Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

Las mujeres que no lloran son bellas

Felicidad plena
Grupo de mujeres disfrutando de un momento feliz
Pexels
Felicidad plena

Hace unos días Shiseido nos reunió a un grupo de 150 mujeres líderes para compartir un estudio pionero sobre la belleza madura. Reconozco la valentía de una marca que se alía con ella no solo por cosmética. Hay mucho mundo detrás de una melena con canas. Ainhara Viñarás, directora de la firma, condensó la investigación con frases como que "éramos el espejo donde se quieren ver reflejadas las más jóvenes" porque los años bien vividos, con esos retos y desafíos de los que hablan nuestras arrugas, son aspiracionales. 

Durante el almuerzo yo me preguntaba qué mensajes se deslizarían de los referentes de mujeres maduras en otros lugares, porque no hablamos de belleza, sino de inspiración y coraje, de inteligencia emocional, de capacidad para crear redes e impulsar proyectos. Cada sociedad debe de trabajar sus propias fortalezas. En mi último viaje a México conocí a Ramona Cosío, cuyo principal talento, en principio, es mirar a través del objetivo de una cámara. Ramona es una fotógrafa excepcional y gracias a ese oficio, acostumbra a captar lo que otros no ven a simple vista. Sobra decir que sin una depurada curiosidad no es posible destacar en la fotografía; podremos hacer fotos, sí, pero difícilmente pasarán de ser mera una imagen congelada.

El objetivo de su cámara retrata la vida de otras mujeres, en especial aquellas que parecen condenadas a repetir las biografías de sus madres y sus abuelas, en escenarios paupérrimos, sometidas a un patriarcado endémico; mujeres sin recursos, pero con el arte de crear piezas artesanales únicas. Madres prematuras a las que les faltan las palabras para hacerse entender porque sus lenguas son tan antiguas como las costumbres de sus tribus. Hijas que no conocen más paisaje que el verde de la selva. En México hay muchas como ellas, pero si visitas el país con ojos de turista no las ves, necesitas la mirada de Ramona.

Creaciones de las mujeres indígenas
Creaciones de las mujeres indígenas
Teresa Viejo

Tras cientos de fotografías, Ramona dio vueltas a lo que podría hacer por ellas e ideó un proyecto que las reforzaba desde su propia idiosincrasia: su artesanía tenía un valor y como tal debía de ser remunerado. El germen nació en Chilón, una pequeña comunidad de Chiapas, y desde ahí fue extendiéndose a otras poblaciones. Con una red de apoyo de mujeres, las indígenas aprendieron castellano para negociar los precios de unos objetos -bolsos, cinturones, prendas de vestir- elaborados según tradiciones atávicas con telas y tintes naturales, repujando el cuero ellas mismas, trabajándolo al final de sus tareas domésticas, junto a la luz de las hogueras, porque carecen de electricidad. 

La Casa de la Juventud acoge una charla sobre mujeres indígenas.
La Casa de la Juventud acoge una charla sobre mujeres indígenas.
EP/AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA

En cada pieza emplean semanas de trabajo, al que ellas no sabían poner precio, pero cuando empezaron a facturar por él inspiraron en su progreso a las más jóvenes, y sus hijas dejaron de pensar que el único sueño posible era convertirse en camarera de un Starbucks y se animaron a aprender el oficio de sus abuelas que, en lugar de una condena, se transformó en orgullo de pertenencia. Una vez al año, esas mujeres maduras exponen su trabajo en una feria de arte llamada AMART, y lo facturan, demostrando que crear es sinónimo de otra vida posible. Son bellas mujeres maduras.

Solo rodeándonos de personas buenas, podemos hacer cosas mejores.

Desde un mercado de artesanía al salón del mejor hotel de Madrid, las mujeres tenemos la capacidad de impactar en otras mujeres cuando somos capaces de valorar su trabajo, y de alentar la creatividad en las demás para que la expresión artística se convierta en nuestro lenguaje. Cuando contribuimos a la visibilidad de otras mujeres. Cuando trabamos lazos de sororidad que facilitan la independencia económica. Cuando nuestra voz contribuye al desarrollo personal, social y económico de todas. Cuando comprendemos que, solo rodeándonos de personas buenas, podemos hacer cosas mejores. Ese es el camino de convertirnos en un espejo donde reflejarnos.

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