Este microchip del tamaño de un grano de arena, el más pequeño del mundo, sirve para medir los niveles de polución en el aire

El microchip es del tamaño de un grano de arena.
El microchip es del tamaño de un grano de arena.
Northwestern University
El microchip es del tamaño de un grano de arena.

Unos desarrolladores han diseñado un microchip que mide los niveles de contaminación y la propagación de enfermedades que se transmiten por el aire. El aparato es una creación de la Northwestern University (Illinois, Estados Unidos) y se ha publicado en un artículo de la revista Nature.

El diminuto dispositivo, que tiene un tamaño similar al de un grano de arena, se transporta por el aire gracias al empuje del viento. Esto quiere decir no consta de un motor integrado. De hecho, los desarrolladores se inspiraron en las semillas de hélice de caída libre del arce.

Según John A. Rogers, autor principal del proyecto, conforme estas estructuras “caen por el aire, la interacción entre el aire y esas alas provocan un movimiento de rotación que crea una velocidad de caída lenta muy estable”.

Rogers, que también es profesor de ciencia e ingeniería de materiales, ingeniería biomédica y cirugía neurológica en la universidad, explica que implicaciones tiene esto: “Eso permite que estas estructuras interactúen durante periodos prolongados con el viento ambiental, lo que realmente mejora el proceso de dispersión”.

De este modo, el viento esparce los microchips a lugares circundantes y recopila información sobre el entorno. Según comentan los científicos en el artículo, esto implica que los dispositivos podrán monitorear la contaminación, vigilar poblaciones y rastrear enfermedades.

A pesar de que los microchips estén inspirados en las semillas de los arces, los desarrolladores han tratado de ralentizar la caída de su creación para que cuenten con más tiempo para recopilar información.

Por ello, los ingenieros crearon una base y la juntaron con “un sustrato de goma ligeramente estirado”. Rogers asegura haber ganado a la naturaleza: “Al menos en el sentido estricto de que hemos podido construir estructuras que caen con trayectorias más estables y a velocidades terminales más lentas que las semillas equivalentes que se verían en plantas o árboles”.

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