Humphrey, el personaje histórico que no está en 'The Crown' (pero debería)

La serie de Netflix se ha olvidado de Humphrey, el gato de Downing Street con el que se encariñó Margaret Thatcher
Gillian Anderson (Margaret Thatcher en 'The Crown') y el gato Humphrey.
Gillian Anderson (Margaret Thatcher en 'The Crown') y el gato Humphrey.
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Gillian Anderson (Margaret Thatcher en 'The Crown') y el gato Humphrey.

En su cuarta temporada, The Crown ha conseguido volvernos a todos de nuevo un poco monárquicos… aunque solo sea por el morbo. Y, además, ha ofrecido un retrato demoledor de Margaret Thatcher, interpretada por una espléndida Gillian Anderson. Pero, como suele pasar en el audiovisual, dicho retrato ha omitido algunos puntos muy importantes.

Si bien Anderson y el showrunner Peter Morgan han retratado a la Primera Ministra en toda su inflexibilidad, su egolatría y sus tiranteces con la Reina (Olivia Colman), se han olvidado de cierto personaje real con el que tuvo una relación muy estrecha, y que podría haber humanizado su figura. 

¿De quién hablamos? ¿De un ministro? ¿De un miembro del Parlamento británico, tal vez? Frío, frío, aunque el personaje en cuestión también ocupase un cargo público al servicio de Su Majestad. Su nombre era  Humphrey, y acompañó a la 'premier' durante los últimos y turbulentos años de su mandato. Ah, y no era humano, sino un gato. Concretamente, el Ratonero Jefe del Gabinete, cargo que ocupó entre 1986 y 1997.

El gato Humphrey, Ratonero Jefe de Downing Street (1989-1997).
El gato Humphrey, Ratonero Jefe de Downing Street (1986-1997).
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Para explicar esto, debemos aclarar antes una cosa: el número 10 de Downing Street, residencia del Primer Ministro de Reino Unido, es un edificio antiguo, con problemas estructurales e invadido frecuentemente por los roedores. De ahí que, al menos desde 1925, el venerable lugar tenga asignado un gatete (con su manutención a cargo del erario público) para mantener las plagas a raya. 

En realidad, además, Humphrey fue el segundo felino que colaboró con Thatcher. Tras mudarse al número 10, en 1979, 'Maggie' convivió con Wilberforce, todo un elder statesman que había ocupado el puesto de Ratonero Jefe durante los mandatos de Harold Wilson, Edward Heath y Jim Callaghan. 

Pese a haberse pasado tanto tiempo alternando con los laboristas, Wilberforce se llevó estupendamente con Thatcher. Tanto fue así, que la Primer Ministro le agasajó con arenques rusos en lata, comprados a tal efecto en un supermercado de Moscú durante una gira por la URSS. 

Pero, como la propia Thatcher habría de aprender en el futuro, nada es eterno en política: llegado 1986, tras 13 años en su puesto, Wilberforce encaró su jubilación, mudándose a una granja en Essex. Para sustituir a su compañero, la Primera Ministra escogió a un joven de abundante pelaje blanco y negro que había sido encontrado vagando por los alrededores de Downing Street por un funcionario del Gabinete.

La seriedad con la que Margaret Thatcher asumió el nombramiento de su nuevo Ratonero Jefe queda demostrada por su elección a la hora de ponerle nombre. Recordando Sí, ministro, su serie favorita, la mandataria decidió bautizar al micho en honor a sir Humphrey Appleby, el maquiavélico funcionario interpretado en la misma por Nigel Hawthorne. 

Toda una declaración de intenciones, si nos preguntan, porque el personaje en cuestión ejercía como villano del show. En Sí, ministro, sir Humphrey era la encarnación de la burocracia, las restricciones sobre el poder ejecutivo y todas esas señas de identidad de la política británica que Thatcher aspiraba a barrer del mapa, junto a otras minucias como los derechos laborales o la asistencia pública a los desfavorecidos.

El Humphrey de cuatro patas, eso sí, no parecía muy dado al papeleo. Su salario fue escueto (100 libras anuales), su eficiencia como cazador sembró el pánico entre los ratones del vecino St. James's Park y su relación con Thatcher fue, a todos los efectos, idílica, con ambos manteniendo largas conversaciones. Además, se convirtió en un personaje popularísimo, posando orgullosamente frente a la residencia oficial.

Así pues, cuando Thatcher fue defenestrada por su propio partido en 1990, tanto ella como Humphrey quedaron desolados por la despedida. Además, aunque cualquiera diría que el gato de Downing Street iba a aburrirse como una ostra al servicio de un individuo tan poco carismático como John Major, el pobre aguantó desde entonces una campaña de acoso por parte de los medios. 

Por si no fuera bastante con una enfermedad de riñón que le obligó a ponerse a dieta, el Jefe Ratonero sufrió en 1994 una falsa acusación en las páginas del Daily Telegraph, con un plumilla de dicho diario responsabilizándole de la masacre en un nido de petirrojos. Tal fue el revuelo que el propio Major se vio obligado a salir en su defensa. Pero lo peor aún estaba por llegar. 

Ese "lo peor" tenía un apellido, y ese apellido era "Blair". Porque, si bien su amiga Margaret declaró poco antes de morir que el giro a la derecha del Partido Laborista había sido su mayor triunfo político, Humphrey no acogió de buen grado la llegada de Tony al Número 10, y menos aún la de su esposa Cherie. 

Algunos dijeron en su día que Cherie tenía alergia a los gatos. Otros, que sencillamente no los aguantaba. Pero, explicaciones aparte, no hay más que ver esta foto para saber que el sentimiento era mutuo. Según los rumores, Alastair Campbell (el temible jefe de prensa de Tony Blair) tuvo que recurrir a todas sus malas artes para conseguir el posado.

Humphrey, el gato de Downing Street, y Cherie Blair.
Humphrey, el gato de Downing Street, y Cherie Blair.
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Nosotros sospechamos que, tratándose de un gato de orígenes humildes (si bien de ideología conservadora) Humphrey no soportaba estar cerca del matrimonio que asestó un golpe mortal a la tradición izquierdista de Reino Unido. Thatcher, al menos, había sido consecuente con sus ideas. 

Así pues, no es extraño que Humphrey saliera pitando de Downing Street en 1995. La desaparición del Jefe Ratonero, que se ganó titulares en el mismísimo Times, quedó esclarecida poco después, cuando se descubrió que había buscado refugio en el Royal Army Medical College, cuyo personal no tardó en encariñarse con él. 

Pero, aunque su regreso al Número 10 llenó de alegría a los electores (con comunicado oficial y todo), el daño ya estaba hecho. En 1997, ya maduro y con problemas de salud, Humphrey siguió el camino de su amiga Margaret, aceptando una jubilación forzosa y mudándose junto a un anciano matrimonio del sur de Londres. 

"Humprey vivió felizmente durante ocho años de gobierno conservador, pero han bastado seis meses de laborismo para quitarle las ganas de vivir", señaló viperinamente el portavoz conservador Nigel Evans. 

De hecho, la evidencia sobre el odio mutuo entre Humphrey y Cherie Blair era tan clamorosa que algunos periodistas exigieron una prueba de vida (la cual obtuvieron, en forma de encuentro personal) para asegurarse de que la primera dama no había hecho sacrificar al infortunado gatete. 

Tras esta baqueteada trayectoria al servicio del pueblo británico (salvo los ratones), nos alegra decir que Humphrey tuvo una larga vida tras su retiro, dejando este mundo en 2006 a la venerable edad de 18 años. 

Tras su fallecimiento, y a diferencia de Thatcher, Humphrey no tuvo un funeral con honores de estado. Pero la tradición del Jefe Ratonero del Gabinete sigue viva y ronroneando: actualmente, el cargo lo detenta Larry, un micho blanco y atigrado cuyo carácter, según la prensa británica, es aún más arisco que el de Boris Johnson.

Esperamos que, en las futuras temporadas de The Crown, Peter Morgan tenga el buen gusto de recoger esta parte tan olvidada de la historia política de Reino Unido. Porque, como sabemos, una serie ya de por sí casi perfecta solo necesita un poco de presencia gatuna para alcanzar lo sublime. 

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