Máximo Huerta: "A la mujer se la ha criticado por lo que lleva, por atrevida o liberada"

Máximo Huerta periodista y escritor
Máximo Huerta periodista y escritor
Instagram
Máximo Huerta periodista y escritor

La censura literaria ha sido recientemente noticia gracias a Grace Linn, la viuda de un veterano de la II Guerra Mundial que ha acudido a la reunión del Consejo Escolar del condado de Martin para protestar contra una nueva normativa aprobada por el gobernador Ron DeSantis en Florida y que permite censurar el discurso de género y la teoría crítica de la raza en las aulas. 

"Quemar libros y prohibir libros es lo mismo. Las dos cosas se hacen por la misma razón: miedo al conocimiento. El miedo no es libertad, es control. Mi marido murió como padre de la libertad. Yo soy una madre de la libertad. Los libros prohibidos deben exhibirse con orgullo y protegerse de consejos escolares como este", dijo Linn, que tiene 100 años.

Críticas y odio

Desafortunadamente, como podemos observar, la censura sigue hoy viva y ha estado siempre presente. Así quedó claro en el I Congreso Internacional de Traducción y Censura en la Literatura y en los Medios de Comunicación celebrado en 2017, en el que como aseguró Carme Sanmartí, doctora en Història Contemporània i directora del Centre d’Estudis Interdisciplinaris de la Dona, muchas de las escritoras que lograron cierto prestigio en su lugar de origen, se encontraron con que su obra, al ser traducida para ser distribuida en España, terminaba siendo considerada como una novela romántica, como le ocurrió a Florence Barclay. 

Ya entonces quedaba de manifiesto cierto esnobismo y etiquetas destinadas a desprestigiar que sigue aún vigentes. "A mí el mundo esnob me da risa: el cultureta de gafa de pasta y de pelo cortado a serrucho me aburre muchísimo, porque la literatura está para entretenerte, para cargarte de emociones y para hacerte pensar, desde Ana Karénina, de León Tolstói, hasta Elisabeth Benavent. Las librerías con prejuicios son algo terrorífico", dice Máximo Huerta, con el que hablamos con motivo del encuentro Libros Liberados, creado por ING. 

El lugar de la charla no fue baladí, pues la caseta nº 22 de la madrileña cuesta de Moyano era el escenario en el que históricamente se vendían e intercambiaban ejemplares de estos 'libros prohibidos'. Obras como Madame Bovary, de Gustave Flaubert, El Decamerón, de Giovanni, y Frankenstein, de Mary Shelley, entre otros, pueden en la actualidad ser leídas con total libertad y han sido protagonistas del encuentro al haber sido en el pasado víctimas de la censura. 

Aprovechamos la oportunidad para hablar con el escritor y periodista, al que ante la pregunta de si le irrita más la censura por motivos religiosos, políticos o morales, responde con un giro de guión: "También me irrita cuando el motivo no es ninguno de esos, porque a veces se reprueba al autor o autora por ser susceptibles de sospecha, y no hablo del pasado. No veo género en la censura", asegura después de que le preguntemos si cree que las escritoras se topan con mayores trabas a la hora de ser censuradas.

"Nadie recordará dentro de unos años a la crítica, porque nadie sabrá qué dijeron de Buenos días tristeza, de Madame Bovary ni de Matar a un Ruiseñor. Lo que se recuerda es la historia. Nadie recuerda nunca a los críticos: los críticos no escriben". Cuando sacamos el tema de cómo hay muchos que hacen del esnobismo su escudo y se lanzan sobre la denominada 'click lit', no duda ni un segundo en compartir con nosotros su parecer.

Aunque habla sin miedo, asegura no tener necesidad alguna de sufrir por una opinión pública. "Las redes sociales y los medios han dado altavoz. La red social se ha encargado de elevar la bobada, mientras que el medio ha puesto la bobada en un titular. Ahí los medios nos hemos hecho un flaco favor. Yo no necesito escuchar opiniones que no me interesan ni que sean de amigos o de tertulias en las que participo. En las redes, de hecho, no opino, porque yo no te pido tampoco tu opinión. En ocasiones la respuesta que das se emplea como arma arrojadiza, y nos encontramos con la cultura de la cancelación, que no es otra cosa que hablar de la censura", señala Huerta. 

"El odio actual se debe a varios factores. Por un lado, está la prisa por hacer noticias. Por otro lado, nos encontramos con la precariedad, porque cada vez hay más en los medios. Por último nos topamos con el consumo rápido: tratamos a los ciudadanos como consumidores, no como ciudadanos", señala.

No cree que ese odio que acecha a las mujeres en las redes al subir ciertas imágenes no se haya infiltrado ya en el ámbito masculino. "Es como una presa: nos ha llegado la oleada y por si fuera poco, con algo de homofobia. A la mujer se la ha criticado por lo que lleva, por atrevida o liberada. El hombre, según se vista o se atreva, se encuentra con comportamientos en la crítica normalizados de homofobia, aunque ni siquiera sea homosexual", asegura el autor.

El deseo y el arte de destapar capas

Hablamos de Madame Bovary, una de las obras que forman parte del listado de libros censurados. Mario Vargas Llosa, en su ensayo La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, habla de Emma como de "heroína egoísta", una mujer en una lucha por la conquista de los placeres. 

¿Es egoísta acaso perseguirlos? "No. Los placeres hay que disfrutarlos, incluso comentarlos con tu alrededor. Algunos son más íntimos, otros más públicos, otros necesitan compañía… Pero en cualquier caso, hay que disfrutarlos". 

¿Cree que se castiga aún más a la mujer cuando es quien lo hace? "Yo creo que ya no, porque son las que más lectores tienen. Megan Maxwell tiene legiones de lectores, por lo que no creo que sólo se consume, sino que se lee y se espera. Hace poco vivimos la fiebre de Cincuenta sombras de Grey: salías del agua de la playa y te abofeteaba la portada", asegura.

Regresando a Madame Bovary, comentamos que pese a que al autor se le escapaba la intencionalidad feminista, hay pinceladas, como la inutilidad de Charles como el clásico patriarca, que podrían ser así calificadas. "El feminismo que sale de manera natural merece un aplauso. Normalizar algo que de manera fluida hubiera en un texto, en un párrafo o en un personaje con espíritu feminista, me parece que es algo maravilloso. Cada vez que lees una buena obra, lo bueno es ir destapando capas cuando lo lees. Desde el argumento hasta la personalidad del personaje, pasando por ese rincón oscuro que descubres en una buena novela, las capas van saliendo y descubriendo mundos feministas donde no parecía haberlos", dice Máximo. 

Asegura que recuperar títulos que fueron censurados es necesario por ser un acto de justicia, pero lamenta que es algo que llega tarde. "Es como un amor al que a los 80 le dices que sí. ¡Quería el sí a los 20! Esa obra que fue censurada por irreverente era necesaria en esa época. Sin duda, recuperarla con la mirada de 2023 está bien, pero como digo, ya es tarde… Hay que leer pensando en cuándo fue escrita para entender el porqué de sus actos. Ahora, aunque te devuelvan la obra entera sin censura, ya no tienes la provocación que pretendía: la provocación caduca, pero la censura siempre gana. Censurar obras del pasado desde la mirada de 2023 es infantil, pueril y naif", dice para finalizar.

¿Quieres recibir gratis todos los jueves en tu correo los mejores contenidos de belleza, moda y estilo de vida? Apúntate a nuestra Newsletter.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento