Tamara tenía 13 años cuando abandonó su hogar en Málaga. Harta de las palizas que recibía de sus padres y del menosprecio y la incomprensión de los suyos, la joven encontró un lugar seguro sobre el escenario del Centauros, en el Madrid de finales de los 70.
Obligada a moverse durante años por los ambientes más sórdidos de la capital, la joven disfrutó de sus días de gloria con las imitaciones que realizaba de Isabel Pantoja, recibiendo los aplausos del público y encontrando el amor en este local. Como paria de la sociedad, el declive del cabaret en los años 80 acabó obligándola a ejercer la prostitución a tiempo completo, una profesión que no le era ajena desde su adolescencia.
Durante un largo tiempo intentó sobrevivir como buenamente podía, consciente de que nadie quería darle un trabajo, pero el sida terminó arrebatándole la vida en 1995. Contaba con tan solo 35 años. Una biografía repleta de desdichas en la búsqueda de su propia identidad como mujer transgénero, que jamás fue entendida por la sociedad de la época.
Azul y no tan rosa
La historia de Tamara es tan solo una de las de las de miles de jóvenes españolas que, como ella, se vieron obligadas a hacer la calle para sobrevivir, muchas de ellas siendo maltratadas o muriendo por enfermedades siquiera sobrepasando los 50 años.
Para más inri, la joven era de etnia gitana, por lo que sumaba una doble marginación, siendo ejemplo de la desgracia de subsistir como nota discordante en una España que estaba lejos de despertar de su letargo, como también sufrieron sus cinco compañeras protagonistas del documental Vestida de azul (1983), dirigido por Antonio Giménez-Rico: Loren, Nacha, Renée, Eva y Josette.
Estas supervivientes darían voz a un colectivo históricamente oprimido, convirtiendo el título de Rico en un filme de culto. Un documental que la periodista, escritora y guionista Valeria Vegas retomaría posteriormente en su libro Vestidas de azul: Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la Transición española (2019), cuya adaptación llega ahora en formato serie a Atresplayer.
La continuación de 'Veneno', de los Javis
La nueva ficción cuenta con Vegas como guionista y los Javis como productores y, a todos los efectos, supone una continuación de la serie internacional Veneno. Chloe Santiago interpreta en Vestidas de azul a Tamara, encontrando también rostros célebres de la talla de Marisa Paredes, Susana Abaitua, Elena Irureta, Anabel Alonso, Pedro Casablanc o Luis Callejo.
Si bien, la fortaleza de la serie radica en que ha sido una ficción hecha por y para las mujeres trans, contando con decenas de ellas entre el reparto y el equipo técnico. De hecho, Lola Rodríguez retoma el papel que ya interpretó como la propia Valeria Vegas en Veneno, pudiendo verla de nuevo junto a Paca la Piraña. Todo esto explica que los Javis, creadores de la serie Veneno y que actualmente triunfan con La Mesías, hayan decidido ceder el protagonismo a Valeria, pasando a un segundo plano.
“Multiplica la filosofía de Veneno por 20. Ya no tenemos solo a Cristina Ortiz, sino que tenemos a muchas mujeres trans que cuentan sus experiencias desde perfiles, edades y físicos muy diferentes. Ahora es una ficción que pertenece al colectivo transexual, delante y detrás de las cámaras. Esperemos que sirva para que la gente tome el testigo para ahondar en personajes trans en las series, algo que creíamos que iba a pasar con Veneno y no sucedió”, confiesan Javier Ambrossi y Javier Calvo.
Una serie hecha por y para mujeres trans
Esta serie narrada a dos tiempos posibilita comparar cómo era la vida de las trans durante la Transición y cómo ha cambiado en la actualidad. Así, Vestidas de azul aborda la violencia intrafamiliar ejercida desde su infancia, el bullying en los colegios y las chanzas de los adultos.
Forzadas a muy temprana edad a abandonar su educación por su bienestar físico y mental, con el problema que acarrea en su inserción laboral, y excluidas socialmente de una sociedad que solo las acepta si tienen un passing (término para aquellas que pasan desapercibidas entre el resto de mujeres) y tras confesar que han reasignado su sexo, popularizado de forma desacertada como el ‘cambio de sexo’, estas mujeres siempre demostraron una valentía para convertirse en quienes realmente eran.
A esto se suman problemáticas como las trabas en el cambio en sus documentos oficiales, la hormonación y la complejidad de sus relaciones en los países de Occidente, donde las legislaciones comienzan a ampararlas, mientras que en otras partes del mundo continúan siendo asesinadas a diario.
Vestidas de azul nace para dar voz al colectivo trans, en un ejercicio de memoria histórica y de dignificación de la figura de aquellas mujeres que lanzaron la primera piedra en Stonewall y engrosaron las primeras manifestaciones LGTBI de los 70, a sabiendas de que ellas no tenían opciones de ocultarse tras ningún armario. Unas mujeres, con mayúsculas, a las que tantísima gente debe tanto, mientras ellas continúan pugnando por algo tan simple como existir.
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