Pelé en el cine: 'Evasión o victoria' y las películas de 'O Rei'

El mejor futbolista de todos los tiempos también habría querido ser actor: de la inolvidable película de culto de John Huston a los filmes que rodó en Brasil, analizamos toda la filmografía de Edson Arantes do Nascimento
Pelé, durante el rodaje de 'Evasión o victoria'
Pelé, durante el rodaje de 'Evasión o victoria'
Cinemanía
Pelé, durante el rodaje de 'Evasión o victoria'

Siempre dijo que, de no haber sido futbolista, habría querido dedicarse al cine. Perdimos un actor, pero ganamos una leyenda del fútbol. Un talento extraordinario, una carrera deslumbrante, una vida de película. Pelé es el fútbol. En los cinco continentes. Pero antes de sus tres mundiales, de sus 1.282 goles y de sus jugadas inolvidables, está la historia de un niño de orígenes humildes que se convirtió en un genio del balón. Un filón.

Más allá de Evasión o victoria, el largometraje de John Huston (1981) que tanto recordamos, su gran película es su propia vida. La leyenda del más mítico futbolista de todos los tiempos comenzó en 1958, durante el Mundial de Suecia, quizá la mayor eclosión futbolística jamás vista –gracias a la televisión, que retransmitió el evento por doquier–, donde Pelé alcanzó la cumbre con tan sólo 17 años y devolvió la esperanza a todo un país. 

Así culmina Pelé, el nacimiento de una leyenda (2016), pequeña película, auspiciada por el propio Pelé (que se reservó un pequeño cameo a la manera de Hitchcock), colorista y bienintencionada, que se centra en los años de infancia y primera juventud de Edson Arantes do Nascimento, una interesante decisión para redondear un biopic parcial, explicar el origen de la leyenda y tratar de orillar el tono hagiográfico sobre la figura del Pelé adulto, convertido en una multinacional de sí mismo, remitiéndose a aquellos días de gloria, nostalgia de un pasado idealizado.

Las imágenes de aquel chavalín llorando después de marcar dos goles en la final de un Campeonato del Mundo marcan Pelé, el nacimiento de una leyenda. Sin embargo, todo comienza lejos de Estocolmo, en la pequeña localidad brasileña de Tres Coraçoes, en el estado de Minas Gerais, donde el pequeño Edson empezó a jugar al balón en la calle. Descalzo. El espíritu de la favela, con esa estampa, entre tramposa y pinturera que se propagó por todo el mundo con Ciudad de Dios, imbuye esta aventura dirigida y producida por los hermanos Michael y Jeff Zimbalist. 

Ellos son los responsables de Los dos Escobar, aquel espléndido documental que produjo la cadena deportiva norteamericana ESPN en 2010 sobre los paralelismos entre el futbolista colombiano Andrés Escobar (asesinado tras un traumático autogol en el Mundial de EE UU en 1994) y el capo del cartel de Medellín Pablo Escobar. Guionistas y directores de aquel celebrado filme, se unieron al oscarizado productor de Una mente maravillosa, Brian Grazer (también produjo Frost contra Nixon, American Gangster y J. Edgar) para contar esta historia orientada al público juvenil, que recrea con intención histórica un Mundial de fútbol, al estilo de filmes como El milagro de Berna, El partido de sus vidas o el díptico serbio Montevideo.

El propio Pelé peleó por su película, buscando financiación en el Festival de Cannes: era extraño que no hubiese un biopic que rastrease en aquel momento de la historia del fútbol ni tampoco en el Mundial de 1970, su otra cumbre futbolística. Por eso, además del cameo, Pelé luce crédito de productor ejecutivo. Una buena razón para no hacer referencia alguna a sus anuncios de Viagra. La película, además, mantiene un alto nivel futbolístico entre sus intérpretes, muy de agradecer, sobre todo a través de los dos jovencísimos actores encargados de interpretar a Pelé en ese período de tiempo: dos nuevas caras, con frescura y magnífico toque de balón para interpretar al pequeño Pelé: los debutantes Kevin de Paula, Pelé entre los 13 y los 17, y Leonardo Lima Carvalho, el Pelé de la niñez, entre los 7 y los 10 años.

Al maestro John Huston le quedaba poco por aprender cuando rodó Evasión o victoria: allí se dio cuenta de que el plano corto es la clave de la fotogenia del fútbol en el cine. Así se apaña el despropósito de convertir un deporte de equipo en un logro individual, añadido a las dificultades de introducir la cámara en el juego y de conseguir que los actores sean futbolistas, y viceversa.

Evasión o victoria es la Casablanca del fútbol. Seguramente no es la mejor, tal vez no es la más compleja ni la más rigurosa, ni siquiera es la más estrictamente futbolera, pero es la más reconocible, la más evocada y evocadora. La película de fútbol más mítica de todos los tiempos. 

La historia del grupo de prisioneros aliados a los que el personaje de Max Von Sydow, oficial alemán, ofrece un partido contra un equipo del ejercito nazi pensando en la propaganda, y que será aprovechado para urdir una fuga ya ha pasado a la historia del cine. Como la presencia de Pelé, encabezando un grupo de otros futbolistas maravillosos como los ingleses Bobby Moore y Mike Summerbee, el argentino Osvaldo Ardiles, el belga Van Himst, el holandés Co Prins, el polaco Deyna, el danés Soren Linsted, el noruego Thoresen y un grupo de futbolistas del Ipswich Town (John Wark, Russell Osman, Kevin Beattie, entre otros) que fueron reclutados por su entrenador Bobby Robson a cambio de 1.000 dólares a la semana en un rodaje de más de un mes, vacaciones pagadas a las afueras de Budapest. Sería imposible de replicar algo semejante hoy en día, esa conjunción de talento artístico y balompédico para una producción de Hollywood en un país comunista.

Pelé, que se retiró en el Cosmos de NY tras toda una vida en el Santos, mantenía un contrato por sus derechos de imagen con Warner, se había convertido en un icono pop en ese país tan refractario tradicionalmente al fútbol. Edson Arantes Do Nascimento fue además el asesor futbolístico de la película y a él se unió el interés de alguien como Sylvester Stallone. Sly, estrella universal tras el éxito de Rocky (1976), podía levantar películas de la nada. Y así se repartieron el protagonismo entre la chilena de Pelé y la parada final del guardameta Stallone.

Antes de estos dos proyectos que marcaron su vida, y aparte de los centenares de grabaciones y noticieros cinematográficos en los que apareció por sus jugadas en los partidos, Pelé había aparecido ya en otras aventuras audiovisuales. Una aparición en la serie Os estranhos (1969) fue su primer cameo, pero su debut en el cine fue en la comedia O Barâo Otelo no barato dos bilhoês (Miguel Borges, 1971), en el que se interpretaba a sí mismo pero no como futbolista sino como el Doctor Arantes, ¡y era el director de una sucursal bancaria! 

El gran salto cinematográfico lo dio en 1972 a las órdenes de Osvaldo Sampaio en el largometraje A Marcha. Pelé fue el protagonista del filme interpretando a Chico Bondade, un negro libre que encabezó una revuelta de esclavos en Brasil en la década de 1880, un personaje potente por el que, sin embargo no obtuvo grandes elogios. 

Quizá por eso tardó casi una década en volver a ponerse delante de las cámaras en  Os trombadinhas (Anselmo Duarte, 1980), donde hará de entrenador de un equipo de niños en situación de desamparo (quizá su género favorito, como veremos) y en Evasión o victoria, durante el verano de 1981, 4 años después de retirarse del fútbol en 1977.

Su amistad con John Huston tras Evasión o victoria le volvió a reunir con el cineasta, que aceptaba todo tipo de encargos para poder pagarse su proyecto más personal, Dublineses, filme póstumo. Juntos protagonizaron Once más uno (1985), en el que Huston es un sacerdote que tiene un orfanato en California, sobre el que pesan las deudas y al que solo puede salvar la gran estrella que es Pelé. En este ‘No nos moverán’ hecho película, Pelé volvió a interpretarse a sí mismo en una aventura infantil, algo que volvió a repetir en su país con Os trapalhoês e o Rei do futebol (Carlos Manga, 1986). Antes, Pelé había participado en el thriller Pedro Mico (Ipojuca Pontes, 1985), donde se le puede ver en alguna escena de cama (a posteriori, no en acción) y con una pistola en la mano.

En 1986 volvió a Hollywood para protagonizar Hot Shot (Entre campeones), de Rick King, en el que da vida a un alter ego llamado Santos, que asesorará a un norteamericano empeñado en convertirse en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos, una especie de coach futbolístico, casi como un antecedente de Buscando a Eric, pero en carne y hueso.

Sus dos últimos cameos en el cine, además de apariciones fugaces en las series O salvador da patria, O clone y Sfide, fueron en Solidâo, uma linda história de amor (Victor di Mello, 1989), rodada en Brasil, y en la divertida cult movie futbolera, donde se interpreta a sí mismo de nuevo, Mike Bassett: England Manager (Steve Barron, 2001), durante un divertidísimo Mundial celebrado en Brasil, su última aparición en el cine de ficción. El cine llenó de películas la vida de Pelé, pero ninguna fue tan grande como su propia historia.

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