"A este cruce de caminos de poco más de 15 días le siguieron casi 30 años de cartas"

Nos conocimos un verano en uno de esos pueblos de piedra de la España profunda. Procedíamos de ciudades distintas, él tenía 18 años y yo 15. Fue un romance salpicado de equívocos, con la complicidad de los amigos, a la antigua: miradas furtivas, las batidas en grupo para localizar al otro, roces tenues, cogerse la mano en la tibia oscuridad del cine de verano. Nada de frivolidades. Lo más un beso en los labios, apenas depositado, en el momento último de la despedida y un alud de proyectos y deseos para compartir en la distancia hasta el próximo encuentro... A este cruce de caminos -único- de poco más de 15 días le siguieron casi 30 años de cartas, postales, llamadas y en los últimos tiempos e-mails, msn... Lo conservo todo, archivado por orden cronológico, desde la primera carta en julio del 75: toda una vida contenida en una carpeta.

Hace 5 años nos volvimos a encontrar en el aeropuerto de una ciudad a medio camino entre la suya y la mía. La primera mirada tras 27 años de ausencia nos devolvió la imagen congelada en el

tiempo de dos adolescentes y la absoluta certeza de no dejarnos escapar de nuevo. Y desde entonces nos seguimos por todo el país, con nuestras vidas a cuestas y en la maleta la zancadilla al destino; nos buscamos, tratamos de hacernos coincidir, sin promesas, sin lágrimas, ni grandes expectativas salvo vivir el presente...  El pasado pasó, el futuro es incierto, el presente nos pertenece.

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