Conoce el síndrome de piernas inquietas y cómo puedes tratarlo

  • Este trastorno neurológico imposibilita mantenerse sentado de forma prolongada o incluso tener un sueño reparador.
Esta condición afecta entre al 5% y al 12% de la población.
Esta condición afecta entre al 5% y al 12% de la población.
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Esta condición afecta entre al 5% y al 12% de la población.

Cambiar de posición constantemente, mover las piernas, levantarse y tener la necesidad de caminar son consecuencias directas de padecer el Síndrome de piernas inquietas (SPI). Además de afectar a nuestro sueño, este trastorno impide que quien lo sufre disfrute de una función teatral, una película o, simplemente, una charla distendida y relajada.

Esta sensación impacta seriamente en nuestra vida diaria, pero un enfoque integral y un tratamiento individualizado consiguen mejorar ostensiblemente la calidad de vida de los afectados. La neuróloga especializada en sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional, la Dra. Laura Lillo Triguero, afirma que “es un trastorno que va más allá de la simple necesidad de mover las piernas”, principalmente en las últimas horas de la tarde y el primer tercio de la noche.

“Este malestar, aunque no doloroso en sí mismo, se vuelve tan insoportable que la persona siente la necesidad de levantarse y caminar, interrumpiendo la actividad en curso”, explica Lillo. En concreto, se trata de una sensación interna incómoda, molesta y difícil de describir, con inquietud centrada en las piernas que no puede ser ignorada por la persona que la sufre.

“Este malestar se vuelve tan insoportable que la persona siente la necesidad de levantarse y caminar”

La especialista detalla que esta incomodidad en las piernas “crea así un ciclo disruptivo, donde la falta de descanso nocturno afecta negativamente la energía y el bienestar general durante el día”. Su impacto, por ende, extiende su influencia a las emociones de quien lo sufre y repercute de forma directa en “aspectos fundamentales de la vida diaria”.

Principales causas

Esta condición afecta entre al 5% y al 12% de la población, siendo más frecuente en mujeres y aumentando su incidencia a partir de los 50 años. La falta de conciencia general acerca de esta afección y la levedad de los síntomas en muchos casos hacen que el SPI sea una enfermedad subdiagnosticada.

Dra. Laura Lillo, de Quirónsalud.

Laura Lillo Triguero

  • Neuróloga especializada en sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional
"Para el SPI o síndrome de Willis-Ekbom existe evidencia de una predisposición hereditaria al trastorno, advierte la doctora, puesto que aquellas personas con familiares cercanos que padecen SPI pueden tener un mayor riesgo a desarrollar la enfermedad. No obstante, otros factores relevantes son los desequilibrios en neurotransmisores como la dopamina y el glutamato o la deficiencia de hierro".
“Existe evidencia de una predisposición hereditaria al trastorno”

"El hierro desempeña un papel esencial en la producción de dopamina, y los niveles bajos de hierro a nivel sistémico y nivel cerebral se han relacionado con la aparición de los síntomas del SPI", señala la experta. Asimismo, durante el embarazo también se han identificado factores de riesgo relacionados con el SPI, “posiblemente relacionado con cambios hormonales” y con deficiencias relativas de hierro vinculadas con la propia gestación. Igualmente, sustancias como el alcohol, el tabaco y la cafeína “tienen el potencial de alterar el sueño y la actividad neuronal, contribuyendo así a la intensificación de los síntomas”.

Enfoque clínico y tratamiento

El diagnóstico del SPI se fundamenta en un enfoque clínico que implique en el desarrollo del mismo a un médico especializado en sueño que esté familiarizado con la enfermedad y que pueda establecer el diagnóstico sin recurrir a otras pruebas. En este proceso, las exploraciones físicas y neurológicas se convierten en elementos fundamentales, así como los antecedentes médicos, los síntomas del paciente y los criterios de diagnóstico del Grupo Internacional de Estudio sobre el SPI.

Estos parámetros incluyen la necesidad imperiosa de mover las piernas, la aparición o empeoramiento de los síntomas en reposo, la exacerbación nocturna de los síntomas y el alivio temporal mediante la actividad. Asimismo, para la Dra. Lillo es muy útil realizar un análisis de sangre como complemento al diagnóstico clínico. Este tiene como objetivo evaluar el estado del hierro a nivel general y proporciona datos valiosos acerca de posibles deficiencias relacionadas con este trastorno. Un estudio de sueño o polimnografía puede llegar a considerarse si se sospecha de la presencia de otra patología del sueño.

Durante décadas, el tratamiento consistía en la aplicación de agonistas dopaminérgicos en forma de comprimidos: “Estos tratamientos son muy útiles a corto plazo, pero muy peligrosos a largo plazo porque producen un empeoramiento de la situación”, detalla la especialista. Actualmente, se cuenta con opciones de tratamiento más seguras, como la gabapentina y la pregabalina y a tratamientos con hierro vía intravenosa si fueran necesarios.

“La aplicación de agonistas dopaminergicos es muy útil a corto plazo, pero muy peligrosos a largo plazo”

En casos resistentes a la gabapentina y la pregabalina se plantea la opción de utilizar opiodes. Además, se están explorando nuevos antiepilépticos, como el perampanel y otros fármacos como el dipiridamol y se continúa avanzando en la investigación para ofrecer más opciones de tratamiento en el futuro. No obstante, cada paciente puede adoptar medidas no farmacológicas para mejorar su calidad de vida, como establecer una adecuada higiene del sueño con horarios estables, realizar ejercicio de manera regular y moderada, mantener una dieta equilibrada y evitar el consumo de sustancias estimulantes.

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