Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Déjame crecer

Niños en un columpio
Niños en un columpio
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Niños en un columpio

Durante las vacaciones me resulta fácil entrenar mi atención puesto que, al liberarme de la rutina, elijo dónde posar la mirada y qué tiempo dedico a ello. Llevo días observando a los niños en la playa. Las de Cantabria son inmensas e invitan a explorar sus rincones, sin embargo, los críos se pegan a sus padres y apenas son capaces de jugar en la arena, como si necesitasen aprobación para ello. Viendo la alegría con la que recorren la orilla, las mascotas parecen más libres que los hijos e hijas de esas familias.

Los niños y las niñas ya no se suben a los árboles ni construyen casas en ellos. No saltan a la goma ni al balón prisionero. Dan vueltas al mismo circuito con la bicicleta una y otra vez y solo corretean por calles desconocidas, si acaso, en el pueblo, donde los padres se relajan. La infancia pierde curiosidad en reciprocidad a su falta de atención.

Hace algunos años el profesor de psicología infantil Alan Sroufe inició una investigación, alarmado por el creciente número de niños incapaces de concentrarse en el aula, con el consiguiente incremento en el diagnóstico de TDAH. Trataba de averiguar si el estado neurológico en el nacimiento podría predecir el desarrollo de problemas de atención graves; tras su estudio comprobó que, sin bien existían casos con afectación temprana, los genes no actúan en vacío y el factor determinante para que se enciendan o apaguen es el contexto, es decir, la cantidad de caos que rodea a esos pequeños, porque si un niño o niña se educa en un entorno de mucho estrés, las probabilidades de que desarrolle problemas de atención son mucho mayores. La explicación es sencilla: cuando un niño vive un disgusto, una frustración o un enfado, necesita de un adulto cerca que le calme y tranquilice. A medida que vaya creciendo, irá adquiriendo herramientas por sí mismo, pero a los padres y madres estresadas les cuesta calmar a su prole. Bastante tienen con tratar de relajarse ellos.

Niños pequeños jugando en la playa
Niños pequeños jugando en la playa
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Además, el profesor coincide con otros psicólogos en que la ansiedad infantil se agudiza con la privación del juego. Cuando un niño juega aprende a enfrentarse a lo inesperado, adquiere competencias para resolver problemas, aprende a tratar a otros niños… pero si no juegan serán adultos atemorizados ante cualquier circunstancia nueva e incierta que se cruce en su vida.

El mar es una balsa sin apenas olas, de manera que la orilla parece una piscina donde saltan los peces, pero los niños no los buscan. A lo mejor solo han visto peces muertos en la pescadería, pienso, y acto seguido me reprocho el juicio. En todo caso sus padres deberían conocer el movimiento 'Let Grow' ('Dejadlos crecer') que creó Lenore Skenazy cuando, tras un viaje a México, vio como su hijo de pocos años corría libre por una playa junto a otros niños de otras tantas nacionalidades con los que se comunicaba inventando juegos, si no encontraban las palabras adecuadas para hacerse entender. A la vuelta a Estados Unidos, su hijo le confesó que nunca había sido tan feliz y comprendió que le faltaba la ilusión que ella había disfrutado siendo niña, como los de su generación.

Banco con mensaje
Banco con mensaje
Cortesía de Teresa Viejo

'Let Grow' es un movimiento que involucra a padres, escuelas e instituciones buscando que los pequeños exploren el juego libre y, junto a ello, crezcan en capacidad, confianza y felicidad porque el riesgo no es caerse de un árbol o la picadura de una medusa, sino convivir con miedos emocionales, con falta de adaptación y sin desarrollar su curiosidad, y al tiempo, su imaginación y creatividad. Cuando una escuela se apunta el programa adquiere el compromiso de que un día a la semana, o por lo menos una vez al mes, los niños y niñas tendrán como deberes ir a casa y hacer algo nuevo por su cuenta sin la tutela de los adultos. Al salir a explorar el mundo llevan consigo una carta que pueden mostrar a cualquier persona, si les da el alto temiendo que se hayan perdido, que dice: "No me he perdido ni me cuidan mal. Si cree que no es correcto que yo vaya solo o sola por la calle, por favor lea 'Huckleberry Finn' y recuerde su propia infancia. ¿Acaso sus padres estaban con usted cada segundo? Déjeme crecer".

Si tienes hijos o hijas no olvides que poseen la maestría de la curiosidad; su deseo de aprender es natural y lo hacen de forma espontánea, cuando pueden dedicar su atención a aquello que les resulta atractivo y les invita a explorarlo.

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Teresa Viejo
Periodista y escritora

Mi nombre es Teresa Viejo y soy una contadora de historias, que estudia los efectos de la curiosidad en el comportamiento humano. Gracias al periodismo he observado la vida desde ángulos muy variados, pero tras muchos años entre focos sé que la mejor luz la emitimos las personas, por eso te descubriré a mujeres inspiradoras a quienes les ha “salvado” su curiosidad. ¿Cómo? Ya lo verás. También dirijo programas y escribo libros, la mayoría novelas de misterio, menos el último que se lo he dedicado a nuestra principal competencia –“La niña que todo lo quería saber. La curiosidad: claves para una vida más inteligente y feliz”-. También conduzco “La Observadora” en RNE y practico la Comunicación No Violenta y la Indagación Apreciativa. ¡Ah! Ser Embajadora de UNICEF me llena de orgullo. Como vivo en modo aprendizaje, casi nunca miro hacia atrás. Bueno, un día sí… un día me puse a contar las entrevistas que había realizado y al llegar a las diez mil, paré abrumada. Preguntar es más revolucionario que afirmar y ahora enseño a las personas a hacerlo. Y a liderar activando su curiosidad. Tú también puedes, créeme. ¿Te he contado que mi bebida favorita es el té?

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