Un paisaje de colinas suaves y viñedos a ambos lados de una carretera que discurre entre algunas de las mejores bodegas del país. Esta puede ser una rápida y un tanto recurrente descripción de la Ribera del Duero y la imagen que la mayoría tiene de esta zona y sus vinos.
Pero si seguimos el curso de este río y cruzamos la frontera portuguesa la cosa cambia. Bastarán unos cuantos kilómetros para que el paisaje se vuelva montañoso y el valle del Douro con sus viñedos escarpados que se asoman al cauce en forma de terrazas recuerden más a la Ribeira Sacra gallega que al Duero que dejamos atrás en Castilla.
En este enclave, cerca de la localidad de Lamego, se sitúa el Six Senses Douro Valley, la única propiedad de esta exclusiva cadena internacional de hoteles en Portugal. Y con fama de ser uno de los mejores hoteles de toda la península.
También, por cierto, sus desayunos. Incluso en estos tiempos de Covid en los que los protocolos de seguridad han obligado a modificar su tradicional y espectacular buffet por un servicio a la carta con el que, es cierto, se gana en comodidad pero pierde ese punto gulesco que siempre se desata a la hora de desayunar en un hotel. Incluso, o más, si es de lujo como este.
El chef leridano Marc Lores es el responsable de la oferta gastronómica del hotel. Después de trabajar en cocinas tan lejanas como Hong Kong o Bali, desde verano de 2020 se ocupa de los restaurantes del hotel, con una apuesta por lo local que incluye una huerta propia de donde salen parte de los vegetales y todas las hierbas aromáticas utilizadas.
El discurso alrededor de lo ecológico, la temporada y la proximidad impregnan no sólo la carta, sino también la filosofía de un lugar donde también se ofrecen, entre muchas otras actividades, talleres de cocina y de elaboración de fermentados.
El restaurante gastronómico The Vale de Abraão y su menú degustación -con opción de mesa en la cocina- es el plato fuerte dentro de la oferta del hotel, que también cuenta con un restaurante de temporada en la piscina, un bar y una maravillosa biblioteca que se usa para catas de vinos, quesos y otros productos de la zona.
Pero durante los meses de verano hay otra opción realmente interesante: el menú barbacoa que se sirve en el jardín del hotel. O, mejor dicho, uno de ellos, porque la propiedad cuenta con nada menos que 6 hectáreas de jardines a la orilla del Duero que rodean esta casa del siglo XIX.
En este bucólico paraje se sirve un menú degustación en el que la barbacoa, en su expresión más elegante, sirve de hilo conductor para una docena de platos en formato de pequeñas raciones y para compartir: embutidos y ahumados portugueses, una selección de cortes de carne, vegetales locales en forma de ensaladas y encurtidos, mejillones gallegos en escabeche -todo queda en casa-, gambas también pasadas por el fuego...
Excelente producto tratado de una forma muy delicada que, en cierto modo, nos recordó al trabajo que con la parrilla hacen algunos grandes cocineros vascos, tanto en su versión más tradicional como a la hora de abordar platos de alta cocina.
La barbacoa, muy arraigada también en la cocina popular portuguesa para carnes como para pescados -después de todo, estamos a poco más de una hora de Oporto- es aquí una herramienta perfecta para plasmar en el plato esa idea de lujo que no necesita caviar ni láminas de oro, sino que prefiere disfrutar con una ensalada de naranja y remolacha o un poco de cerdo asado.
El precio del menú es de 115 euros, incluyendo el maridaje de vinos o de 180 si se opta por la versión "vintage" de los vinos. En ambos casos, un recorrido diferente y muy interesante por la gastronomía portuguesa, sus productos y sus vinos en un, por recurrir al tópico, marco incomparable.
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