Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

¿Dónde se ha ido la concentración?

Leer requiere una gran capacidad de concentración
Leer requiere una gran capacidad de concentración
UNSPLASH
Leer requiere una gran capacidad de concentración

Sí, yo también me hago esta pregunta. Cada vez que estamos concentradas en una tarea y algo la interrumpe, tardamos una media de 23 minutos en volver al mismo punto. Es probable que ya lo hayas advertido, sin llegar a cronometrar el tiempo de esa ausencia de atención: te desconectas 23 minutos de lo que haces cuando atiendes a las notificaciones en tu móvil o alguien te pregunta. Y otros 23 más en cada nueva interrupción, así… ¿Cómo ser productiva?

Michael Posner, catedrático emérito de la Universidad de Oregón, advierte del riesgo que implica esta falta de concentración y lo explica a través de un modelo de atención que actúa en tres redes. Conocerlas te permitirá saber cómo funciona tu cerebro cada vez que suena, por ejemplo, la campanita de Mail: la red de la alerta es la que te mantiene en vigilancia y atención durante el día y se desarrolla en los primeros meses de vida (es la curiosidad de los bebés). 

La red de orientación permite dirigir tu mente hacia algo concreto y la de atención ejecutiva se encarga de inhibir aquello que te distrae para que mantengas el foco allí donde te interesa. Por cierto, en esta red actúa la dimensión más productiva de la curiosidad: la que permite transformar los problemas en retos.

Te cuento esto porque estamos rodeadas de distracciones que erosionan nuestro rendimiento profesional y, a la larga, nos condenan al deterioro cognitivo. De un tiempo a esta parte, a mi alrededor, escucho quejas de personas a las que les cuesta mucho permanecer atentas, para quienes la concentración se ha vuelto frágil y difícil de sostener en el tiempo. "Empiezo un texto en el ordenador y tardo horas en terminarlo, no sé qué me pasa. Se me va el santo al cielo enseguida". "Antes podía estar horas leyendo un libro, ahora una página me cuesta un mundo". La pérdida paulatina de la atención no distingue géneros ni edades, la observo incluso en mentes brillantes a las que antes admiraba y ahora les cuesta mantener una conversación sin echar un vistazo a su móvil o mover la cabeza a un lado u otro buscando algo que en lo que quedarse enganchados unos segundos.

Es como si una fuerza malévola se hubiera adueñado de nuestra voluntad para poner foco en las cosas y permanecer en ellas el tiempo que deseemos. La capacidad de radiografiar todo alrededor para detectar un peligro o algo útil nos conecta con nuestros ancestros, que utilizaban sus capacidades para desenvolverse en el entorno con éxito. La estamos perdiendo. A nosotros nos maneja el entorno en lugar de doblegarlo. 

En una charla con la primatóloga española Rebeca Atencia, me confesó que cuanto más sabía de los chimpancés, mejor conocía a los seres humanos. Y esto tiene su importancia: Rebeca se especializó en el mundo animal porque no terminaba de encajar entre los seres humanos. No le gusta hacia donde se encamina nuestra especie. Sin embargo, siente que al observar las reacciones de los primates ve las conexiones que guardamos con ellos y cómo reconectarnos con nuestra esencia. Los chimpancés son un espejo, algo rudimentario, de lo que fuimos un día.

La primatóloga española Rebeca Atencia
La primatóloga española Rebeca Atencia
Instituto Jane Goodall

Habría que novelar su vida en la selva. En cada experiencia descubre valores en los animales que, a veces, olvidamos los humanos. Como aquel día en que Rebeca sufrió un ataque de chimpancés salvajes y uno de los que ella había recogido, Kutú, se situó entre la manada salvaje y la primatóloga, para que dirigieran su agresividad contra él y salvarla. Cuenta Rebeca que el chimpancé giró la cabeza y le señaló un camino, ella lo tomó y salvó su vida. Durante la vuelta al Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpouga -Congo- que Rebeca dirige, pensó que, si el animal sobrevivía y ella tuviera un hijo algún día, su hijo se llamaría Kutú. Y así fue.

Kutú superó aquel ataque con coraje, defendiendo a la humana que había curado sus heridas, usando su atención para prever los movimientos de los agresores e identificar la opción más segura entre los matorrales que les rodeaban. Todo en cuestión de segundos. Los mismos que perdemos en leer el último WhatsApp del grupo de amigos que nos interrumpe por enésima vez.

Si has terminado de tirón este post, cuida de esa joya llamada concentración antes de que se escape por el sumidero.

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