Tras algunos retrasos en la grabación de la segunda temporada debidos a la pandemia, Raised by Wolves ha vuelto a la plataforma HBO Max con ocho nuevos capítulos en los que se continúa desarrollando la acción en el planeta Kepler-22b.
La serie producida por Ridley Scott y con guion de Aaron Guzikowski tuvo un comienzo impactante y ganó adeptos rápidamente en parte gracias a un planteamiento que muchos encontraron original “incluso para la ciencia-ficción”.
Esta segunda temporada continúa peleando por mantener esa frescura que ya creíamos casi imposible en estos días, combinando la ciencia-ficción con la fantasía e indagando en una mirada cuasi sociológica y filosófica sobre el desarrollo de la inteligencia artificial, los mecanismos de creencias religiosas, la supervivencia en grupo y el sino de cada uno.
La primera temporada sentaba las bases de una premisa interesante y dejaba muchas puertas abiertas a una temporada absolutamente imprevisible. En este sentido, la segunda temporada tenía la difícil tarea de mantener a su público interesado en una historia que, por compleja, debía seguir creciendo exponencialmente y a un ritmo desorbitado.
El resultado podía ser una obra maestra, un pinchazo o una carretera de paso, con baches y curvas cerradas, hacia la promesa de una tercera temporada mejor. Y en este caso, lo que tenemos es exactamente eso: ocho capítulos bien construidos y con mucha acción, un tanto caótica, pero que apuntan directamente a una tercera temporada memorable.
Primero, para darle al César lo que es del César, digamos que esta segunda parte de Raised by Wolves nos ha dejado una historia mucho más enriquecida que gana en profundidad y también en amplitud gracias a la inclusión de nuevos personajes. Más bien, si pudiéramos hacer una definición gráfica, diríamos que en esta temporada han terminado de cercar el perímetro en el que se va a empezar a cavar el hoyo. Algo así.
Un nuevo contexto y dos escenarios
Al comienzo de esta temporada nos encontramos en un contexto radicalmente diferente: los protagonistas son acogidos en un gran asentamiento de ateos, lo que convierte a estos últimos en la fuerza mayoritaria durante esta temporada, frente a la gran presencia de mitraicos que vimos en la primera.
De forma paralela, se conformará un culto religioso liderado por Marcus en el que de nuevo seremos testigos de la fe cambiante de los personajes y los delirios de un profeta. Además, conseguiremos profundizar más en la mitología que envuelve a la trama, en el pasado del planeta Kepler-22b y de los mitraicos.
Esta segmentación de escenarios mantiene la línea que ya se generó durante la primera temporada si bien inserta también otras líneas paralelas protagonizadas por los personajes más jóvenes. Esta construcción gana en interés y va expandiendo las posibilidades narrativas tanto de esta como de la siguiente temporada partiendo siempre de lo impredecible de cada nueva situación.
En contraposición, el peso de los diferentes escenarios y las historias parece desequilibrado y hace que a ratos se pierda el interés. Algunas de las situaciones no son demasiado creíbles y ni siquiera parecen ser necesarias para que la trama avance, y el constante intercambio de personajes de un bando a otro se hace repetitivo e insulso.
La fantasía como desarrollo para un trasfondo mitológico
Vamos a asistir a muchas cosas que no entenderemos del todo y que en algún momento pueden causar incluso rechazo, no obstante, es recomendable dejarse llevar hasta el final. Uno de los principales detonantes de la acción durante esta temporada serán las criaturas, que tomarán mucho protagonismo frente a lo que hemos visto en capítulos anteriores, porque en esta nueva temporada empezamos a vislumbrar algunas respuestas sobre su naturaleza.
Viendo la serie, uno puede tener la impresión de que estas criaturas son una amenaza demasiado inconsistente como para ejercer tensión verdadera y que este va a ser uno de los puntos débiles del guion. Pero, si algo se puede predecir es que las verdades sobre su origen serán clave en la próxima temporada y que tendrán que ver con el desarrollo de esa mitología propia con la que cuenta la serie y que se relaciona con los misterios de los mitraicos y de la vida en la tierra.
Es cierto que por el momento todo parece bastante inconexo: criaturas que parecen animales, criaturas que parecen hombres, criaturas que nacen de un androide… Esa combinación de seres fantásticos y tecnología futurista es desconcertante y prometedora a la vez, si queda bien resuelta.
Nuevos personajes, nuevas alianzas
Una de las sorpresas más gratas de esta nueva temporada será la adición de varios personajes al elenco, siendo algunos de ellos piezas clave para el desarrollo de la trama futura. En concreto, el personaje de la Abuela va construyendo un misterio a su alrededor para convertirse en lo que parece la piedra angular en el futuro de la historia. Es una incógnita de principio a fin y cuanto más sabemos de ella, más se expande el interrogante sobre su origen y propósitos. Sin duda, una de las mejores sorpresas de esta temporada.
Por otra parte, estos nuevos capítulos sirven como estudio psicológico del conflicto de Madre, un androide cuya capacidad para sentir continúa evolucionando casi a niveles sobrehumanos. Mientras, su sentido del deber le obliga a tomar decisiones complejas en un entorno hostil para su familia. Del mismo modo, veremos a un Campion mucho más maduro e independiente que empieza a sonar un poco como Jesucristo en un planeta donde todos los seres vivos están enfrentados.
La relación entre los protagonistas continúa transformándose, generando nuevas alianzas que perduran o se rompen, reencuentros, separaciones y confrontaciones. Este panorama cambiante mantiene viva la atención, aunque no de manera constante. La primera mitad de la temporada es en general más plana que la segunda mitad y por momentos parece que la acción no tuviera un propósito claro.
A partir de la mitad de la temporada aparecerá un conflicto claro que dará fuelle a los cuatro capítulos restantes. El hecho de que parte de la historia se desarrolle de una forma un tanto caótica y que muchas incógnitas no se aclaren hasta el último capítulo puede hacer que más de uno pierda el interés a mitad de temporada.
El conflicto filosófico continúa siendo el eje central
El planteamiento inicial de un mundo en el que ateos y mitraicos, adoradores del dios Sol, están enfrentados a muerte, nos deja un panorama de personajes con una evolución rica. Muchos se ven obligados a cuestionarse cada poco sus creencias (o la ausencia de estas) y no solo con respecto a la existencia de Sol, sino con la propia idea de creer en algo que está por encima de uno mismo.
Al principio puede parecer un poco reduccionista pensar que la gente puede encontrar su fe detrás de una piedra, pero en cualquier caso le da una dimensión a los personajes que se agradece y al tiempo invita a una (no demasiado profunda) reflexión sobre el asunto.
A este respecto, una lectura a rescatar que ofrece la segunda temporada es que, en el fondo, ateos y mitraicos son la misma masa informe de borregos incapaces de actuar como individuos con propósitos propios. En cierto sentido viene a decir que todos necesitamos un salvador.
Muchos flecos sin resolver
Si algo brilla en esta temporada es la confusión. Confusión porque vamos a asistir a una gran cantidad de eventos prometedores de los cuales muchos se van a quedar en el aire (o al menos eso parece). La acción parece a veces caótica y sin un fin claro.
Sin embargo, el final de la temporada se encarga de recoger gran parte de los interrogantes, ordenarlos y devolvérnoslos con una nueva forma que apunta a una resolución en la tercera temporada. Solo nos queda tener fe como auténticos mitraicos en que los guionistas van a saber re enlazar todos los flecos que quedan sueltos y que no se van a marcar un Perdidos.
Por el momento no está confirmada una tercera temporada pero, desde luego, con todo lo que queda sobre la mesa, cancelarla no debería ser una opción.
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