¿De verdad era tan estúpido Tommy Lee? Auge y caída del coprotagonista de 'Pam & Tommy' y su banda

El baterista de Mötley Crüe fue un rostro del Metal ochentero más petardo, pero ha acabado pasando a la historia por la 'sex tape' que le robaron unos obreros resentidos. 
Tommy Lee (izda.) y Sebastian Stan en 'Pam & Tommy'.
Tommy Lee (izda.) y Sebastian Stan en 'Pam & Tommy'.
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Tommy Lee (izda.) y Sebastian Stan en 'Pam & Tommy'.

A estas alturas, los espectadores de Pam & Tommy deben estar (por usar una expresión muy de los 90) flipando en colores. No solo porque el cariz sexual y escatológico de la serie de Craig Gillespie (Yo, Tonya) resulte casi inconcebible en un producto de Disney+, sino también porque sus personajes hacen que el elenco de un filme de los hermanos Coen parezca un simposio de premios Nobel en comparación, dadas sus cotas de estupidez. 

En ese plantel de mentes prodigiosas, destaca sin duda Tommy Lee: salvo puntuales momentos de ternura, el músico interpretado por Sebastian Stan se conduce en cada capítulo como un mastuerzo de tal calibre que uno se pregunta si semejante individuo pudo existir en la vida real. Pero existió, vaya si existió… y la serie se queda corta al mostrar algunas de sus peripecias. 

Los miembros del grupo Mötley Crüe.
Los miembros del grupo Mötley Crüe.
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¿Cómo lo sabemos? Pues gracias a una fuente bibliográfica: las andanzas de Lee y las de su banda, Mötley Crüe, están recogidas en Los trapos sucios (Es Pop Ediciones), una presunta autobiografía del grupo recopilada por el muy carroñero periodista Neil Strauss. El mismo Neil Strauss que dio relevancia al sórdido mundo de los 'artistas del ligue' con su libro-reportaje El método, para que nos hagamos una idea. 

Con su énfasis en el vicio, el fornicio y la vergüenza ajena, Los trapos sucios no es una lectura para todos los públicos, pero sí ayuda a entender cómo un sujeto como el que retrata Pam & Tommy se convirtió en superestrella durante los 80 aunque, aparentemente, le costase pensar y respirar al mismo tiempo. Algo que se debió, además de al contexto sociocultural, a que estaba rodeado de cráneos igual de espesos que el suyo. Todos ellos coronados por espesas matas de pelo cardado y teñido. 

La edad dorada del Metal con mechas

En su momento, Tommy Lee destacó por ser uno de los miembros más desfasados de una banda que había convertido la orgía en una forma de vida. Incluso antes de llegar al estrellato, los miembros de Mötley Crüe le dieron todo el sentido al nombre de su grupo, el cual  podría traducirse como "grupo de gente rara" o (en versión libérrima) "panda de anormales".

Ahora bien, el baterista sorprende por haberse precipitado a ese mundo de forma totalmente voluntaria. En el caso de Lee no tenemos un historial tan traumático como el del bajista Nikki Sixx (hijo de un padre ausente y una artista con problemas mentales), una vida lastrada por una enfermedad degenerativa como la del guitarra Mick Mars o las tragedias personales (incluyendo la muerte de una de sus hijas) que han asaltado a Vince Neil, vocalista del grupo.

En vez de eso, este hijo de un exmilitar estadounidense y una modelo griega se benefició del apoyo de su familia, algo que le llevó a ser el miembro del cuarteto con más formación musical. Acostumbrados a ver a las estrellas más kamikazes de la música popular (Keith Moon, Machine Gun Kelly, Iggy Pop… la lista es larga) como frutos, bien de trastornos mentales no diagnosticados, bien de crianzas en el arroyo, sorprende que alguien procedente de un entorno medianamente estable se tirase a la piscina de esa forma. 

La explicación más sencilla, pues, es que a Tommy Lee le gustaba mucho la fiesta... y también a que cayó en un lugar adecuado para petarlo sin límites. Porque su saga y la de Mötley Crüe no se entienden sin esa variante ochentera del rock duro bautizada, bien como 'glam metal', bien como 'hair metal' (es decir, "metal con pelazo"), según las simpatías que le tenga el comentarista de turno. 

En lo musical, tanto los Crüe como otros grupos de su parentela (Twisted Sister, Poison, Hanoi Rocks, WASP, los británicos Def Leppard, etcétera) se alejaban de la usual invocación a Led Zeppelin y Deep Purple para ofrecer sonidos cercanos al punk y el glam de los 70. "Como Bowie y los Sex Pistols metidos en una batidora con Black Sabbath", decía Nikki Sixx.

En lo estético, los artistas de hair metal también seguían esas directrices, llevando la influencia de Bowie, T-Rex o Alice Cooper un paso más allá de lo desarrapado a base de lycra, tintes capilares y sombra de ojos. Por último, sus referentes en lo personal eran pájaros de cuenta como Van Halen (con el vocalista David Lee Roth a la cabeza), Aerosmith, Kiss y otras bandas para las cuales el éxito se medía en gramos esnifados y coitos consumados (a ser posible con modelos o actrices, pero las groupies y las strippers también valían). 

El grupo Mötley Crüe, luciendo su look inolvidable.
El grupo Mötley Crüe, luciendo su look inolvidable.
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Estas influencias no eran las idóneas para ganarse el amor de los críticos, precisamente. Mientras bestias pardas como Metallica, Slayer, Venom o Celtic Frost tensaban los límites del metal ochentero desde el underground, un elepé como Shout At The Devil (1983), el primer gran éxito de los Crüe, no revestía demasiado atractivo… salvo que uno fuese un catorceañero con ganas de asustar a sus padres. Y, en ese apartado, Tommy Lee y su banda cumplían de lo lindo. 

Sumemos a eso el hecho de que la banda estaba radicada en Los Ángeles, ciudad del pecado donde las haya, y recordemos que sus mentores en el arte de ponerse finos fueron titanes de la especialidad como ese Ozzy Osbourne al que vieron esnifarse una hilera de hormigas cuando le teloneaban en una gira. El resultado final de esa combinación de elementos… pues dejémoslo en que la serie Metalocalipsis lo describió estupendamente en la escena que podéis ver abajo. 

Efectivamente, los miembros de Mötley Crüe se ponían de zarpa a todas horas. Y de lo que no era zarpa, cosa que acabó provocándole gravísimos problemas personales a varios de ellos (especialmente a Nikki Sixx). Por suerte para él, Tommy Lee dejaba la toxicomanía en un segundo plano para entregarse otra devoción: meterla en caliente.  

'Girls, Girls, Girls'

Los trapos sucios deja esta faceta de Tommy Lee bastante clara. Es más: el primer capítulo se abre con una reminiscencia de Vince Neil acerca de una novia del baterista apodada  'Bullwinkle' en honor al alce de los dibujos animados. "Tommy podría haberse ligado a la chica que quisiera en Sunset Strip, pero no cortaba con ella –recuerda el cantante–. No paraba de decirnos que la quería e iba a casarse con ella porque, cuando se corría, sus fluidos regaban toda la habitación". 

Encantador, ¿verdad? Pues no es nada comparado con lo que está por venir. Los testimonios de Tommy Lee no comienzan hasta el tercer capítulo del libro, y nos transmiten la imagen de un chavalote campechano (su primera palabra, en la edición en inglés, es "Duuuuude!"), con una actitud vital semejante a la de Pocholo Martínez Bordiú y que se describe a sí mismo como "un romántico incurable". Algo en lo que podríamos coincidir, siempre que "romanticismo" equivalga a "satiriasis" en nuestro diccionario.

Tommy Lee y Heather Locklear.
Tommy Lee y Heather Locklear.
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Tras haber convivido con la temperamental Bullwinkle, y con otra novia (apodada 'Honey') a la que saltó varios dientes de un puñetazo cuando ella insultó a su madre, más un primer y efímero matrimonio, Tommy Lee conoció a la actriz Heather Locklear, célebre gracias a sus papeles en Melrose Place y Dinastía. El baterista describe los primeros momentos de su romance con exquisita sensibilidad: "Finalmente, follamos, y ella me había hecho esperar tanto tiempo que saboreé cada segundo, porque, créeme, aguanté segundos". 

La teoría Tommy Lee de las afinidades electivas queda confirmada en la siguiente frase: "Aquella noche lo hicimos una y otra vez hasta asegurarnos de que estábamos enamorados, porque cuando estás con alguien a quien no quieres, una sola vez suele bastar". Y se ve que no bastó, porque acabaron contrayendo matrimonio en 1986. 

Asuntos del corazón aparte, Mötley Crüe gozaron de su mejor momento en esa época, con el elepé Doctor Feelgood (1989) convirtiéndose en su primer y único número uno en las listas de ventas estadounidenses. La banda llegó a tener su propio videojuego: un pinball titulado Crüe Ball, lanzado para la MegaDrive de Sega. Y, si piensas que este alarde era el paso previo a un sonoro hundimiento, tienes razón. 

Más dura será la caída de los dos

Heather Locklear y Tommy Lee se divorciaron en 1995, con ella hasta el moño de la rutina fiestera de su santo esposo y de ese alcoholismo que ya le había llevado a unas cuantas clínicas de desintoxicación. A él, por su parte, no le hacían gracia las negativas de ella a tener un hijo, alegando que prefería concentrarse en su carrera (y, sospechamos, temiéndose un futuro récord de paternidad irresponsable). 

Ese mismo año, el músico conoció a Pamela Anderson. Y, como esa es la historia que cuenta Pam & Tommy, preferimos no abundar en ella. Lo que nos gustaría señalar, no obstante, es un hecho que la serie describe bastante bien: cuando la famosa sex tape empezó a distribuirse vía internet, tanto el batería como su banda ya estaban listos de papeles. 

Pamela Anderson y Tommy Lee en 1995.
Pamela Anderson y Tommy Lee en 1995.
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Por supuesto, la explicación más fácil a este fenómeno es la que da Pam & Tommy: el auge de Nirvana, Pearl Jam, Alice In Chains y otros grupos de la movida grunge, mucho más serios que Mötley Crüe y sus compañeros de generación aunque, en muchos casos, tan yonquis como ellos. Seguramente, Guns'N'Roses fueron el último grupo del sleaze rock de Los Ángeles que llegó a gozar de verdadera relevancia, aunque en su caso el componente glam se viera reducido casi al mínimo. 

Está claro que, cuando la industria musical da por terminada la rentabilidad de una tendencia, no le duelen prendas en cortarla de raíz: eso ha sido cierto en las eras del vinilo y del CD, y lo sigue siendo en la del streaming. Sin embargo, también debemos tener en cuenta que Mötley Crüe era un grupo especialista en pegarse tiros en el pie, y que Vince Neil (vocalista de la banda, y uno de sus rostros más visibles) había sido despedido en 1992 debido a una toxicomanía contumaz.

Además, hay que contar con que los Crüe habían debutado en 1981, con lo que a principios de los 90 (tras una década de carrera) ya sonaban a música para hermanos mayores. Algo que suponía un golpe mortal para cualquier banda cuyo target estuviera en la edad del acné, por mucho que Tommy Lee siguiese tocando sus solos cabeza abajo, con su batería montada en una plataforma móvil. 

Así pues, la carrera posterior de Tommy Lee y Mötley Crüe se ajusta demasiado bien al itinerario de unas viejas glorias del rock: reuniones de la formación original que dan a luz elepés sin demasiado mérito, y proyectos en solitario (en el caso del baterista, tanto a su propio nombre como al de Methods of Mayhem) que solo gustan a los fans muy cafeteros. 

En cuanto a la reputación de maltratador del batería, que llegó a pisar la cárcel tras una denuncia de Pamela Anderson, es algo que siempre ha gravitado sobre él. Por mucho que Lee se enternezca al recordar las cartas que su ex y él intercambiaron durante esa estancia en el talego, esto nos hace pensar en cómo abordará la serie esta faceta de su historia. 

La publicación de Los trapos sucios en 2001, y su adaptación en Netflix (2019) reavivó la popularidad de Mötley Crüe, que grabaron nuevas canciones para la banda sonora del telefilme. Está por verse si Pam & Tommy estimula el interés del público por un grupo y un personaje que parecen reliquias de un tiempo pasado. La moraleja menos obvia que podemos sacar de su historia, eso sí, es que no conviene apuntar con una escopeta a ese albañil que quiere cobrar lo que le debes. Sobre todo si tienes un vídeo comprometedor en tu caja fuerte. 

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