¿Existe realmente el 'Necronomicón'? Toda la verdad sobre el libro maldito de la saga 'Posesión infernal'

El volumen primigenio y aberrante por excelencia regresa a la pantalla grande con 'Posesión infernal: El despertar'.
El Necronomicón en 'Posesión Infernal: El despertar'.
El Necronomicón en 'Posesión Infernal: El despertar'.
Warner Bros.
El Necronomicón en 'Posesión Infernal: El despertar'.

Todos los que lo conocen han advertido de sus peligros, pero la curiosidad humana es demasiado fuerte y las potencias del Abismo saben cómo tentarla: el aberrante 'Necronomicón', ese libro que abre las puertas del horror cósmico, vuelve a la gran pantalla con Posesión infernal: El despertar, la cinta de Lee Cronin que resucita la saga creada por Sam Raimi en 1981.

A buen seguro, el regreso de los demonios kandarianos (que esta vez abandonan los bosques de rigor para mudarse a Los Ángeles) reavivará el interés por el primigenio volumen. Y también suscitará de nuevo la pregunta clave: ¿existe de verdad el 'Necronomicón'? Una cuestión que ha dejado sin sueño a ocultistas de todo el mundo desde que el escritor H. P. Lovecraft citara su título por primera vez en 1924.

En el imaginario esotérico, la fama del volumen supera a la de otros títulos como la Clavícula de Salomón, el Anatema de Zos o los Manuscritos Pnakóticos, tanto por lo difícil que es encontrar un ejemplar como por la leyenda negra que le rodea. Así pues, rastreamos su historia, advirtiendo a los lectores de que, según todos los testimonios, la lectura de este libro solo tiene dos resultados: la locura y la muerte.

La blasfema invocación del árabe loco

Según los datos disponibles, el Necronomicón fue escrito en torno al año 700 después de Cristo por el yemenita Abd Al-Ahzrad, más conocido en Occidente como Abdul Alhazred. Tras una experiencia iniciática en Irem, la legendaria ciudad perdida del desierto, el estudioso habría puesto por escrito visiones capaces de triturar la cordura de cualquier lector, para después (siempre según la tradición) morir devorado por un demonio invisible en el zoco de Damasco.

Desde ese mismo momento, la leyenda del libro maldito creció como la espuma. A lo largo de los siglos, su título original de Al-azif (expresión que designa al ruido nocturno de los insectos, considerado de mal agüero) mutó en Necronomicón ("Libro de los muertos y sus leyes") debido a una traducción al griego a cargo del erudito bizantino Teodoro Philetas en el año 950, mientras que en la España medieval fue rebautizado como como Alacife.

Los esfuerzos de reyes e inquisidores no fueron suficientes para acallar la leyenda acerca del Necronomicón y sus abominables contenidos. Según los expertos, Alhazred registró en su libro una teología de pesadilla poblada por dioses locos que algún día se manifestarán en la Tierra. Un heraldo de esas deidades, el Gran Cthulhu, se hallaría ya en nuestro planeta, aguardando la hora de su resurrección en una ciudad sumergida bajo el Pacífico.

Ante semejante panorama, no sorprende que una ojeada al texto bastase para volver locos a sus lectores. Claro que eso también podría achacarse al esfuerzo necesario para leer un tocho escrito en árabe clásico y poblado por nombres como "Nyarlathotep", "Shub-Niggurath", "shoggoth" o "R'lyeh".

Así, pese a las persecuciones, los expertos afirman que algunos ejemplares del Necronomicón sobreviven en la actualidad, custodiados en lugares como el Museo Británico, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, el Archivo Histórico de Simancas y las universidades de Harvard, California-Los Ángeles y Miskatonic (Arkham, Massachussets). Algunas de estas instituciones han llegado a mostrar el libro en sus catálogos, aunque (debido a su rareza y su valor histórico) no permiten su consulta.

En cuanto a H. P. Lovecraft, habría encontrado una copia en la biblioteca de su abuelo Whipple Phillips en Providence (Rhode Island), quedando fascinado por su abominable saber. Desde entonces, el escritor no pudo resistirse a mencionar el Necronomicón en sus relatos, costumbre que después imitaron sus amigos escritores, integrantes del llamado 'círculo de Lovecraft'.

Resulta, además, que entre los miembros de dicho colectivo se hallaban Robert E. Howard (creador de Conan el bárbaro) y, sobre todo, un joven llamado Robert Bloch, que habría de pasar a la historia del cine como guionista de Psicosis. Es debido a este último que la saga del Necronomicón da un giro inesperado, pasando de las polvorientas bibliotecas a los estudios de Hollywood a través de un nombre excepcional: el de Alfred Hitchcock.

El 'Necronomicón' en Hollywood (y más allá)

En 1960, debido a sus conversaciones con Robert Bloch durante el rodaje de Psicosis, Hitchcock se habría interesado por el Necronomicón y su leyenda, que le parecía adecuada para un posible filme de terror sobrenatural. Así pues, el director siguió el rastro del libro hasta Innsmouth, localidad costera de Nueva Inglaterra donde residían unos parientes lejanos de su familia, descendientes de antepasados que emigraron a América en el siglo XVII.

¿Qué encontró Hitchcock durante aquel viaje? Nadie lo sabe, aunque algunos rumores señalan que su hallazgo influyó en la creación de Los pájaros tres años más tarde. El cineasta sólo se avino a hablar del tema con François Truffaut, quien puso por escrito sus revelaciones en un capítulo de El cine según Hitchcock. Sin embargo, por consejo de Claude Chabrol, Truffaut dejó inédita esa sección de su influyente trabajo.

“La versión de El cine según Hitchcock con las mejores notas a pie de página”. Lee la crítica completa.
François Truffaut y Alfred Hitchcock.

El interés de Truffaut por el Necronomicón habría influido, a su vez, en la famosa disputa del director con Jean-Luc Godard. Algunos historiadores del cine afirman incluso que el célebre insulto "eres la Ursula Andress de la militancia", acuñado por el autor de Los cuatrocientos golpes durante la controversia, sería una referencia al Gran Cthulhu, quien emergerá algún día de las aguas como la actriz británica en Agente 007 contra el doctor No (en su caso, sin bikini, pero con tentáculos).

Por mucho que todos estos iconos del séptimo arte trataran de silenciar sus contactos con los poderes primigenios, el daño ya estaba hecho. Desde aquel momento, cineastas de todo el mundo se interesaron por la nefanda obra de Abdul Alhazred, e introdujeron referencias a la misma en sus películas.

Así, entre los directores sospechosos de haber ojeado el Necronomicón encontramos a Francis Ford Coppola, Andrzej Zulawski, David Cronenberg, Béla Tarr, los vascos Iván Zulueta y Álex de la Iglesia, Guillermo del Toro, Christopher Nolan, Brian Yuzna (quien se atrevió a titular en su honor una película estrenada en 1993) y, sobre todo, John Carpenter. Filmes de este último como La cosa y En la boca del miedo podrían incluso ser adaptaciones sui generis de fragmentos escritos por Alhazred. 

Sin embargo, para nuestra sorpresa, no hemos encontrado pruebas de que Sam Raimi haya leído el libro maldito pese a haberlo incluido en varios títulos clave de su filmografía. Esto sería razonable, puesto que Raimi siempre ha sido un poco fantasmilla... aunque, si lo opuesto fuera verdad, explicaría los resultados de Spider-Man 3. 

Por último, hay un dato sobre el Necronomicón que vale la pena mencionar, por mucho que pueda abrirle al lector las puertas de una demencia inefable. Si estás preparado para aceptarla, sigue leyendo, pero no digas que no te avisamos. 

El verdadero horror cósmico

La verdad en cuestión, por supuesto, reside en que todo lo anterior es mentira. Lovecraft, un personaje turbio en algunos aspectos, gozaba pese a todo de un gran sentido del humor, el cual empleaba para trollear a sus amigos y sus lectores. Y el Necronomicón es la prueba. 

Para empezar, "Abdul Alhazred" no es un personaje histórico, sino un seudónimo que el escritor inventó durante su niñez y que deriva de "all has read" ("Lo ha leído todo"). Tras inventarse el libro y adjudicárselo a su álter ego infantil, Lovecraft refinó su broma, escribiendo en 1927 una historia del 'Necronomicón' para uso privado, de la cual derivan muchos de los datos que has leído hasta ahora.  

En cuanto a la presencia del libro en bibliotecas universitarias, fue otro guiño de Lovecraft... que acabó haciéndose realidad cuando fans del escritor propagaron el bulo en círculos especializados. Entre dichos bromistas destaca Jorge Luis Borges, quien aprovechó su puesto como director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires para incorporarlo al catálogo de la institución. 

Y si encuentras un Necronomicón en una librería o una tienda de esoterismo, sentimos decepcionarte, porque esos libros son meros fraudes literarios. Realizados además con ánimo de lucro, algo que hubiera sacado a Lovecraft de sus casillas. 

Así pues, el libro maldito es puramente imaginario, y sus apariciones en Posesión infernal resultan un bienintencionado homenaje sin consecuencias. Una vez más, no conviene dejarse llevar por las supersticiones, porque phn'glui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wagn'nagl fhtagn. ¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li! ¡Shr’ekeh ahfra eeühn n'Sarnath! ¡Iä Sub-Niggurath! ¡Iä Yog Sothoth! ¡Iä! ¡Iä! ¡Iä!

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