Tras ‘El pequeño río Manzanares’, Saura rueda este mediometraje en blanco y negro como práctica de fin de curso en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, predecesor de la Escuela Oficial de Cine. Su protagonista es una joven criada que trabaja sin descanso y aguanta con paciencia las malas formas de sus empleadores con tal de disfrutar de su tarde de domingo, las únicas horas libres en toda la semana, que finalmente no devuelven la recompensa esperada en una España gris y plomiza.
CinemaníaSaura tenía 26 años y ya era profesor en el IIEC. Para su salto al largometraje pensó en su alumno Mario Camus, responsable de futuras obras maestras como ‘Los santos inocentes’. Partieron de unos reportajes de Daniel Sueiro sobre el mercado de Legazpi y desde aquel realismo social construyeron la historia de un grupo de amigos que intenta aupar a uno de ellos a la fama por el toreo. Junto a Pere Portabella como productor, cambiaron nuestra historia cinematográfica, inauguraron el Nuevo Cine Español y lograron el mayor milagro de todos: proyectar la película en el Festival de Cannes.
CinemaníaEl Ayuntamiento de Cuenca tuvo el buen ojo de encargar a un jovencísimo Saura un documental sobre la provincia y, sobre todo, la audacia de darle libertad. El rodaje, planteado para 15 días, se alargó un año. El cortometraje, que iba a durar 20 minutos, acabó siendo un mediometraje de 45. A pesar de su didáctica voz en off, el resultado no gustó en el Ayuntamiento pero se decidió que fuese el pueblo de Cuenca, que había pagado por el documental, el que tuviese la última palabra viéndolo en un cine. Afortunadamente, dieron su aprobación.
CinemaníaEl comienzo de la eclosión Saura-Querejeta y la irrupción en su cine de Luis Cuadrado, prodigio de la fotografía. ‘La caza’ cuenta una tarde de caza con amigos (cuarteto inmortal formado por Ismael Merlo, Alfredo Mayo, José María Prada y un jovencísimo Emilio Gutiérrez Caba). A la vez, es una parábola de las heridas abiertas tras la Guerra Civil contada en planos cortos y generales a foco, gracias al objetivo macrokilar. La obra más esquemática y más violenta de Saura, que él siempre consideró su primera película, es también la más improvisada. A la censura le debemos que no se titulase ‘La caza del conejo’.
CinemaníaInaugura el universo ambiguo y conceptual en el que se moverá el cine de Saura durante la siguiente década. Supone el comienzo de su colaboración con Rafael Azcona y con Geraldine Chaplin, musa artística y pareja sentimental que a lo largo de esos años representó a la perfección el ideal de mujer inalcanzable para una sociedad pacata y reprimida (aquí representada por el médico de provincias al que interpreta José Luis López Vázquez). Entra también el simbolismo buñueliano (con homenaje incluido a los tambores de Calanda). Al verla, el aragonés le dijo: “Me hubiera gustado, Carlos, que me hubieras dedicado esta película”.
CinemaníaLa película que, según Saura, más le costó escribir. De hecho, no partió de un argumento sino de una idea: tres poderes (el militar, el sexual y el religioso) que representaban la sociedad española en los 70. Esos poderes se encarnaban en tres hermanos (trío de ases formado por Fernando Fernán Gómez, José María Prada y José Vivó) que recibían en su casa a una institutriz extranjera (de nuevo, Geraldine Chaplin como la mujer deseada e imposible). Una nueva colleja de Saura a la familia como institución del franquismo y uno de los finales más escalofriantes de la historia del cine español.
CinemaníaSu reflexión más misteriosa y certera sobre la soledad. Un misterioso retrato de la convivencia rural entre un padre y una hija (inmensos Fernando Rey y Geraldine Chaplin). 26 años después de su estreno en Cannes, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado, Saura decidió transformarla en una novela coronada con una cita de ‘El Criticón’, de Gracián, que decía así: “Pero donde acabó de perder mi padre las esperanzas, y aun la vida, fue cuando me vio enredado en el oscuro laberinto del amor”.
CinemaníaA Saura se le habían quedado grabadas las últimas palabras de Juan March antes de morir en un accidente de coche: “Mi cabeza, mi cabeza. Que hagan lo que quieran con mi cuerpo pero que no me toquen la cabeza”. De esta cita, junto con su fijación con hacer una película de un millonario español, nació este fino retrato de la sociedad de la época a cuatro manos con López Vázquez.
CinemaníaQuizás su mayor enmienda a la unidad familiar a través de esos ojos inabarcables de Ana Torrent. Con sus flashbacks, sus créditos en forma de álbum familiar y ese ‘Porque te vas’ de Jeanette aún resonando en la memoria, Saura nos zambullía en un matrimonio tan opresivo como el Régimen. Contaba el propio director que tuvo las peores críticas de su carrera. Tanto que pensó que nunca más volvería a dirigir y se marchó a Canadá. Eso fue antes de que la seleccionasen en el Festival de Cannes y la calificasen de obra maestra, claro.
Cinemanía‘Continuación suigéneris’ de ‘Ana y los lobos’. Una excusa para homenajear a esa matriarca casi berlanguiana de Rafaela Aparicio. Su “mamá” cumple un siglo y la celebración es la ocasión para reunir a los miembros de la familia que aún viven, entre ellos Charo Soriano y Fernán Gómez. El contraste entre la feliz irrupción de la institutriz interpretada por Geraldine Chaplin y el brutal final que encontraba en ‘Ana y los lobos’ es solo uno más de los elementos que hacen el filme tan excesivo y encantador.
CinemaníaPrimer volantazo en la carrera de Carlos Saura y flamante Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1981. Con actores naturales (Berta Socuéllamos, José Antonio Valdelomar y José María Hervás Roldán) y un estilo documental mucho más pegado a tierra que su cine anterior, este tiento al cine quinqui causó furor entonces y lo sigue haciendo ahora. La prueba es que aún se te ponen los pelos de punta cuando escuchas ese ‘Me quedo contigo’, de Los Chunguitos, con el que terminaba la película.
CinemaníaRodada el mismo año que ‘Deprisa, deprisa’ (y quizás, por eso mismo, aquella tiene mucho de musical), ‘Bodas de sangre’ supone una nueva etapa en la carrera del aragonés, aunque esta mucho más duradera. Para estrenarse, Saura llevó al cine el ballet creado por Antonio Gades en 1974 con una puesta en escena austera pero vanguardista que elevaba la apuesta del bailaor de condensar la obra de Lorca. No había necesidad de salir de la sala de ensayo ni de diálogos pronunciados para elevarnos; para eso ya estaba el flamenco.
CinemaníaCandidata a los Oscar en representación de España y segunda película de la Trilogía Flamenca de nuevo junto a Antonio Gades y al productor Emiliano Piedra, cuya mujer, Emma Penella, fue la primera instigadora de estas adaptaciones. Llevando más lejos los mimbres ensayísticos que ya servían de armazón en ‘Bodas de sangre’, Saura le pide a Gades que se interprete a sí mismo y finja un amour fou que nada tiene que envidiar al de ‘Carmen’ de Mérimée.
CinemaníaCierre de la Trilogía Flamenca, esta vez al son del maestro Manuel de Falla, con (sorpresa) la voz de Rocío Jurado y la guitarra de Paco de Lucía. Antonio Román y Rovira Beleta ya se habían animado con adaptaciones en los 40 y los 60. Pero aquí volvemos a la desnudez de ‘Bodas de sangre’, con planos largos, una escenografía mínima y una cámara volcada en los bailaores. Regreso de Gades, Cristina Hoyos y Juan Antonio Jiménez, trío que ya protagonizaba el primer ballet de Gades de ‘El amor brujo’.
CinemaníaEl protagonista de ‘Dulces horas’ sigue la senda de López Vázquez o Geraldine Chaplin en ‘La prima Angélica’ o Cría cuervos intentando recontruir un pasado que creyó feliz y seguramente no lo fue tanto. Su complejazo de Edipo explica el aspecto metaficcional de la película, llevando más allá el juego constante de Saura con intérpretes que representan distintos papeles sin cambiar de aspecto. En este caso, unos actores son contratados para interpretar a sus parientes y recrear los momentos más emblemáticos de su infancia. ¿Alguien ha dicho Familia?
CinemaníaGran superproducción auspiciada por Andrés Vicente Gómez, ‘El Dorado’ era sin embargo un proyecto muy personal de Saura. El director llevaba años queriendo contar la historia que tanto le había marcado de Ramón J. Sender, ‘La aventura equinoccial de Lope de Aguirre’, en la que había encontrado una nueva excusa para hablar de la historia de España. Rodada en Costa Rica, con un rodaje complejísimo y con Omero Antonutti en la piel del explorador, fue la película más cara hasta ese momento y el fracaso más sonado de Saura.
Cinemanía‘¡Ay, Carmela!’ adapta la popularísima obra de José Sanchís Sinisterra aunque, en sus diálogos brillantísimos y divertidos, es fácil reconocer a su guionista: Rafael Azcona. Es la historia de tres cómicos (Andrés Pajares, Gabino Diego y una Carmen Maura derrochando talento por los poros; los tres se llevaron el Goya) al servicio del bando republicano que, en plena Guerra Civil, caen en territorio nacional. Saura, que tanto había reflexionado en su cine sobre el poso de esta guerra, se sumerge en ella por vez primera.
CinemaníaContinúa el idilio del aragonés con el flamenco. Y tendría secuela, ‘Flamenco, flamenco’, en 2010. A falta de Camarón, este repaso a lo mejor del género reúne a las figuras más importantes del momento (Farruco, Paco de Lucía, Enrique Morente, José Mercé, la Paquera de Jerez, Joaquín Cortés...) para explicar con clara vocación didáctica lo que es el flamenco a través de sus diferentes palos. Pero su apuesta visual también merece cierto reconocimiento. Ojo, porque esa fotografía de contraluces y siluetas sobre fondos dorados corre a cargo de otro grande, Vittorio Storaro.
CinemaníaOtra de las grandes obsesiones de Saura y sin duda uno de sus grandes referentes: Francisco de Goya y Lucientes. Su recreación de los últimos momentos del pintor aragonés, exiliado en Burdeos, supone también su vuelta a un cine más conceptual, abierto, en una película que huye del esquema narrativo clásico. Vittorio Storaro repite en la fotografía con juegos parecidos a los que habían ensayado en ‘Flamenco o Tango’. Paco Rabal y Jose Coronado se reparten a Goya en su vejez y juventud.
CinemaníaBuñuel y Carrière solían trabajar en el Parador de Toledo. Por eso, Saura eligió ese lugar para escribir con Agustín Sánchez Vidal su homenaje más explícito al también aragonés, con quien mantuvo hasta su muerte una profunda amistad. Historia de aventuras bastante suigéneris, ‘Buñuel y la mesa…’ cuenta cómo un Buñuel sexagenario imagina una película en la que él mismo de joven (Pere Arquillué) busca la Mesa del rey Salomón. En la hazaña le acompañan Lorca (Adrià Collado) y Dalí (Ernesto Alterio).
CinemaníaRegreso de Carlos Saura al cortometraje –junto a ‘Goya. 3 de mayo’ (2021)–, y a una serie de constantes cruciales en su filmografía: la mirada desde la infancia, la herida profunda de la Guerra Civil, la importancia de la música... Al son de la canción de José Antonio Labordeta que da título al corto, el director reúne una treintena de imágenes del horror de la contienda. Producido por Anna Saura, su hija y colaboradora en esta última etapa.
CinemaníaUna de las pocas películas de Saura que no cuenta con guion propio, sino de Ray Loriga. El escritor escogió el punto de vista de una niña para narrar una de las tragedias que más ha impactado a la opinión pública española: la que desataron los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo cuando asesinaron a tiros a nueve personas e hirieron a otras doce en Puerto Hurraco (Badajoz) en 1990. Mucho antes que ‘As bestas’, el cineasta demostró lo que gusta en este país una película sobre la España negra.
CinemaníaLa magdalena de Proust de Saura y mi póster favorito de Cruz Novillo; un viaje físico (de Barcelona a Segovia) y temporal (del presente al pasado), pero también un viaje interior: el de ese López Vázquez que intenta reconstruir la memoria colectiva española a través de su trauma familiar. Dedicada a Oona y a Chaplin, papás de Geraldine, fue calificada como “gravemente peligrosa” y causó altercados de la ultraderecha, que intentó robar las copias, tiró pintura contra la pantalla (¡en plan ecoterroristas!) e intentó quemar la sala Balmes.
Cinemanía