en una enorme mansión de diecisiete habitaciones, se dice que Grace fue una niña serena y algo introvertida. También era una estudiante aplicada que participó en el grupo de teatro de la escuela. Después de asistir a la Ravenhill Academy, una escuela de monjas, empezó a acudir a la Stevens School, donde se graduó en 1947.

Como en esa época soñaba ya con convertirse en actriz pero sus padres y hermanos no mostraban mucho interés por sus aficiones dramáticas, buscó apoyo en su tío George, un prestigioso dramaturgo que la tomó bajo su tutela y le ofreció uno de sus primeros trabajos remunerados como intérprete.

Cuando tenía 18 años, Grace se trasladó a Nueva York para estudiar artes escénicas. Pronto tuvo oportunidad de hacer sus pinitos como modelo publicitaria, algo que no le apasionaba pero al menos le permitía pagarse los estudios de interpretación y dejar de depender económicamente de la familia.

Según Megan Hess en su biografía ilustrada Grace Kelly. La princesa que marcó estilo (Lunwerg), la gran pasión de la estadounidense por el teatro “hizo que aspirara a trabajar en el escenario más que en el cine, y, tras licenciarse, en 1949, cuando solo contaba con diecinueve años, consiguió su primer gran papel en Broadway”.

Se trataba de El padre, de August Strindberg, donde encarnó a Bertha. Lamentablemente, la actriz tenía dificultades para proyectar la voz a causa de las enfermedades respiratorias que había sufrido en su niñez y le costaba hacerse oír más allá del escenario.

Tras su participación en aquella obra, los productores audiovisuales llamaron a la puerta de Grace, quien a principios de la década de los cincuenta actuó en dramas televisivos en directo y llegó a intervenir en casi sesenta obras en tan solo unos pocos años.

La actriz estadounidense Grace Kelly.
La actriz estadounidense Grace Kelly.
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“Este volumen de trabajo la llevó a considerar la actuación como un empleo de verdad”, cuenta Hess. “Puso el máximo empeño en ello y se ganó la reputación de ser un miembro fiable del elenco. También aprendió a valerse por sí misma a la hora de negociar los contratos y descubrió la vertiente empresarial del mundo del espectáculo, algo que le resultaría muy útil”.

Rápido ascenso a la gloria

No tardaron en empezar a llegarle ofertas del mundo del cine. Como bien explica Hess, el sistema de estudios de Hollywood estaba entonces en pleno apogeo, “y los directivos dictaban por contrato en qué trabajaban las actrices, dónde vivían e incluso con quiénes salían, y Grace Kelly desconfiaba de ello. Durante los seis años siguientes, conquistó Hollywood, pero se aseguró de hacerlo a su manera”.

Su debut en la meca del cine fue relativamente discreto, con un pequeño papel en el thriller Catorce horas (1951), donde tan solo intervenía dos minutos pero ya ofrecía una imagen de puro glamour. Después de eso, el productor Stanley Kramer la vio en un espectáculo de off-Broadway y decidió ficharla para su emblemático western Solo ante el peligro (1952), en el que Grace aportó una combinación de fuerza y elegancia femenina a su interpretación de Amy Kane.

El debut de Grace Kelly tuvo lugar en 'Catorce horas', dirigida por Henry Hathaway. Era un papel minúsculo, pero fue suficiente para despertar el interés de los productores de este clásico western protagonizado por Gary Cooper. Interpretaba a Amy, la joven con la que se acababa de casar un sheriff a cuya puerta llamaban los problemas.
Grace Kelly brilló con su interpretación en 'Solo ante el peligro'
Cinemanía

A pesar del éxito de ese filme, la actriz no estaba del todo satisfecha con las ofertas de trabajo que recibía —apenas 250 dólares semanales y numerosas restricciones— y regresó por un tiempo a Nueva York, donde deseaba forjarse una carrera como actriz teatral. Más tarde le ofrecieron participar en el drama romántico Mogambo (1952), de John Ford.

Para realizar ese papel tenía que firmar con los estudios cinematográficos Metro-Goldwyn-Mayer, un contrato de seis años y un salario de 750 dólares semanales. No estaba convencida del todo, pero acabó aceptando porque le llamaba la atención eso de rodar en África y poder actuar junto a celebridades como Clark Gable y Ava Gardner.

“Negoció un acuerdo e hizo hincapié en la inclusión de algunas cláusulas cruciales, como un tope en el número de películas a las que debía comprometerse y un descanso cada dos años para poder trabajar en el teatro, así como la posibilidad de seguir viviendo en Nueva York en lugar de tener que trasladarse a Los Ángeles. Y, lo que es más importante, insistió en que debía poder elegir qué papeles aceptaba”, comenta su biógrafa.

Su idilio con Hitchcock

Su interpretación le valió un Globo de Oro y una nominación al Oscar, lo que cimentó su estatus de verdadera estrella. Hess explica igualmente que, unos años atrás, Grace había hecho una prueba de pantalla para un largometraje titulado Taxi, y que aunque no consiguió el papel, “la cinta se envió a varios estudios y llegó a Alfred Hitchcock, que quedó cautivado de inmediato”.

Tanto es así que el británico la eligió para interpretar a Margot Wendice en Crimen perfecto (1954), que para Grace supuso el inicio de una relación profesional con uno de los más grandes (e incorrectos) directores de todos los tiempos. Según algunos, Grace y Hitchcock, que la definía como un volcán cubierto de hielo, se admiraban mutuamente y establecieron una gran complicidad.

Seguramente por eso la actriz protagonizó otras dos de sus películas: La ventana indiscreta (1954) y Atrapa a un ladrón (1955). “Grace era su musa y colaboradora, pero, además, ambos entablaron una gran amistad”, cuenta la ilustradora. “Hitchcock trataba a Grace como a una princesa, le llevaba tazas de té al plató y era muy paciente con ella cuando le explicaba los aspectos técnicos de una producción cinematográfica. Hitchcock y su esposa solían invitarle a cenar con ellos”.

Grace Kelly en 'La ventana indiscreta' (1954) luciendo un conjunto diseñado por Edith Head.
Grace Kelly en 'La ventana indiscreta' (1954)
Cinemanía

A la estadounidense le fascinaba trabajar con Hitchcock, pero aún no se había resuelto el asunto del contrato que había firmado con MGM antes de Mogambo. De hecho, Hitchcock trabajaba para Paramount, así que MGM le tuvo que ceder a la actriz para que interviniera en sus películas.

En las páginas de Grace Kelly. La princesa que marcó estilo se apunta que, entre un film de Hitchcock y el siguiente, Grace tenía que trabajar en otros proyectos: “En algunos casos deseaba participar en ellos; en otros, solo lo hacía por obligación. Siempre decidida a controlar su destino, rechazó más guiones de los que aceptó, y negoció duramente con MGM los papeles que le interesaban”.

En 1954, Grace era ya la actriz mejor pagada de la historia. Ese año protagonizó la que probablemente sea la película más importante de su carrera, La angustia de vivir (1954), adaptación cinematográfica de una obra de teatro de Broadway. Gracias a esta cinta, en la que se alejó de su estilo habitual —interpretó el papel de Georgie Elgin sin apenas maquillaje y con un vestuario de lo más adusto—, se hizo con el Oscar a la mejor actriz.

Grace Kelly en los premios Oscar de 1956
Grace Kelly en los premios Oscar de 1956
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Un giro de 180 grados

La prensa de la época hablaba de ella como la estrella más popular de Hollywood, además de una de las mujeres con más estilo. No en vano, trabajaba con icónicos diseñadores de vestuario para crear looks que se convirtieron en referentes culturales. Llegó incluso a mantener un breve idilio con el diseñador de moda y estilista Oleg Cassini, con quien por lo visto estuvo a punto de casarse.

Corría el año 1955 cuando, durante el rodaje de Atrapa a un ladrón en la Costa Azul, la actriz fue presentada al príncipe Raniero III, soberano del principado de Mónaco. Parece que rápidamente se hicieron tilín y comenzaron a escribirse cartas en secreto. Durante esa correspondencia clandestina, que duró siete meses, se enamoraron. La pareja anunció su compromiso a principios de 1956, en la residencia familiar de los Kelly, en Filadelfia, y se casó en el mes de abril, después de que Grace protagonizara otra película.

Su último largometraje antes de trasladarse a Mónaco fue la comedia musical Alta sociedad (1956), de Charles Walters, en la que la actriz interpretaba a una acaudalada dama de la alta sociedad a punto de casarse. Durante las dos décadas y medias siguientes, Grace se centraría en el papel más difícil de su vida: ser una princesa europea.

Rainier III, príncipe de Mónaco (1923-2005) y la princesa Grace de Mónaco, con vestido de Givenchy, en Irlanda
Rainier III y la princesa Grace de Mónaco, con vestido de Givenchy, en Irlanda
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“Mantuvo su fuerte aura de serenidad frente a la vieja tradición europea y logró cautivar incluso a los monegascos más escépticos, lo que supuso poner a Mónaco en el mapa y utilizar el principado como plataforma para defender causas que ella consideraba importantes”, apunta Hess. “Aunque su corazón siempre se sintió atraído por el escenario, sabía lo que significaba ser considerada un símbolo de Mónaco y cumplió con su deber: mantener la imagen de una princesa”.

Nunca volvió a Hollywood. Aunque sí es cierto que, a principios de los sesenta, su amigo Hitchcock estuvo a punto de conseguir que su musa regresara a Los Ángeles para protagonizar su siguiente película, Marnie, la ladrona (1964). Por desgracia, al pueblo de Mónaco no le gustaba la idea de que su princesa interpretara a una ladrona compulsiva que, para más inri, padecía frigidez, y tanto el director como sus fans se quedaron con su gozo en un pozo.

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