Sonia Fornieles Directora de mujer.es
OPINIÓN

Si usted supiera, señor

Hola, soy tu regla.
Hola, soy tu regla.
Getty Images/iStockphoto
Hola, soy tu regla.

Cuando eres pequeña, muy pequeña, no sabes que existe la regla, ni falta que te hace, para qué adelantar ‘buenas noticias’. Cuando creces un poco sabes que es algo que está ahí, que va a venir y tu opinión al respecto es confusa. Por una parte, lo aceptas, qué remedio, pero por otra piensas: qué raro todo.

Cuando llega, es un auténtico desastre. Física y mentalmente. Primero, hay que confesar, sí confesar. A las profesoras, si te coge en el cole, a tu madre… ¡a tu padre! Una vez pasado este trance, asúmelo claro: tooooooodos los meses, tooooooda la vida (es un decir, pongamos 40 años).

Ya hemos confesado, ya hemos asumido y ahora aprende a vivir con ella. A usar compresas y tampones con ¿11,12 años? Que igual ahora las niñas de esa edad están hartas de ver vídeos de copas menstruales en redes pero a mediados de los 80 todo lo que yo veía a través de una pantalla era a ‘Los Fruitis’, al ‘Inspector Gadget’ y a la princesa Romy, la enamorada de Willy Fog. Cero conocimientos de higiene menstrual (los dibujos animados de los 80 no tenían la regla).

A todo esto se suma el malestar, la pesadez, la incomodidad… Esto si no te duele mucho, claro.

Y así pasan los meses, los años, la vida. Y aprendes que un mal día puede ser aun peor si ‘te baja’ la regla, que un gran día se puede arruinar si 'te baja' la regla y que la vida sigue aunque ‘te baje' la regla.

Y llegamos hasta hoy. Con la certeza de que hay muchas mujeres que sufren mucho cada mes, las tengo y las he tenido cerca, porque padecen endometriosis, o porque tienen ‘reglas dolorosísimas’ sin que vaya asociada a esa enfermedad en concreto. Y han hecho su vida cuando han podido, y cuando no, la han hecho también.

No se puede trabajar con dolor, no se debe trabajar con dolor. Muchas y muchos os reiréis leyendo esto, yo me sonrío al escribirlo (malditas cervicales). El dolor de espalda, por citar el más común entre los adultos que trabajan delante de un ordenador, o el de cabeza, nos acompañan con frecuencia en nuestras jornadas laborales, pero nadie se plantea no decir que siente ese dolor por miedo al estigma. Entonces, dejemos de hablar de estigmatizar a las mujeres, dejemos de plantear si nos vamos a inventar un dolor de regla, dejemos de dar ideas a los empresarios (a ver si se va a pedir una baja cada mes, mejor no la contrato). La vida sigue, y la regla también. La diferencia es que ahora se habla de ella, qué pena que te incomode, eso no es nada, si usted supiera señor.

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