El Rocío: la devoción es fiesta y la fiesta, devoción

Romeros en el camino de Moguer, en ruta hacia El Rocío, en pleno Parque Natural de Doñana, en Almonte (Huelva).
MIGUEL VÁZQUEZ / EFE

Como en pocas fiestas, en el Rocío la devoción es fiesta y la fiesta, devoción. La Romería del Rocío es una manifestación de religiosidad popular en honor de la Virgen del Rocío, que se halla en Huelva, en la aldea almonteña del mismo nombre.

Más de un millón de personas y decenas de hermandades participan en esta romería. Cada hermandad habrá partido de su localidad, de Huelva a Sevilla, de Ceuta a Bruselas. El camino se hace para coincidir en la aldea del Rocío al mediodía del sábado en vísperas de Pentecostés, cincuenta días después de Semana Santa.

Es un peregrinaje en romería, alegre pero cansado, ya que las tres formas típicas de hacer el recorrido son a caballo, en carreta o a pie. El camino transcurre entre pinares, marismas y arenas. La ropa deberá ser ligera y cómoda, especialmente el calzado, pero sin olvidar algo con que abrigarse en las madrugadas. Los romeros disponen en sus carretas lo necesario para pasar los días.

Caminos hay muchos, pero el más espectacular es el de Sanlúcar, que une la aldea a través de Doñana con la desembocadura del Guadalquivir. Las carretas y los caballos cruzan paisajes casi vírgenes. Simpecados, carretas y monturas cruzan el estuario en barcazas, como si de una expedición se tratase.

Al final los caminos convergen y la romería se convierte en una fiesta con todo el carácter andaluz, alumbrada por el buen comer y beber, el baile y el cante flamenco y la juerga hasta altas horas de la madrugada.

Y el Rocío es devoción. Al llegar a Almonte se acampa; el sábado desfilan las hermandades; y por fin se visita a la Virgen, la Blanca Paloma. Ya el domingo, la Patrona es sacada del retablo de la ermita y paseada a hombros por la aldea ante la pasión de los fieles que se mueren por rozarla.

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