'¿Quién es Anna?': déjate estafar por Shonda Rhimes y su fascinante loba de Wall Street (y de Netflix)

Julia Garner fascina en la piel de Anna Delvey, la supuesta heredera alemana que engañó a la alta sociedad neoyorquina.
Un caso real
Un caso real
AARON EPSTEIN/NETFLIX
Un caso real
Julia Garner fascina en la piel de Anna Delvey, la supuesta heredera alemana que engañó a la alta sociedad neoyorquina. '¿Quién es Anna?', la nueva apuesta de Shonda Rhimes para Netflix.

Pobre niña rica. O, más bien, pobre niña no tan rica. Aunque no te suene el nombre de Anna Delvey, para gran parte de la sociedad norteamericana representa diversas cosas: hay quienes la consideran una emprendedora audaz o una Robin Hood millennial, mientras que para otros es una estafadora, un engaño de Instagram, el retrato del sueño americano corrupto. En lo que todos los que conocen su historia coinciden es en que se trata de todo un misterio. 

O al menos lo era hasta que cierta periodista, Jessica Pressler, se propuso responder a una pregunta: ¿Quién es Anna?. Así se llama la nueva apuesta de Shonda Rhimes para Netflix, que llegaba el viernes pasado para ahondar en la sorprendente historia, tan surrealista como real, de esta supuesta heredera alemana que engañó a la alta sociedad neoyorquina. 

Increíble pero cierto

“Todo empezó con dinero, como suele pasar en Nueva York”. Así arrancaba How Anna Delvey Tricked New York’s Party People, el artículo que Jessica Pressler publicó en 2018 en New York Magazine sobre Anna Sorokin, una joven rusa criada en Alemania que en 2013 se trasladó a la Gran Manzana y engañó a la jet set neoyorquina haciéndose pasar por una rica heredera llamada Anna Delvey.

Tal y como muestra la ficción, la protagonista llegó a Nueva York en verano de 2013 para asistir a la Semana de la Moda como becaria de la revista Purple. En pocos meses, se instaló en la ciudad, se hizo pasar por una heredera alemana con una cuantiosa fortuna, pronto se introdujo en la élite y comenzó a maquinar para crear un exclusivo club dedicado al arte contemporáneo: la Fundación Anna Delvey (ADF).

Su vida consistía en engaños, reuniones y apariencias: vestía marcas de lujo, concurría galerías de arte, vivía en hoteles, viajaba en jets privados, bebía champán en saunas, entrenaba como las estrellas, se iba de vacaciones al mismo complejo que Churchill, Mandela o Khloé Kardashian, y pedía dinero prestado con la excusa de que no podía disponer de su fortuna en Europa. Esa vida excesiva a base de cheques sin fondos, tarjetas denegadas, documentos falsos, deudas a su paso y amigos con dinero la mostraba en Instagram, reforzando su imagen de ricachona europea tan bien construida. 

Todo se fue al garete cuando Rachel Deloache Williams, exeditora de fotografía de Vanity Fair, a quien Delvey "invitó" a Marruecos y que terminó pagando el viaje (62.000 dólares costó la broma), la denunció, sumándose a varios hoteles. En 2017, Anna fue detenida y la justicia la condenó de cuatro a 12 años de prisión por deudas de más de 200 mil dólares.

Normal que, con semejante historia, Netflix tardara solo 11 días en hacerse con los derechos del reportaje de Pressler, que ahora Rhimes lleva a la pantalla en su segunda producción para el gigante del streaming tras Los Bridgerton, con Julia Garner en la piel de la célebre estafadora. Para mantener ese hipnótico halo de misterio en torno al personaje principal, la ficción opta con acierto por contar su relato a través de Vivian Kent (Anna Chlumsky), una periodista que investiga a contrarreloj este caso tan particular para descubrir a la verdadera Anna.

Así, la apuesta gira en torno a ese oscuro y divertido vínculo de amor-odio que se forja entre ambas mientras la protagonista espera el juicio en la cárcel femenina de Rikers, y la reportera, embarazada y profesionalmente desprestigiada, se entrevista con todos aquellos magnates, banqueros, inversores, arquitectos, diseñadores, hosteleros o simplemente millonarios de Nueva York que confiaron (a menudo también su fortuna) en una veinteañera con acento exótico. 

Ridiculizando a la jet set

El retrato que la serie ofrece de la enigmática protagonista (magnética y brillante Julia Garner), sin ser amable ni exculpatoria, sí que la defiende como una joven astuta, trabajadora y ambiciosa que se hizo a sí misma, capaz de inventarse una nueva identidad y hacerla creíble ante los pesos pesados de Wall Street y el Upper East Side: herencias, fideicomisos, abogados alemanes, tarjetas SIM trucadas, jet privados sin pagar... Todo valió en aquel universo creado por Anna que la socialite de la Gran Manzana tomó por cierto sin cuestionarse nada. 

Aunque la gran pregunta aquí es "¿Quién es Anna?", esa cuestión lleva implícita otra pregunta más incómoda y fascinante para el espectador: "¿Cómo una joven sin recursos fue capaz de engañar así a la élite de Nueva York?". Es respondiendo a este interrogante cuando la serie se vuelve adictiva, brillante, al mostrar a esos tiburones y peces gordos de la ciudad de los rascacielos encandilados y ridiculizados por una recién llegada más ingeniosa que ellos, que se valió de sus prejuicios, su círculo tan frágil como un castillo de naipes y ese mundo de privilegios para colarse allí y mimetizarse con el entorno.

La ficción de Netflix es un dedo acusador al capitalismo y la avaricia, la crítica a una sociedad estructurada en torno a la imagen que proyectas, los contactos que tienes y la inseguridad que sientes por perder poder dentro de ese status quo. Más allá de vaciarles los bolsillos con su capacidad de adaptación, la camaleónica protagonista se cambia de rubia a pelirroja y se pone gafas de pasta para evidenciar las vergonzosas y absurdas faltas de un sistema de valores sustentado en el dinero, el elitismo y la fama. 

También en el machismo. ¿Quién es Anna? no elude el componente patriarcal que predomina en esas altas esferas. En determinado momento, Anna se cuestiona junto a Vivian por qué sus acciones delictivas no se miden igual que las de aquellos hombres de negocios siempre al filo de la ley, a quienes en lugar de castigar, se asciende en sus puestos de trabajo. Ella, "loba de Wall Street", era joven, extranjera y, sobre todo mujer. La subestimaron, se aprovechó de ello y lo pagó más caro que cualquier otro magnate de turno.

Quién resultó ser Anna

Lejos de ser la heredera multimillonaria que vendió al mundo, Anna Sorokin provenía de una familia humilde de Moscú que, cuando ella tenía 16 años, se mudó a Alemania. A los 20 años, la joven consiguió trasladarse a París, donde comenzó a trabajar como becaría en la revista Purple.

El resto de su historia es este retrato satírico, surrealista pero fascinante que recoge ¿Quién es Anna?, miniserie que, como el artículo en el que se basa, no se centra tanto en mostrar a la estafadora como en adentrarse en el sistema corrupto que ha creado al monstruo (y le ha permitido hacer). Un sistema de lujos y fraudes, de hombres que se creen intocables, de niños ricos que juegan a la ruleta de las tarjetas, un sistema de egocentrismo, machismo y avaricia, los vicios más arraigados, aceptados y peligroso en la sociedad actual. 

También un sistema que aplaude eso de que "el fin justifica los medios", el malentendido sueño americano que invita al engaño, a la mentira y al fraude para conseguir escalar socialmente. Lo vemos en cada fotograma de esta ficción, en cada gesto soberbio de la protagonista, cada extralimitación por parte de quienes la rodean, cada conducta narcisista. Anna Delvey es el resultado de todo esto que la serie denuncia con ritmo y astucia, una burbuja capitalista que ha engendrado otros estafadores millennial como Elizabeth Holmes (pronto conoceremos su historia en The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes).

La reflexión que ¿Quién es Anna? plantea con acierto y mucha ironía va así más allá de los hechos delictivos de su protagonista, indefendibles en cualquier caso, porque refleja un clima de engaños, máscaras y vanidad que favorecen cada vez más estas conductas. 

La soberbia del adinerado vs. la necesidad generada en alguien humilde (ese maldito sueño americano). El rico que también llora ante el ingenio del superviviente que no se conforma con su posición. Una historia increíblemente real y adictiva con el sello Rhimes en la que nosotros, ilusos reflejados en los personajes de Chlumsky y Arian Moayed (el abogado Todd), somos testigos asombrados ante la desvergüenza y la decadencia de la élite. Pobres niños ricos. Y no tan ricos. 

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