Praga, Viena y Budapest, la gloria de tres ciudades en el centro de Europa

Vista panorámica de la ciudad de Praga.

Praga, Viena y Budapest son el corazón de Centroeuropa, las capitales que durante siglos han estado en el núcleo de la historia y la cultura europeas. Sus parecidos razonables y su cercanía geográfica las convierte en similares, lo cual no quiere decir haya diferencias entre ellas que las conviertan en únicas, sino todo lo contrario: para conocer el alma del centro del viejo continente hay que conocerlas todas. Hacemos un breve repaso por cada una de las tres joyas.

Praga, la cuna del escritor Franz Kafka, está considerada como una de las ciudades más bellas del mundo. Un prestigio generado principalmente por el elevado Barrio del Castillo, el barrio de Malá Strana con el maravilloso Puente Carlos sobre el río Moldava y su Staré Mesto, donde se acumulan los turistas para contemplar como el reloj astronómico da las horas.

Viena no desmerece a su rival checa. Erigida junto a otro río, el Danubio, el bagaje arquitectónico de la capital austríaca ilustra tres épocas del desarrollo europeo: la Edad Media, el barroco y el Gründerzeit. La ciudad de la música del continente no podía ser menos. Si no puedes desplazarte hasta Viena, su oficina de turismo invita a los barceloneses a disfrutar durante tres semanas del confort vienés en su propia ciudad, anteriormente fueron los madrileños quienes pudieron disfrutar del encanto de Viena.

En tercer lugar, pero no por ello menos importante o bella, se encuentra Budapest. Otra ciudad a merced del Danubio que cuenta con impresionantes joyas arquitectónicas como el Parlamento o el Castillo Real de Buda. En esta ciudad tendrá la posibilidad, así mismo, de realizar un crucero por el río o de disfrutar de una visita guiada a la Ópera.

Se trata, en definitiva, de tres ciudades que no hay que perderse, y que deben ser visitadas según las posibilidades de cada uno pero, en todo caso, aprovechando el momento. Así el viajero podrá exclamar, mientras callejea o cruza los ríos que hacen de venas de Europa, lo que aparece en una antigua profecía de la zona en la que se preveía la gloria de Praga: “¡Veo una gran ciudad, cuya gloria se tocan las estrellas!”.

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