En el casco antiguo de Logroño, el palpitante corazón de la ciudad

Las dos torres de la fachada de la Concatedral de Santa María la Redonda.
WIKIPEDIA/Félix

El casco antiguo de Logroño rebosa vida. Punto de encuentro de oriundos y lugar ineludible para los visitantes, guarda celosamente en sus intrincadas calles los orígenes de la populosa urbe: allí donde se concentra la memoria histórica de la ciudad y su patrimonio arqueológico más importante.

El casco antiguo de Logroño ofrece un recorrido encantador entre solemnes edificios, nobles iglesias y egregios palacios. Su perfil limita con el río Ebro, surcado por puentes que actúan de majestuosa antesala del centro histórico, donde las torres de La Redonda, Santiago el Real y la característica aguja del Palacio arañan el cielo.

En el palpitante centro de la ciudad contrasta el hierático silencio de sus edificios con el bullicio que cada día y cada noche sumerge sus calles. El comercio, de todo tipo y para todos los gustos, es el principal motor del casco antiguo, en una perfecta simbiosis entre modernidad y tradición.

Concatedral de Santa María la Redonda

La Concatedral de Santa María la Redonda representa una de las imágenes más representativas de la ciudad. En inicio, fue construida como un modesto edificio románico de planta circular del que solo se conserva el sobrenombre de La Redonda. Su hermanamiento con la iglesia de San Martín elevó el templo a la categoría de colegiata, hecho que mereció una profunda reconstrucción en 1453. En el siglo XVII comenzaría una ampliación por su cabecera que culminaría un siglo más tarde.

El resultante de tanta modificación es una majestuosa concatedral de tres naves de igual altura, divididas en cinco tramos. Su majestuosa portada principal, conocida como la Portada de los Ángeles está compuesta por un retablo de tres cuerpos al que flanquean dos torres. Las Gemelas, ejemplo emblemático del llamado barroco riojano.

Palacio de los Chapiteles

Los marqueses de Someruelos tuvieron el placer de disfrutar de este señorial palacio, ubicado al inicio de la calle Portales, hasta 1862, año en el que fue adquirido por la corporación municipal, con el objetivo frustrado de trasladar a sus aposentos la sede episcopal de Calahorra a Logroño. Descartada esta posibilidad, el palacio hizo las veces de ayuntamiento durante 115 años.

Al construirse el actual Ayuntamiento, el Palacio de los Chapiteles pasó a albergar las oficinas de la Consejería de Cultura, Deportes y Juventud del Gobierno de La Rioja. Bien es cierto que del edificio se desprende cierto aire administrativo, con su sobria y plana fachada cuyos laterales despuntan como dos discretas torres.

Iglesia de Santa María de Palacio

En Logroño hay todavía quien sería incapaz de señalar a la iglesia por su nombre sin añadirle el sobrenombre de “La Aguja”, torre de planta octogonal del siglo XIII que representa otra de las postales de la ciudad. La aguja es una flecha o capitel en forma de pirámide de ocho lados, de varios pisos. En el inferior hay ocho buhardillones y en cada uno de éstos, una ventana.

La Iglesia debe su nombre a la donación que realizó Alfonso VII de su palacio en 1130 para que se erigiera la primera fundación de la orden del Santo Sepulcro en el Reino de Castilla. En el edificio resultante de múltiples variaciones, ampliaciones y reedificaciones apenas deja adivinar su estructura primitiva. La portada principal se corona con una arcada que confiere la estética de un retablo clasicista, mientras que el claustro, también objeto de varias modificaciones, cuenta con galerías bajas  formadas por arcos de medio punto mientras que las altas se adornan de columnas toscanas y entablamento con huecos adintelados.

Puerta del Revellín

La muralla de Revellín resultará sin duda familiar para el visitante adulto. Las últimas pesetas que circularon por España, llevaban impreso en su reverso un extracto de esta fortificación. Las Murallas del Revellín son los restos del cinturón de piedra que circundaba a la ciudad de Logroño. Este elemento defensivo se construyó entre 1548 y 1540 y fue el resultado de reforzar la antigua muralla medieval.

Sin embargo, fue durante el asedio de los franceses en 1521 cuando la ciudad entendió que sus medidas defensivas necesitaban ciertas mejoras. La muralla fue reforzada con el Cubo de Revellín, se amplió en longitud y se creó que foso que la rodeaba.

Parque del Ebro

Un pulmón en plena ciudad, resulta el marco ideal para retratar el casco histórico. En 1993 la ciudad recuperaba para su ocio y esparcimiento la orilla derecha del río Ebro, creando un parque de nada más y nada menos que 153.000 metros cuadrados. Cuenta con una parte inundable, de unos 70.000 metros cuadrados que permanece bajo las aguas del Ebro durante buena parte del año.

La parte no anegadiza comienza en el puente de piedra y conecta con una escollera, de la que parte un paseo que llega hasta el final del parque, junto a General Urrutia. En resumen, 72.000 metros cuadrados de praderas serpenteadas de caminos. Una ligera y saludable forma de disfrutar del parque es a dos ruedas. El Ayuntamiento habilitó un extenso carril bici para complementar las múltiples alternativas de ocio.