Andrea G. Bermejo Redactora jefa 'Cinemania'
OPINIÓN

Cuatro recomendaciones en Disney +, HBO Max, Amazon Prime Video y Filmin

¿Estás harto de cambiar de una plataforma a otra sin saber qué ver? Todas las semanas elegimos cuatro películas o series para ti
The Tender Bar
The Tender Bar
Amazon Prime Video
The Tender Bar

La nueva película de George Clooney como director

The Tender Bar, en Amazon Prime Video

The Tender Bar
The Tender Bar
Amazon Prime Video

Hay un subgénero en el cine norteamericano dedicado exclusivamente a los fracasados que regresan a su pueblo después de algún traspiés (generalmente una ruptura amorosa) en la gran ciudad. La nueva película de George Clooney como director (tras la muy descafeinada Cielo de medianoche) se enmarca en ese subgénero aunque lo hace desde el punto de vista de un niño.

En The Tender Bar, JR vuelve con su madre (Lily Rabe) a la casa familiar en Long Island, huyendo de un ex, el padre del chico, que es una pésima influencia. Allí, conviven con su abuelo (un pedorro Christopher Lloyd, ‘Doc’ de Regreso al futuro) y con el tío Charlie (un Ben Affleck barrigudo y despeinado en uno de sus mejores papeles) que es quien le enseña todo lo que tiene que saber en la vida para convertirse en un hombre.

Una vez más es Amazon Prime Video quien se acuerda del público masculino. El personaje de Ben Affleck en esta película podría ser la quintaesencia de esta consideración. Dueño de un bar, el tío Charlie entre pinta y pinta enseña a su sobrino la ciencia exacta de la masculinidad: no pegues nunca a ninguna mujer ni aunque te apuñale con unas tijeras, no guardes el dinero en el bolsillo de la camisa, nunca pidas un whisky doble... Ese tipo de enseñanzas. Esa relación forjada al calor del bar y de sus parroquianos es lo mejor de esta adaptación del memoir de J. R. Moehringer. De hecho, si se hubiese centrado más en ella podría haber sido una gran película.

Distopía vírica intimista

Station Eleven, en HBO Max

Station Eleven
Station Eleven
HBO Max

Si eres fan de The Leftovers o Tales from the Loop probablemente lleves años esperando a que se estrene una serie que les haga justicia. Station Eleven quiere ser esa serie. Aunque no lo consigue tanto como querría, hay destellos, algunas ideas y personajes, por los que merece la pena echarle un vistazo.

Por supuesto, la distopía pasa por una pandemia, una gripe que se lleva a medio planeta por delante dejando al COVID a la altura de un mero principiante en esto de los virus contagiosos. Pero Station Eleven no presta atención a los pormenores de la epidemia. No es un recuento realista como Contagio, de Steven Soderbergh. Sus aspiraciones son poéticas, como en Tales from the Loop, y mesiánicas a la manera de The Leftovers.

La serie va saltando en el tiempo siguiendo a una serie de personajes obsesionados con una misteriosa novela gráfica. Y aunque Station Eleven se esfuerza en imaginar un futuro postpandémico tan salvaje como shakespeariano, el pasado, la irrupción de la gripe, resulta mucho más sugerente. Sobre todo, la relación entre la niña interpretada por Matilda Lawler (Mackenzie Davis de mayor) y su fortuito cuidador Himesh Patel.

Una lección de periodismo y feminismo

Escribiendo con fuego, en Filmin

Writing with Fire
Writing with Fire
Filmin

Khabar Lahariya quiere decir “Olas de noticias”. Ese es el nombre del único periódico de India integrado únicamente por mujeres. Para más inri, todas pertenecen a la casta Dalit, la más baja de todas, a la que las castas superiores llaman “los intocables”. A pesar de ello, la redacción de Khabar Hayariya lleva más de 14 años haciendo buen periodismo, informando de aquello que esquivan los medios tradicionales y cuestionando los sucesivos gobiernos corruptos del país.

El inspirador documental de Rintu Thomas y Sushmit Ghosh retrata la transición al digital de Khabar Lahariya. Los directores siguen a algunas de sus reporteras en su tímido acercamiento a la tecnología, retratando su sororidad y su compromiso con contar la verdad. A lo largo del metraje, la redactora jefa y sus redactoras entrevistan a mujeres que han sido violadas, a víctimas de las mafias de la minería ilegal o a miembros del gobierno. Además, informan de carreteras inundadas, de mujeres asesinadas con un hacha y otras monstruosidades.

Mientras sus maridos y padres vaticinan el cierre del periódico y la imposibilidad de casar a estas hijas trabajadoras, Khabar Lahariya solo crece en popularidad, lectores y espectadores gracias a la tecnología e internet. Su canal de YouTube acumula más de 20 millones de visionados y se han convertido en el azote del gobierno, el mismo que desde 2014, nos alerta la película, ha asesinado a más de 40 periodistas.

Escribiendo con fuego, documental profundamente inspirador y feminista, nos lleva por tanto a una reflexión lógica. Mientras que en Occidente, internet, las redes sociales y la tecnología atentan en la mayoría de los casos contra el buen periodismo y contra la verdad –¡hello Mr. Zuckerberg!–, hay lugares en el mundo en los que, sin embargo, son los garantes de un periodismo independiente que verdaderamente opera como cuarto poder. Aprendamos de ellos. O, mejor dicho, de ellas.

Los 80 en femenino

Armas de mujer, en Disney+

Armas de mujer
Armas de mujer
Disney +

Solemos olvidarnos de Armas de mujer. En las listas de cine feminista. Incluso cuando recordamos las películas del gran Mike Nichols. No sé por qué. Armas de mujer es una película muy reivindicable desde sus monumentales títulos de crédito –ese plano aéreo que va desde la Estatua de la Libertad hasta el ferry que conecta Staten Island con Manhattan–.

Ese viaje es el que hace todas las mañanas Tess, una secretaria que aspira a crecer profesionalmente gracias a sus cursos en la escuela nocturna. Melanie Griffith, sin duda otra razón clamorosa para ver la película al igual que sus impresionantes cardados, interpreta a esta working girl (desde aquí un saludo a los señoros que tradujeron la película como “armas de mujer”).

Su ascenso pasa por dejar a un novio infiel (pobre Alec Baldwin) en una fiesta en la que si te fijas sale David Duchovny como figurante, hacerse respetar por un Harrison Ford en su época álgida como galán y sacarle las uñas a su jefa (también estupenda Sigourney Weaver), una aprovechada disfrazada de coleguita enrollada. Y aunque Armas de mujer sigue paso a paso los esquemas de la comedia romántica no esquiva la crítica al machismo y al clasismo que reinaba entonces y ahora en el mundo empresarial. Prepárate para cantar la pegadiza canción de Carly Simon Let the River Run.

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