"Pasamos al asiento de atrás donde nuestra ropa desapareció, casi arrancada a tirones"

Tras muchos años en la capital, un revés de la vida hizo que volviera a mi pueblo para iniciar un nuevo comienzo. No tardé en intentar contactar con la gente que conocía de años atrás y sin darme cuenta acabé charlando por messenger con la hermana pequeña de una amiga de la infancia. Una chica a la que recordaba infantil, pequeña y dulce. Decidimos quedar para tomar un café y comprobé que en 10 años la niña se había convertido en una preciosidad de 25 años, morena, sexy y además muy excitante. Mientras compartíamos el café y nos confesábamos lo acontecido en nuestras vidas, descubrí cierto interés por mí, que más tarde dejó claro en el momento en que subimos en mi coche de regreso a casa.

Toda la conversación por el camino fueron frases picantes, insinuaciones y algunos roces casi fortuitos que hicieron despertar un inevitable interés sexual por ella. Al llegar a su casa, de manera picarona me quitó el paquete de tabaco y me dijo que "una noche de éstas lo recuperaría". Llegué a casa y al mirar el teléfono descubrí un mensaje suyo: "Si tu tabaco quieres recuperar, a las 11 en mi puerta debes estar". Un juego que llevaba detrás intenciones más morbosas.

No lo dudé; me duché y bajé a recogerla; sugirió que fuésemos a un lugar tranquilo, en una zona del río donde nunca se acerca la gente por la noche y con la única compañía de la luna. Ella dio todos los pasos, me besó, apasionadamente, noté sus dulces labios y su lengua ardiente en mi boca mientras comenzaba a emitir pequeños gemidos y su respiración se aceleraba. Pasamos al asiento de atrás donde nuestra ropa fue desapareciendo, casi arrancada a tirones, recorrí su cuerpo con mis labios, haciendo una parada entre sus piernas, lo que la hizo gemir de manera que jamás antes había escuchado.

Sujetó fuertemente mi cabeza sobre su sexo y yo continué estimulándola con mi lengua y mis manos hasta que explotó en un orgasmo envidiable. Fue increíble, la besé suavemente, acariciando su cara, y de nuevo, volvimos a encendernos hasta que acabamos haciendo el amor de forma salvaje, fue muy rápido (demasiado) pero no pude evitar el nivel máximo de excitación al que me tenía sometido y ambos estallamos de nuevo en un orgasmo verdaderamente memorable. Tras ello, nos vestimos y marchamos, cada uno a su casa, no sin antes fumar un cigarro del paquete que me devolvió. Ha sido una de las experiencias más increíbles de mi vida.

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