Anita Ekberg, el mito erótico de 'La dolce vita' que amó, lloró y murió sola pero sin remordimientos

La exuberante actriz sueca se convirtió en icono eterno de Italia gracias a la película de Fellini.
Anita Ekberg en 'La dolce vita'
Anita Ekberg en 'La dolce vita'
Cinemanía
Anita Ekberg en 'La dolce vita'

Roma, 1958. Federico Fellini rueda la escena cumbre de La dolce vita, el baño de Anita Ekberg y Marcello Mastroianni en la Fontana di Trevi. 

Lo que en la pantalla parece algo espontáneo, en realidad costó Dios y ayuda: Mastroianni se cayó tres veces, tuvo que beberse una botella de whisky y ponerse unas botas de pescador bajo los pantalones para aplacar el frío. 

Por el contrario, Anita pululó por la fuente como pez en el agua y actuó sin el menor contratiempo. Muchos años después, comentó ufana en una entrevista que La dolce vita “no era una gran película, existe por esa escena. Allí estábamos Marcello y yo. Bueno, más yo que él. Era bellísima, lo sé”.

De actriz florero a mujer fatal

Kerstin Anita Marianne Ekberg (Malmö, 1931) nació para posar. Desde muy joven trabajó como modelo y, a los 19 años, se hizo con el título de Miss Suecia. Tras cruzar el charco, consiguió un contrato con Universal Studios y el productor Howard Hughes la convirtió en actriz florero para adornar con su exuberante anatomía cintas como Guerra y paz (1956), Abbott y Costello van a Marte (1953) o Loco por Anita (1956), con Jerry Lewis. 

Más que por sus interpretaciones, la starlette brilló por su potente sex appeal, que la catapultó a las páginas de Playboy y la convirtió en eterno mito erótico. Por si fuera poco, sus romances con celebridades como Yul Brynner, Errol Flynn, Rod Taylor, Tyrone Power o Frank Sinatra le dieron un aura de mujer fatal. Sin embargo, el amor de su vida fue el magnate de la FIAT Gianni Agnelli, a quien describió como “un hombre maravilloso, irónico e inteligente”.

Cuando Fellini encontró a Anita

Federico Fellini andaba buscando a una actriz para interpretar a la protagonista de La dolce vita cuando descubrió a Anita en las páginas de un periódico: “Era como si uno de mis dibujos hubiera cobrado vida. Desde el primer momento supe que el papel sería para ella”. Pese a los rumores de la prensa y a los celos de Giulietta Masina, Fellini y Anita nunca llegaron a acostarse juntos, pero mantuvieron una sana amistad que dio como frutos otras tres películas: Boccaccio ‘70 (1962), Los clowns (1970) y Entrevista (1987).

Por lo demás, la carrera cinematográfica de la actriz fue bastante errática, alternando comedias bufas como Un chalado en órbita (1966) o disparates sexploitation como La monja homicida (1979) con títulos más prestigiosos, como Siete veces mujer (1967) de Vittorio De Sica, o Bámbola (1996) de Bigas Luna.

El siglo XXI supuso el definitivo crepúsculo de la diva. Desfigurada, arruinada y postrada en una silla de ruedas, pasó su senectud recluida en un asilo italiano. Allí murió en 2015, a los 83 años. Poco antes, dio una entrevista donde confesó que “me siento un poco sola, pero no tengo remordimientos. He amado, he llorado, he estado loca de felicidad. He ganado y he perdido”.

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