Estas son las 'ofensas' de 'El exorcista del Papa' con Russell Crowe que pueden molestar a la Iglesia y a la asociación de exorcistas

Russell Crowe, como Amorth en 'El exocista del Papa'
Russell Crowe, como Amorth en 'El exorcista del Papa' (a su lado, Daniel Zovatto)
(Sony Pictures)
Russell Crowe, como Amorth en 'El exocista del Papa'

La pintoresca noticia de que la Asociación Internacional de Exorcistas (AIE) se ha posicionado en contra de El exorcista del Papa, la película con Russell Crowe como Gabriele Amorth, invita a comentar los aspectos de la historia que, desde la perspectiva del mencionado colectivo y la eclesiástica, pueden resultar molestos. El artículo, por tanto, contiene numerosos SPOILERS.

Antes del análisis, dos matizaciones. La primera, que el filme de Julius Avery (Son of a Gun, Overlord) satisface al aficionado a la temática de posesiones por su condición de vistoso pasatiempo (de hecho, ojalá dé lugar a una saga). La segunda, que el comunicado de la AIE se refiere solo al tráiler y que más adelante emitirán otro sobre el tratamiento, por lo que este texto toma como base los detalles que han criticado y añade los que probablemente les incomodarán.

El retrato de Amorth

Desde luego que el retrato de Amorth no les ha gustado, y menos que va a hacerlo cuando vean la película. Aunque se inspira en la figura del que fuera exorcista jefe de la diócesis de Roma, fallecido en 2016 a los 91 años, y en sus memorias, ofrece un perfil lógicamente enfocado al atractivo cinematográfico y alejado de lo fidedigno y lo ortodoxo. Ya de partida, el físico de Crowe, grueso y con barba, no se parece en nada al de Amorth.

La descripción busca dar juego, y lo consigue. Muestra a un sacerdote seguro de sí mismo y convencido de sus métodos (lo que no quita que, como mandan los cánones, lleve una carga emocional por el error cometido en un caso) y díscolo en cuanto a que solo responde ante el santo padre y desoye las advertencias de otras elites vaticanas. Respecto a estas, por cierto, se señala que no entienden la lucha contra el mal como la ven Amorth y el Papa y que están más pendientes de la enfermedad del pontífice, sugiriendo que piensan en la etapa posterior.

Crowe transmite carisma y presencia y exhibe un ligero aire socarrón, de ahí los apuntes de humor que aparecen en la propuesta junto al terror, el fantástico, la serie B y la explotación de fórmulas reconocibles. Además, Crowe regala momentos como los de verlo de cura montado Vespa y el del final cuando, tras el sufrido triunfo, saca la petaca del whisky, sin olvidarse de que es una delicia oírle hablar en italiano en la VOSE.

El duelo con el poseso, sus insultos y amenazas

Imagen de 'El exorcista del Papa'
Imagen de 'El exorcista del Papa'
(Sony Pictures)

El colectivo de exorcistas rechaza el modo en que se plasman los exorcismos y lo califica de "ofensivo" atendiendo al sufrimiento de las víctimas. El largometraje menciona al comienzo que el 98% de los casos el exorcista comprueba que la persona afectada no está endemoniada y que su estado se debe más a trastornos psiquiátricos, de manera que se detiene en uno de los casos especiales, los de la auténtica posesión.

La articulación del oficio de exorcista se construye, como no podía ser de otra manera, sobre el efectismo de las actitudes salvajes, las amenazas y los insultos del poseso (alguno saca una sonrisa por el humor negro) y del duelo dialéctico con Amorth, consciente de que se enfrenta a un demonio muy poderoso que además aguardaba y deseaba su llegada. El mal invade aquí a un niño estadounidense que acaba de instalarse con su familia en una antigua abadía de España (en concreto de Castilla) que la madre va a rehabilitar.

Conexiones con la Inquisición (y un plan superior)

Seguro que a la AIE no le hace demasiada gracia que El exorcista del Papa conecte la historia con la Inquisición española por la catacumba que descubre Amorth y que la abadía sea un lugar en el que el mal se desató y que la Iglesia enterró el problema como pudo. Lo hallado viene a ser un espacio desde el que el infierno puede entrar en el mundo terrenal y el guion indica después, en el epílogo que allana la segunda parte, que hay diseminados otros 199 'puntos negros'.

Precisamente esta evolución de la historia es la que seduce más al aficionado al llevar más allá el subgénero de posesiones. El filme expone que el demonio en acción tiene un plan superior que no es otro que entrar en Amorth para que el mal actúe desde dentro del Vaticano como hizo en tiempos de la Inquisición, ya que ese mismo demonio controlaba siglos atrás a un poderoso cardenal. Un planteamiento que sin duda, atendiendo a la postura inicial de la AIE, va a ser la envenenada guinda del malestar generado, ya que apunta a molestarles más que la situación de que durante el clímax el demonio entra en Amorth.

El tráiler deja caer la circunstancia, y luego se ve que esta se debe a que el experimentado exorcista cede a las exigencias del demonio para salvar al niño y a su familia. No obstante, el poseído Amorth pone gran resistencia y cuenta con la ayuda de un cura español, clave en esa tesitura para que el bien salga victorioso. De este sacerdote, el padre Esquibel (interpretado por el costarricense Daniel Zovatto) se dice previamente que tuvo una tórrida relación con una voluptuosa joven y que acabó en tragedia (el pecado le consume).

Un Papa escupiendo sangre

En su comunicado, la asociación de exorcistas indica asimismo que "la Iglesia es representada por un Papa igualmente poco fiable", en alusión a que lo encarna el italiano Franco Nero. Lo irónico del asunto reside en que Amorth y el Papa simbolizan a la buena Iglesia en comparación con las mencionadas elites vaticanas y con el tipo de amenaza infernal.

Con esa impresión, mejor que no vean que el santo padre enferma gravemente al sentir la magnitud del mal al que se enfrenta Amorth y lo que está ocurriendo en aquella abadía, hasta el punto de que escupe un montón de sangre. Por suerte, se repone.

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