'¡Schmigadoon!' en Apple TV+: el amor es una canción

La nueva serie de los guionistas de los Minions parodia con cariño los musicales clásicos.
¡Schmigadoon!
¡Schmigadoon!
Cinemanía
¡Schmigadoon!

¿Qué es el amor verdadero? ¿Surge de forma espontánea, implica genuino trabajo o es simplemente un constructo social que el romanticismo en ficción ha terminado de afianzar? Este es el punto de partida de ¡Schmigadoon!, la nueva comedia de Apple TV+, centrada en una pareja que termina atrapada en un pueblecito del que no pueden salir hasta que encuentren el amor verdadero en cuestión.

El recurso a través del que la serie nos cuenta todo esto, sin embargo, es precisamente uno de los cientos de núcleos originarios de la forma de plasmar el romanticismo en la ficción actual: los musicales clásicos. Melissa (Cecily Strong) y Josh (Keegan-Michael Key), dos médicos de la Nueva York actual en plena relación a largo plazo, se encuentran de repente en un lugar que homenajea de una forma tan sincera como paródica todo tipo de musicales de Broadway de los 40 y 50. 

Desde la The Music Man de Meredith Wilson hasta varias de las icónicas obras de Rodgers y Hammerstein, que ven referenciado tanto su Carousel mediante una secuencia situada en el Túnel del Amor de la feria como su Sonrisas y lágrimas a través de un número musical centrado en la educación sexual.

Es una idea ingeniosa, pero los creadores Cinco Paul y Ken Daurio –que dieron el salto a la fama tras firmar la saga Gru, mi villano favorito y han colaborado en varios otros proyectos animados de la compañía Illumination– nunca la llevan tan lejos como podrían. 

La serie es lo suficientemente sincera y divertida como para funcionar sin demasiado esfuerzo, pero el hecho de que ¡Schmigadoon! llevara décadas en la mente de Paul, que también firma las canciones, resulta obvio para bien y para mal: es claramente un proyecto que se muere de ganas de hacer desde hace tiempo, y eso se nota en su pasión constante, pero muy a menudo se siente como una pieza de otra época; y no solo por aquello que referencia.

Todo lo relacionado con personajes como los de Ann Harada y Alan Cumming (pese a que este último lo dé todo en su excelente interpretación) resulta anticuado de forma casi automática y recuerda desafortunadamente al tono de algunas de las sitcoms menos memorables de principios de siglo, nunca dejando que la sátira de los retorcidos valores de antaño cobre forma con la modernidad e inteligencia de una Crazy Ex-Girlfriend. 

O, sin ir más lejos, el resto de sitcoms actualmente producidas por Lorne Michaels, que aquí parece agarrarse a la idea inicial (que, para ser justos, daría para un buen sketch de Saturday Night Live) y estirarla durante una miniserie entera. Algo parecido sucede con Dove Cameron, cuyo desperdiciado personaje oscila entre dar pie a gags sobre la edad de consentimiento y la irrelevancia absoluta.

Por suerte, al resto del reparto se le da bastante más con lo que jugar: Aaron Tveit y Ariana DeBose, ambos forjados en Broadway, resultan carismáticos y perfectamente apropiados como la oveja negra del pueblo y la maestra de la escuela, respectivamente; y Kristin Chenoweth brilla con luz propia como la villana principal, líder de la autobautizada asociación “Madres contra el Futuro”.

Pero son dos elementos clave los que terminan de lograr que la serie funcione. El primero es la dirección de Barry Sonnenfeld, exdirector de fotografía de los Coen y autor de superproducciones de los 90 como Men in Black o La familia Addams. Sonnenfeld rueda en todo momento ¡Schmigadoon! como el musical clásico que requiere ser, con un pulso impecable que se termina reflejando hasta en el montaje final de los mismos, y la vida que le da a este mundo recuerda a una versión tan entrañable como (más) retorcida de su trabajo en Criando malvas, la obra maestra incomprendida de Bryan Fuller.

Y el segundo es Cecily Strong. Tras casi una década en Saturday Night Live, Michaels le da aquí el vehículo perfecto para dar rienda suelta a su talento, y ella lo aprovecha por completo y sin mirar atrás. El carisma de la actriz lleva la serie sobre sus hombros en casi todo momento, dotando de un timing cómico impecable y una humanidad sorprendente a una serie por la que quizá no terminemos sintiendo amor verdadero, pero que resulta una bienvenida distracción en nuestro camino hacia él.

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