Teresa Viejo Periodista y escritora
OPINIÓN

En construcción

Esther Rosa en su exposición de Casa Decor
Esther Rosa en su exposición de Casa Decor
Cortesía de Teresa Viejo
Esther Rosa en su exposición de Casa Decor

El día en que a Esther le dijeron que no debía de utilizar metal sobre la cera de abeja con la que se disponía a crear una de sus obras, no paro hasta salirse con la suya. Lo hizo. Incrustó bronce en esa cera pigmentada que iba moldeando sobre unas tablillas de madera y ahora sonríe mientras las observa colgadas de una de las paredes de Casa Decor. Su gesto es un poema que dice: "Cada vez que el destino me pone la zancadilla, he sabido buscarle las cosquillas". Esther Rosa conjuga el verbo explorar en cualquiera de sus tiempos. De no ser así hubiera sido difícil encajar los quiebros a los que se ha enfrentado y con los que ha ido creando su vida igual que una escultura, por ello estoy segura que su historia resonará a muchas mujeres que, como ella, necesitan encontrarse.

Acortando el relato, diré que fue psicóloga especialista en recursos humanos en Antena 3 hasta que el trabajo de Ángel, su marido, trasladó a la familia a Nueva York. Allí llevan casi veinte años, en una ciudad que atrapa y repele a partes iguales porque hubo un momento en que Esther temió convertirse en una sombra, como la de los rascacielos. Sí, muy altos, muy bellos, admirados… pero, ¿cuál es su propósito además de albergar gente dentro? Esther se hace muchas preguntas, porque quien se las formula sabe que la vida es más que la rutina con la que llenamos los días.

¿Qué hago para mí misma? ¿Qué aporto a los demás? ¿Cómo puedo crecer? ¿Hacia dónde dirijo un potencial que siento ahogado dentro de mí? ¿Quién soy, además de esposa, madre o amiga? Preguntas que tarde o temprano nos llevan a mirarnos al espejo, no de forma inquisitiva, sino con auténtico amor y compasión. En el proceso de responderse Esther entró en un taller de pintura y esas voces que resonaban dentro empezaron a expresarse a través de su creatividad. Han pasado unos años y ahora expone en Nueva York y en Madrid, pero no lo hubiera logrado si sus obras no narraran esa clase de experiencias donde cualquiera puede reconocerse con facilidad.

Esther Rosa con Teresa Viejo en Casa Decor
Esther Rosa con Teresa Viejo en Casa Decor
Cortesía de Teresa Viejo

Volvemos a la cera de abeja. "Pintura encáustica -me aclara y yo feliz porque he aprendido la novedad del día-; una técnica milenaria que trabaja la cera pigmentada hasta que se endurece. ¿Por qué el metal? Porque procede de la naturaleza, es orgánico, y cambia con el tiempo. Como las personas". Las cuatro tablillas representan el flujo de un ser humano que no puede eludir la transformación, si lo hace sufrirá como quien quisiera ver cada día el mismo color del bronce en su pared. No es posible, el bronce se oxida. Es ley de vida. "Además brilla -aclara- de dentro hacia fuera, como las personas". Y pienso en esas mujeres que buscan brillar de forma artificial, cuando tienen dentro una luz que no aprecian.

En Casa Decor, donde expone dos de sus obras, Esther me sitúa frente a una especie de nube formada por capas sobrepuestas. Es Paper Clay -papel arcilla, explica, que conecta con la tierra, nos enraíza a ella- y las capas representan la riqueza de cada ser humano. Las personas poseemos recursos que debemos explorar, especialmente en los momentos bajos, porque si nos anclamos a la burbuja de seguridad no saldremos de ella. "Es una invitación a mirar hacia dentro y poner todo en perspectiva. Abrazar las imperfecciones, las sombras, lo que no queremos ver… en nuestro interior hay un cuerpo inmenso a desarrollar. Sin esas capas, sin esos ángulos tuertos, la vida no tendría sentido".

Esther Rosa con Teresa Viejo en Casa Decor
Esther Rosa con Teresa Viejo en Casa Decor
Cortesía de Teresa Viejo

La curiosidad es el catalizador de la creatividad. Desde el artista consagrado hasta el niño que juega con acuarelas, siempre se reproduce el mismo proceso: preguntarnos qué queremos contar con esa materia que tenemos entre manos y cómo lo haremos.

Al marcharnos, Esther me cuenta que las personas solemos transitar en una vida por cinco momentos que son auténticos terremotos y un individuo tarda entre cinco y diez años para superarlos. Vamos, se nos va el aliento superando disgustos. "¿Sabes cuál es mi pregunta? ¿Si en esos momentos de transición no tenemos curiosidad para aprender de ellos, entonces qué sentido tiene la vida?". Pues eso, explorar para probar, errar para aprender y quedarnos con lo que aporta. Las personas somo obras de arte en proceso de construcción.

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