Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Cosas extraordinarias

Mujer tumbada
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Mujer tumbada

Tengo una frase que repito a modo de mantra y es: "Descubramos lo extraordinario en lo ordinario". Detrás de ella se esconde una viva curiosidad que nos ayuda a observar todo aquello que se escapa a simple vista, porque cuando nuestra mente se sitúa en piloto automático carece de la agudeza para percibir detalles que convierten nuestra rutina en algo excepcional.

Hace unos días, al terminar una conferencia, una mujer se acercó y me dijo que ella daba la vuelta a mi frase al recomendar a su pareja que no cayese en el error de considerar rutinaria una vida que realmente era extraordinaria. A continuación, explicó que era médico y residía en Madrid desde hacía un par de años. La pareja procedía de Venezuela y se despertaban contemplando el parque del Retiro para, a continuación, dar un paseo por las calles aledañas -mucho más seguras que las de su país- y observar los escaparates, seguir el paso de las estaciones en las copas de los árboles, probar un nuevo desayuno… Vivencias extraordinarias a las que no podían a acostumbrarse porque, de hacerlo, perderían su magia. Las razones de su relato eran más poderosas que las mías, ya que yo admito de base cierta monotonía que invito a romper, eso sí, con una mirada curiosa. Sin embargo, aquella doctora resumía el quid de nuestras vidas: cuando nos paramos a contemplarlas nos damos cuenta de cuán extraordinarias son. Sortear las dificultades, mantenernos saludables e ilusionadas, enamorarnos, tener un hijo, crear nuestra propia empresa, realizar ese viaje soñado… vivimos rodeadas de maravillas a las que no deberíamos de valorar como lo más natural del mundo. Perder la ilusión de disfrutar prodigios nos empobrece.

Teresa Viejo
Teresa Viejo
Cortesía de Teresa Viejo

Mientras escribo entra un mensaje en el móvil. Lo envía Enrique Tomás, ese soñador que un día se propuso llevar el jamón ibérico a cualquier rincón del mundo y en esas anda, con el mismo ímpetu de los veinte años cuando intuía que la suya sería una vida fabulosa sin atinar a explicar el motivo. Admiro a Enrique porque no pierde la mirada de asombro y percibe cada logro como un regalo. El mensaje incluye un vídeo donde aparecen Sor Lucía Caram y Pasión Vega, Anita para los amigos, cantándole al Papa Francisco el tango "Volver". El Papa baja la mirada, emocionado, y Enrique le secunda… cómo no estarlo, sabe que están protagonizando algo único. Acaban de presentar a su Santidad el proyecto de construir un Hospital de campaña en Ucrania, gracias a los fondos que recaudarán en un concierto en la Sagrada Familia el 12 de diciembre, e imagino la determinación de Enrique tras cada paso.

El camino más certero para hundirnos en la monotonía es valorar así nuestra vida. Admito que no todas impulsamos proyectos que cambian a las personas, no somos artistas ni emprendedoras que replican su negocio con éxito, al mismo tiempo todas experimentamos situaciones únicas a las que la apisonadora de la rutina puede hacer papilla si no cuidamos nuestra percepción sobre ellas. Por eso, a partir de ahora, además de animar a ser más perspicaces en el día a día, mi afán será apreciar lo extraordinario de cada vida.

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