"Y allí dejé al bombón más bonito y más sabroso, con un cuerpo escultural"

Fue el 15 de julio de este mismo año, hacía muchos meses que no veía a mi amigo, y no me contestaba a mis correos e infinidades de llamadas, por lo que decidí ir a verle a su casa. Me presenté en su casa sin avisarle, ¿por qué no? El “no” ya lo tenía, si no quería verme, solamente con no abrir la puerta ya estaba todo dicho, pero abrió la puerta, recién levantado de la siesta. Allí estaba él, semidesnudo, con un cuerpazo tremendo invitándome a pasar a su casa dándome un par de besos. Esos ojos negros que le caracterizan me invitaban a pasar al igual que me observaban de arriba a bajo. Yo por supuesto no me quedé atras, le miré con ese tipo de miradas que a veces lanzamos las chicas de 'uf, te comería ahora mismo'.

Al principio estábamos un poco cortados, hacía tiempo que no nos veíamos, pero enseguida surgió de nuevo ese feeling que siempre habíamos tenido. Hablando y hablando se nos pasó el tiempo, ambos estábamos muy a gusto el uno con el otro pero yo me tenía que marchar, había quedado con una amiga y él se tenía que ir a la piscina, cogí mi bolso y me dirigí hacia la puerta, pero fue la despedida más apasionada y larga que he tenido nunca.

Ambos nos iríamos a nuestras citas pero nuestros ojos y nuestros labios hablaban por sí solos y sin darnos cuenta nuestros labios comenzaron a besarse, nuestras manos comenzaron a aprenderse el cuerpo del uno y del otro, ciegamente nos dirigimos a su cuarto donde se desató la pasión con besos que sabían a chocolate, caricias tiernas y susurros al oído explicando lo que cada uno sentíamos a medida que íbamos conociéndonos.

Pero todo lo que se empieza se acaba, y yo me tuve que marchar, y allí dejé al bombón más bonito y sabroso con un cuerpo escultural, unos ojos negros preciosos y unos labios con sabor a chocolate. A día de hoy, no sé nada de él desde ese día, pero todas las noches sigo dedicándole mis sueños.

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